Mujeres viajeras. Luisa Borovsky
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Mujeres viajeras
Política, derechos y aventuras desde miradas pioneras
1864-1920
Selección, introducciones, traducción y notas de Luisa Borovsky
Borovsky, LuisaMujeres viajeras / Luisa Borovsky ; comentarios de Luisa Borovsky. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora, 2020.Libro digital, EPUB - (Biografías y testimonios)Archivo Digital: descargaTraducción de: Luisa Borovsky.ISBN 978-987-8388-12-01. Diario de Viajes. 2. Feminismo. 3. Historia. I. Título.CDD 910.4 |
biografías y testimonios
Editor: Fabián Lebenglik
Diseño: Gabriela Di Giuseppe
Producción: Mariana Lerner
1ª edición en Argentina
1ª edición en España
Las traducciones de los fragmentos de los textos de Lina Beck-Bernard, del francés, y de los fragmentos de los textos de Florence Dixie y Katherine Dreier, del inglés, fueron realizadas por Luisa Borovsky.
© Adriana Hidalgo editora S.A., 2019
ISBN: 978-987-8388-12-0
La editorial agotó las posibilidades de búsqueda de los derechohabientes de los textos incluidos en este volumen y está a disposición en caso de haber omisiones involuntarias.
Queda hecho el depósito que indica la ley 11.723
Prohibida la reproducción parcial o total sin permiso escrito
de la editorial. Todos los derechos reservados.
Índice
Eduarda Mansilla. Viajera distinguida en “Yankeeland”
Selección de Recuerdos de viaje
Lina Beck-Bernard. Claroscuros de la vida en Santa Fe
Selección de El Río Paraná. Cinco años en la República Argentina
Juana Manso. De los Estados Unidos a Cuba
Selección de Viaje a Estados Unidos
Florence Dixie. Hazañas en la Patagonia
Selección de Travesía en la Patagonia
Katherine Dreier. La mirada de una sufragista norteamericana.
Selección de Cinco meses en la Argentina desde el punto de vista de una mujer
Ada Elflein. Una maestra precursora del turismo aventura
Selección de Paisajes cordilleranos
Juana Rouco Buela. Cuando es forzoso partir
Selección de Historia de un ideal vivido por una mujer
Bibliografía
Introducción
Penélope esperó durante años que Odiseo regresara de sus travesías. Sólo fue admisible para ella un viaje: el recorrido, simbólico y real, que la trasladó de la casa paterna a la de su esposo.
Mientras los hombres se lanzaban a empresas de exploración y conquista, las mujeres de la Antigüedad permanecían inmóviles en su hogar. El Medioevo les otorgó una forma de viaje permitido: la peregrinación a los Santos Lugares. En el siglo IV, Sor Egeria, una monja española, llegó a Jerusalén, a las ciudades de los apóstoles y a los santuarios de los mártires. El Itinerarium Egeriae es el relato de su viaje, el primero escrito por una mujer, observadora y protagonista a la vez.
Durante el Renacimiento, artistas e intelectuales humanistas viajaron a Italia para tomar contacto con la cultura clásica, anunciando los Grand Tour, las giras educativas por Europa que en el siglo XVIII realizarían los jóvenes aristócratas británicos. Esos itinerarios estaban reservados a los varones; por entonces las mujeres sólo podían desplazarse como acompañantes de sus maridos para preservar en el extranjero el ambiente familiar de su lugar de origen. Aun desde ese lugar, el viaje les abrió nuevos horizontes. Dejaron de ser espectadoras pasivas de los desplazamientos de otros para convertirse en observadoras de nuevas dimensiones espaciales y emocionales, e incluso en narradoras que exploraban la propia subjetividad: su mirada curiosa empezó a transformarse en literatura de viaje, un género en el que se amalgamaba el propósito testimonial con el registro privado, íntimo, de la autobiografía, el diario o las cartas que reponían la experiencia personal.
Con la descolonización y la creación de nuevos Estados, el siglo XIX impuso la necesidad de definir una identidad para las naciones emergentes, tanto desde las nuevas metrópolis como desde las antiguas colonias. Ese momento de cambio coincidió con el surgimiento del feminismo que, a su vez, empezó a esbozar una nueva identidad para las mujeres. Ya no escribieron recluidas en sus casas o en los conventos, y durante el avance hacia la emancipación civil y política que alcanzarían en la centuria siguiente, reseñar sus viajes fue una manera de apropiarse de ciertos derechos exclusivos de los varones. Accedieron así a la escritura como profesión y, en consecuencia, a la esfera pública.
Estas escritoras proyectaron en sus narraciones la imagen que tenían –o deseaban tener– de sí mismas, y oficiaron –cada una a su manera– como traductoras de lo ajeno a los términos de la propia cultura, articulando diferencias para los lectores que ellas mismas creaban en sus textos.
Como nos muestran las protagonistas de este libro, en cada caso las motivaciones personales enmarcan el relato. Son, en su mayoría, las de la burguesía trotamundos: huir de la realidad cotidiana, ir en busca de aventura, lograr la realización personal, escoltar al marido. Hay, sin embargo, entre estas viajeras, una militante anarquista que escapa de la persecución política. Para unas, la Argentina es el punto de partida. Para otras, el lugar de destino. Sus miradas y sus voces son plurales. Todas tienen algo en común: el viaje las impulsa a recrear el itinerario en la memoria, para escribirlo, para invitarnos a recorrerlo junto con ellas.
Eduarda Mansilla
Viajera distinguida en “Yankeeland”
En la literatura de viajes escrita por mujeres argentinas, Eduarda Mansilla es pionera. En mayo de 1880 sus Recuerdos aparecieron como folletín en La Gaceta Musical. En 1882 –veinte años después del viaje que relata y diez años antes de su muerte– se transformaron en libro: Recuerdos de viaje. La portada de la edición original indica que se trata del “Tomo primero”, el que comienza con el relato de su llegada desde Europa a los Estados Unidos cuando empezaba la Guerra de Secesión y concluye cuatro años más tarde, cuando los acontecimientos políticos de la Argentina obligaron a Eduarda y su familia a partir: “... fue menester decir adiós á Yankeeland para volver al Viejo Mundo. Con el andar de los tiempos, aquel adiós resultó ser tan sólo un hasta la vista. En un segundo tomo contaré mis impresiones de esa vuelta á la triunfante Union Americana”, anuncia la autora. Sin embargo, nunca escribió ese prometido segundo tomo.
Cuando el libro –escrito a instancias de sus amigos– se publicó en Buenos Aires, el nombre de Eduarda Mansilla era reconocido en los círculos culturales porteños desde hacía dos décadas. Había publicado dos novelas, el primer libro argentino