La cosecha. Eduardo C. Fernández
se caracteriza por una amplia comunidad de personas de origen e identidad latinas dedicadas a las labores teológicas. Hoy no se puede hablar ya de la teología latina en los Estados Unidos bajo el acápite de unos pocos personajes que pudieran considerarse centrales. En su lugar hay un amplio número de personas que hacen contribuciones, no ya tanto como en las generaciones anteriores, tratando de los temas más amplios de la teología, sino profundizando en cuestiones específicas, algunas de ellas en un contexto de urgencia. Entre quienes Fernández menciona en su epílogo hay quienes se han dedicado específicamente a los temas referentes a la inmigración y sus dimensiones éticas; hay quienes se preocupan principalmente por las nuevas generaciones latinas, así como quienes se preocupan por los inmigrantes más recientes y las injusticias que contra ellos se cometen; hay quienes se interesan más bien en la estética y la relación entre las artes y la fe; hay quienes se han destacado por sus estudios sobre cristología o pneumatología; en fin, hay toda una comunidad que en conjunto busca relacionar su fe y su práctica con la vida concreta y cotidiana del pueblo latino. Naturalmente, todo esto tiene sus raíces allá en aquella generación a la que Fernández llamó “la cosecha”. Pero es en realidad una nueva cosecha. Y esa nueva cosecha nos produce enorme satisfacción a quienes pertenecemos a generaciones anteriores.
Dicho todo eso, me atrevo a terminar a la vez con una palabra de encomio y otra de crítica. Los motivos de encomio resultan obvios y no hay que repetirlos: Fernández nos ha dado un instrumento y un resumen de enorme utilidad. La crítica es sencillamente que me hubiera gustado que se incluyera también a Fernández mismo entre los teólogos que se estudian y discuten. Tristemente, puesto que el libro ha sido escrito por él, Fernández no se refiere a sus propias contribuciones. Esperemos que alguno de sus lectores emprenda la tarea de llenar ese vacío. En el entretanto, no me queda sino felicitar a Fernández por su excelente trabajo y darle gracias por su larga y sincera amistad.
Justo L. González
Decatur, GA
Estados Unidos, julio de 2019
Prólogo
(2000)
Al comienzo del siglo XXI podemos echar una mirada sobre la abundante cosecha de luchas sembradas a lo largo del tiempo por cristianas y cristianos de la base, cuyas creencias religiosas sostienen sus afanes cotidianos por sobrevivir y por lograr que florezca la justicia. Estas personas son admirablemente capaces de explicar sus propias creencias y prácticas religiosas, y nosotros, teólogas y teólogos académicos comprometidos, hemos encontrado en sus explicaciones una fuente muy rica para nuestro trabajo teológico y una bendición para nuestras vidas. Los teólogos y las teólogas, al igual que la teología hispana/latina, damos fe de la validez de este proceso.
Al empezar este siglo también puede escucharse el clamor de los grupos marginados y oprimidos que afirman con insistencia: “Esta vez, no nos borrarán de la historia”. Los movimientos populares de la década de 1960 hicieron visible la violencia y la opresión ejercida tanto por los gobiernos como por las estructuras económicas y las organizaciones e instituciones sociales. Los latinos y las latinas, todos marginados social y políticamente, y la mayoría también oprimidos económicamente, hemos heredado este legado de lucha; y nuestro grito, cuando insistimos en la validez y el valor de cómo vemos la realidad, es un eco del de nuestros antepasados. La teología hispana/latina expresa claramente nuestra relación con lo divino, a la vez que insiste en nuestra manera particular de hacer teología.
Nuestro quehacer teológico se ha comprometido con dar voz al entendimiento y a las prácticas religiosas de nuestro pueblo, prácticas que están al servicio de las luchas de liberación.
Los(as) teólogos(as) hispanos/latinos continuamos insistiendo en que durante las últimas dos décadas hemos logrado establecer en forma indisputable nuestro quehacer teológico, un logro que Eduardo Fernández examina magistralmente en este libro. Sin embargo, los llamados “teólogos establecidos” y los que gobiernan las Iglesias parecen no prestarnos la debida atención. A menudo sentimos que nuestro esfuerzo cae en el vacío, y no es hasta que vemos la importancia de nuestro trabajo para nuestro propio pueblo que nos regocijamos en su valor. Podría pensarse que los logros de la teología hispana/latina en el mundo académico y en el eclesial son limitados; sin embargo, estamos convencidos de que nuestro quehacer teológico ha contribuido a la creación de un eje de resistencia y solidaridad, a la construcción de una visión liberadora.
Fernández deja claro que el quehacer teológico hispano/latino no es monolítico, sino que es un trabajo enriquecido con diferentes perspectivas, todas ellas enraizadas en las luchas de nuestro pueblo. Señala, además, aunque socave su propio trabajo en este libro, que los teólogos y teólogas hispanos/latinos nos resistimos a todo intento de clasificar nuestro quehacer teológico siguiendo los lineamientos de cualquier tipología reconocida. Al dialogar con el autor acerca de sus planteamientos, hemos insistido en que la hibridez de nuestros trabajos no permite que se les ciña a modelos teológicos establecidos, y le agradecemos profundamente que haya respetado cómo entendemos y proyectamos nuestra teología. La teología hispana/latina es tan mestiza/mulata, tan híbrida, como nuestra cultura, como nuestro idioma, como nuestra cotidianidad.
La cosecha de Eduardo Fernández es valiosísima precisamente por poner de manifiesto los muchos hilos teológicos que las(os) teólogas(os) hispanas/latinas hemos heredado y usamos en nuestro trabajo. Su cuidadoso análisis destaca cómo la teología hispana/latina está firmemente atrincherada en nuestra cultura mestiza/mulata, la cual nos enseña a no insistir en que somos totalmente distintos (“¡únicos!”), sino a insistir en todo momento en nuestra propia especificidad. ¡Pero esta especificidad es también característica de todas las demás teologías: las tradicionales, las contemporáneas, las oficiales y las teologías de la liberación! Este estudio también es valioso por el enfoque comparativo que nos ofrece a los(as) teólogos(as) hispanos/latinos respecto a la aportación de cada cual y que sin duda debemos tomar en consideración.
Las últimas páginas del libro, en las que Fernández mira hacia el futuro, tienen gran importancia. La lista de lo que debe hacer la teología hispana/latina en un futuro inmediato es significativa. Considero que Eduardo Fernández y otros teólogos(as) hispanos/latinos “más jóvenes” que los teólogos(as) examinados en este libro, deben de tomar la iniciativa en estas tareas. Es igualmente urgente escuchar la llamada que hace Fernández de la necesidad que hay de incluir a la juventud y sus culturas en nuestro quehacer teológico.
Dos áreas más de la “lista de deseos” que presenta Fernández me parecen relevantes. Una de ellas tiene que ver con la crítica que hace de que la teología hispana/latina carece de profundidad teórica. Mi perspectiva acerca de este tema es diferente. Creo que la teología hispana/latina ha estado a la vanguardia del trabajo que se ha venido haciendo para reformular en qué consiste lo teórico en la teología. Hemos insistido en que el trabajo teórico no es una prerrogativa exclusiva de los académicos y que las personas de la base también desarrollan una labor intelectual. Hemos insistido, por otra parte, en lo necesario que es usar “lo cotidiano” y “la experiencia” como lentes hermenéuticos para poder analizar diferentes aspectos de la vida de nuestro pueblo. Creemos que estas categorías —cotidianidad y experiencia de vida— son herramientas de tanto o más valor que el conocimiento especulativo, para lograr el propósito de la labor teórica. La insistencia de la teología hispana/latina en la importancia de la cotidianidad y la experiencia de vida de nuestras comunidades, no es indicio de una falta de base teórica profunda, por el contrario, es una contribución al replanteamiento del significado de lo teórico. Esta insistencia es elemento central de una epistemología responsable: conocemos la realidad si nos responsabilizamos de ella, y si luchamos por crear sociedades de las que nadie sea excluido.
Por último, Fernández señala la necesidad de prestar atención a las mujeres hispanas. Algunas de nosotras siempre hemos hecho teología desde la perspectiva de las latinas. Sin embargo, solo unos cuantos de nuestros colegas hombres han tomado nuestro trabajo en serio. Pocos entienden que ellos hacen su trabajo desde una perspectiva masculina; y al no prestarle atención a las hispanas, cuando hablan de los hispanos/latinos, en realidad tienen como punto de referencia solo a los hombres hispanos/latinos. Las latinas somos más del 50 % de la