Lutero y la vida cristiana. Carl Trueman

Lutero y la vida cristiana - Carl Trueman


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la Edad Media. La facultad de leyes era una de las tres facultades superiores, junto con la de medicina y la de teología, y para entrar, el estudiante tenía que pasar primero por el plan general de estudios en artes, lo cual hizo Lutero. Por tanto, él era alguien normal para su época al buscar una educación dentro de lo común. Este comienzo ordinario, sin embargo, habría de ser dramáticamente interrumpido.

      Fue en 1505, mientras regresaba a la universidad después de visitar a sus padres, que Lutero se encontró en una situación que cambió su vida para siempre. Atrapado en una tormenta eléctrica, casi muere cuando un rayo cayó a su lado. Hoy, consideramos este tipo de cosas como fenómenos naturales, el resultado de desequilibrios iónicos masivos en la atmósfera creados por la colisión de cristales de hielo a gran altura; sin embargo, en los tiempos de Lutero, tales cosas eran actos sobrenaturales de Dios, indicaciones de juicio divino. En consecuencia, cuando el rayo cayó a tierra junto a él, Lutero se arrojó al suelo y gritó, “¡Sálvame!, Santa Ana, ¡y me convertiré en monje!”. Ya que Santa Ana era la santa patrona de los mineros, muy probablemente fue algo instintivo para Lutero llamar al santo que era presumiblemente central para la devoción de la casa en la cual creció.

      Toda la evidencia sugiere que Lutero era un joven bastante serio y profundo. Tal voto a Dios, incluso hecho en el pánico de lo que debió parecerle el momento de su muerte, era para él un asunto muy serio, y a los pocos días se presentó a la puerta del claustro Agustiniano en Erfurt.

      La elección de la orden Agustiniana podría parecer significativa en un principio. Dado que lleva el nombre del gran obispo Agustín de Hipona, el gran oponente de Pelagio, ¿es posible que Lutero haya elegido esta orden debido a su perspectiva de la gracia de Dios? Es poco probable. El nombre ciertamente fue tomado de Agustín, pero la orden en sí no estaba particularmente comprometida con un agustinismo puro. De hecho, ya que toda teología medieval era en cierta medida un diálogo con Agustín, uno podría decir que toda la teología medieval podría clasificarse como Agustiniana en el sentido más amplio.

      La decisión de Lutero de abandonar una carrera en derecho potencialmente lucrativa y perseguir una vocación monástica resultó extremadamente molesta para Hans, y la relación padre e hijo se vio seriamente deteriorada por algunos años. En estudios modernos sobre Lutero, esta situación ha llevado al psicoanalista y escritor Erik Erikson a argumentar que las luchas teológicas de Lutero fueron realmente una proyección sobre Dios de su disputa con su padre terrenal.4 De este modo, Lutero presuntamente buscaba estar bien con Dios cuando, en realidad, estaba tratando de estar bien con su padre. Los cristianos evangélicos han tendido a descartar la tesis de Erikson como especulativa y reduccionista. En efecto, aunque es indudablemente reduccionista hacer de la teología de Lutero un simple reflejo de sus ansiedades personales sobre su familia, también es cierto que la relación entre un padre y un hijo es a la vez compleja e importante. Por lo tanto, es lógico que la desaprobación de Hans respecto al traslado de su hijo al claustro impactara la vida de Lutero de manera significativa.

      Quizá, el momento más crítico en el drama padre-hijo, vino como resultado de otra decisión que tomó Lutero: convertirse en sacerdote. Los monjes eran miembros de órdenes religiosas, pero no necesariamente estaban ordenados para el sacerdocio y, por lo tanto, no tenían los deberes sacramentales y las responsabilidades pastorales del párroco. Lutero, sin embargo, fue ordenado sacerdote en 1507 y ofició su primera misa. El momento fue muy dramático para él: no solo estaba presente su padre, sino que Lutero también sabía que, como sacerdote, estaba de hecho preparando, tocando y sosteniendo el cuerpo y la sangre reales de Cristo en el pan y en la copa. La pregunta que consumió el alma de Lutero durante muchos años se agudizó en este punto: ¿cómo era posible para él, sabiendo lo pecaminoso que era, estar tan cerca de un Dios santo y justo?

      Los protestantes que vinieron más tarde a menudo olvidaron que las luchas existenciales de Lutero con la justicia de Dios no pueden separarse de su teología sacramental. La misa dejó una impresión duradera en su alma, no solo por el hecho de que estaba preparando a Dios, sino también porque más tarde llegó a ver la concepción medieval de esta como la pieza central de una justicia por obras, que solo servía para engañar a los individuos llevándolos a creer que estaban haciendo buenas obras. Nunca fue la transubstanciación lo que encontró tan detestable en el sacramento medieval; era la implicación del sacrificio, de ofrecerle algo a Dios, lo que le resultaba tan perturbador.

      En 1508, Lutero fue trasladado de Erfurt a la relativamente nueva Universidad de Wittenberg. Fundada en 1502 por Federico el Sabio, el elector de Sajonia, este sería el hogar de Lutero, con breves excepciones, por el resto de sus días. Más tarde en la historia de Lutero, esta universidad fue importante por dos factores particulares. En primer lugar, era una institución nueva y, como tal, su fundador estaba ansioso por que se hiciera famosa. Por eso, no es muy sorprendente que Federico ejerciera su influencia para proteger a su polémico profesor cuando Lutero adquirió una mala reputación en 1517 y en adelante. En ese entonces, igual que ahora, había una sensación de que toda la publicidad podía al menos transformarse en buena publicidad, si era el momento adecuado.

      El otro factor significativo fue la ubicación de la institución en el Electorado de Sajonia. Si bien el Sacro Imperio Romano había sido fundado por Carlomagno en el año 800, este había experimentado un desarrollo político considerable durante la Edad Media. Bajo la Bula de Oro de 1356, se estableció que el emperador debería ser nombrado por el voto de un colegio de siete electores, entre los que se contaba el príncipe de Sajonia. Así, cuando Lutero se trasladó a Wittenberg en 1508, quedó bajo la autoridad —y, fundamentalmente, bajo la protección— de un elector imperial. Esta posición efectivamente le dio a Federico el Sabio poder político e influencia más allá de lo que la fuerza económica y militar de su territorio podría haber indicado. Con el transcurso de la historia, también significó que Lutero estaba mucho más seguro allí de lo que podría haber estado en otro lugar.

      Por el resto de su vida, Lutero tendría el doble papel de profesor de teología y pastor. Como profesor, siguió la carrera profesional estándar de un teólogo a finales del Medioevo, dando conferencias sobre los Cuatro Libros de Sentencias de Pedro Lombardo y luego sobre grandes secciones de las Escrituras. La ignorancia y el esnobismo del protestantismo moderno se burlan de la Edad Media por no haber interactuado con el texto de la Escritura. Si bien es cierto que el texto preferido —de hecho, para la mayoría, el único texto accesible— era la Vulgata Latina, se esperaba que el profesor medieval promedio hubiera realizado más exégesis de las Escrituras—antes de ser considerado remotamente competente como teólogo—que cualquier profesor de seminario en Norteamérica actualmente.

      Entre 1510 y 1511, Lutero viajó a Roma por cuestiones de negocios para la Orden de los Agustinos. Como le ha pasado muchos, antes y después, su visita a la Ciudad Eterna5 fue una experiencia profundamente conmovedora y conflictiva. Además de su evidente importancia histórica y teológica, quedó impresionado por las oportunidades de devoción que la ciudad representaba, con su multitud de reliquias y artefactos religiosos. Sin embargo, también fue testigo de primera mano de la corrupción que coexistía en medio de la piedad. Las imágenes de exceso que le presentó la corte papal moldearían sus opiniones posteriores sobre el papado y, de hecho, alimentarían el tipo de retórica que felizmente desplegó contra el mismo.

      De vuelta en el aula, Lutero continuó trabajando en la exégesis de los libros de las Escrituras, particularmente los Salmos y la Epístola a los Romanos. Este trabajo rutinario tendría un gran impacto en su teología, ya que condujo a dos cambios importantes en su pensamiento entre 1512 y 1517. Primero, cambió de opinión sobre la naturaleza del pecado y el bautismo. Le habían enseñado que el pecado era un hongo, similar a un pedazo de yesca. La implicación era que el pecado era una debilidad que debía ser tratada a través de los sacramentos. En cierto sentido, tal comprensión del pecado significaba que el bautismo se entendía como una especie de atenuación del problema o una solución temporal. Una vez que el pecado mostraba su fea cara en la vida del sujeto después de haber sido bautizado, entonces era necesario un tratamiento moral adicional en la forma de los otros sacramentos. Lutero, sin embargo, se convenció de que el pecado significaba que los seres humanos estaban moralmente muertos. Exploraremos esto con más detalle en los capítulos posteriores, pero el punto


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