El Precio de un Pueblo. Tom Wells
Rut.
En Booz encontramos a un pariente redentor. Sé que el nombre suena raro, pero tengo una buena razón para usarlo. Las dos partes de este término encajan bien con el significado de una palabra hebrea que aparece en la historia varias veces. Me explico:
La ley de Dios proveía que el pobre pudiera recuperar la tierra que se hubiera visto obligado a vender debido a su pobreza. El que podía comprar la tierra para él (el redentor) era un hermano o algún otro pariente cercano. De ahí viene el nombre “pariente redentor”.
Cuando terminó la cosecha, Noemí y Rut no tenían ningún otro medio para alimentarse, pero poseían un campo.3 Podían venderlo para obtener el dinero que necesitaban para vivir, y eso es lo que decidieron hacer. Eran libres de vendérselo a cualquier hombre de Israel, pero tenía sentido ofrecérselo a un pariente redentor. ¿Por qué? Porque era muy probable que le pidieran a él que lo comprara más adelante de todos modos. Al vendérselo a él directamente, mantendrían la tierra en la familia y puede que él estuviera dispuesto a darles un precio mejor que cualquier extraño.
En la historia de Rut, la venta de la tierra estaba ligada a algo más: el matrimonio. Podemos entender por qué querría casarse una viuda, pero en este caso había algo más. El primer marido de Rut, Malón, habría sido el heredero del campo que estaban vendiendo Rut y Noemí. En su ley, Dios deja claro que quiere que la tierra pase de padres a hijos, pero eso planteaba un problema. ¿Y si un hombre no dejaba hijos? Al fin y al cabo, Malón había muerto sin descendencia. En ese caso el Señor ordenaba que interviniera el hermano, quien debía tomar a la viuda como esposa y darle un heredero que sería considerado hijo del hombre muerto.
Pero, ¿y si el hombre muerto no tenía hermanos? La letra de la ley no decía nada sobre ese caso. No había ningún mandato adicional.
En Booz vemos a un hombre que se preocupaba por guardar el espíritu de la ley de Dios. Estaba dispuesto a casarse con Rut y a darle un heredero a Malón. Sólo había una cosa que lo detenía: existía otro pariente más cercano, y Booz tuvo que esperar para ver qué hacía dicho pariente. Cuando éste se negó a tomar a Rut como esposa, Booz redimió la tierra y se casó con Rut. Al final de la historia vemos a Noemí recibiendo las felicitaciones de las mujeres de Belén por el nacimiento de su nieto, Obed. “Loado sea Jehová” le decían, “que hizo que no te faltase hoy pariente, cuyo nombre será celebrado en Israel.” Y Obed se hizo famoso por ser el abuelo del Rey David.
El casamiento de Rut y el nacimiento de su heredero nos interesan, pero lo que más nos importa es la redención de la tierra y el rescate de Rut y Noemí de la pobreza. Eso requería un pariente redentor, y Booz desempeñó ese papel.
La historia de Rut nos enseña que cualquier verdadero pariente redentor poseía estas tres características:
1. Tenía que ser un miembro de la familia.
2. Tenía que contar con la capacidad de redimir. Puesto que la redención se producía con respecto a una deuda, la esclavitud o la muerte, el pariente redentor no podía tener deudas, ni ser esclavo, (¡ni estar muerto!), y debía tener de sobra para poder ayudar a otro.
3. Tenía que tener un corazón dispuesto.
Booz encajaba bien en esta descripción. Era un pariente cercano, era adinerado y estaba dispuesto a usar sus bienes para liberar a Rut y a Noemí de su angustia.
Cuando vayamos al Nuevo Testamento y a la historia del Señor Jesús, veremos a Dios formando una nueva familia. Como esa familia estará formada por personas necesitadas, incapaces de ayudarse a sí mismas, hará falta un pariente redentor. Y cuando éste venga, hará lo que hace un pariente redentor: rescatará a su pueblo mediante el pago de un precio, el precio de su propia muerte. Como Dios es el padre-redentor (Isaías 63:16) del Antiguo Testamento, así el Señor Jesús será el hermano-redentor (Hebreos 2:14-17) del Nuevo Testamento.
¡La redención es cosa de familia!
4LA REDENCIÓN EN EL NUEVO TESTAMENTO (PARTE UNO)
Ahora es el momento de analizar la muerte del Señor Jesús en conexión con la palabra redención. Para ello, le recuerdo que más de 1000 años separan los días de Moisés y Rut de los de Cristo.
Como todos sabemos, las cosas cambian en 1000 años. Cuando nació Cristo, Israel ya no era una nación independiente. Era un territorio perteneciente a Roma con una cultura teñida de influencias griegas hasta el punto de que el griego era el idioma que se empleaba habitualmente. Por eso el Nuevo Testamento se escribió en griego, y no en hebreo. De hecho, el lenguaje hebreo que se habla en Israel en la actualidad era una lengua muerta cuando Cristo vino al mundo. Los judíos hablaban lo que llamamos arameo.
¿Por qué es importante todo esto? Porque las palabras reflejan el mundo de las personas que las usan. Tendremos que analizar la palabra redención con estos cambios en mente. Los judíos como Pablo estaban empapados del Antiguo Testamento, pero eran hombres del mundo romano y griego también, y eso afectaba la manera en que hablaban y escribían.
Hemos visto que tanto los hombres como las propiedades podían ser redimidos en el Antiguo Testamento. Los hombres podían ser redimidos de la esclavitud o de la muerte. Un buen ejemplo fue el éxodo de Egipto. El Señor sacó a Israel de la esclavitud y les dio a los israelitas una tierra y una vida en la cual no morirían por el capricho de un amo extranjero. Con este acto estableció un modelo del pariente redentor de Israel. Sin embargo, cuando los judíos hacían lo mismo y redimían a sus parientes, pagaban dinero. Ellos “compraban” a su pariente de la esclavitud o de la muerte. De esa manera, redención vino a significar “libertad mediante el pago de un precio”. (Quizás la idea de “precio” estuviera siempre incluida en la palabra. Muchos estudiosos así lo creen.)
¿Qué encontramos en el mundo del Nuevo Testamento? Algo muy similar.
Sabemos que la guerra ha jugado un papel muy importante en la historia del mundo. Por todo el Imperio Romano existían esclavos que habían sido tomados en las batallas. Nadie se preocupaba por ellos. Si tenían parientes en sus ciudades, aquellos parientes no sabían si estaban vivos o muertos. En su mayoría, los esclavos eran esclavos y ya está.
Pero había excepciones. Supongamos que usted estuviera en una batalla y capturara a un noble. ¿Qué hacía con él? Puede que en su tierra hubiera alguien dispuesto a pagar una buena cantidad para liberarlo. Si su libertad valía más para usted que sus servicios, quizás permitiría que fuera rescatado. Usted perdería un esclavo, pero ganaría un buen dinero. A los esclavos tendría que darles de comer, pero el dinero lo podría poner en el banco.
Este ejemplo es bueno porque nos muestra lo que pensaría un hombre del siglo primero si escuchara la palabra griega para redención. Para nosotros puede tener otras connotaciones, pero en el Imperio Romano lo que vendría a la mente es libertad de la esclavitud pagando un rescate.
Hay otro ejemplo importante de aquel tiempo. Hasta ahora la idea griega para redención, como la he descrito, tiene poco que ver con la religión, pero en el mundo griego también se pensaba en la libertad de los esclavos como acto religioso. Veámoslo.
Bajo la ley griega, un esclavo podía ganar la libertad si conseguía reunir el precio que pidiera su amo por él. Eso sería difícil, claro, y casi ningún esclavo lo lograba, pero no era imposible. Luego, con el dinero en la mano, el esclavo y su amo iban al templo de un dios y el esclavo les daba el dinero a los oficiales del templo. Ellos, a su vez, lo usaban, una vez descontados sus honorarios, por supuesto, para “comprárselo” al amo para el dios del templo en cuestión.
Pero el proceso era una mera ficción jurídica. El esclavo no se quedaba para servir al dios, sino que era liberado y obtenía un documento que incluía como parte del texto la expresión “para libertad”, “con la condición de que sea liberado” o alguna similar como comprobante de su nueva condición. De esa manera, nadie podría decir que había sido comprado para hacer las tareas del templo. A veces el hecho de que hubiera sido liberado se esculpía en las paredes del templo, y el hombre podía volver a mirarlo cuando quisiera y usarlo como prueba de su libertad si alguien