El pueblo en movimiento. Gloria De La Fuente

El pueblo en movimiento - Gloria De La Fuente


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funcionamiento, pero yo creo que más allá de esa crítica a su funcionamiento ideal, digamos, de la pérdida de legitimidad de un espacio político, lo que hay también, es un descontento no solo por cómo funciona esta democracia, sino respecto de la capacidad de un régimen político y de los actores que se mueven en él para resolver los problemas de la sociedad y de la gente, y de imaginar y plantear el futuro. En el fondo, hay una demanda por una democracia realmente representativa al mismo tiempo participativa en lo institucional y una democracia que hemos calificado como democracia expresiva y que es la que se manifiesta en las calles. En este sentido, no deja de ser interesante el último informe de The Economist, donde lo que plantea es que Chile por primera vez pasa a ser una democracia plena precisamente por las manifestaciones en las calles, por la organización de cabildos, es decir, por todo aquello que la gente siente como democracia en la cual ella está presente. Que no es solo la democracia participativa de tipo institucionalizada, sino que son, además, precisamente, las movilizaciones. No deja de ser importante eso que un momento que se ve como de crisis, sin embargo, sea el momento en el cual se considere a Chile por primera vez como una democracia plena.

       DMP: ¿Cómo leemos bien esta nueva forma de democracia?

      MAG: Creo que lo que está planteado es un nuevo orden social que respete la dignidad, que suprima los abusos, que avance cada vez más en la igualdad, y un régimen político en el cual la voluntad de la gente, la capacidad de representar los debates, los medios de comunicación, de alguna manera estén todos en la misma sintonía de generar una comunidad política con todas sus diversidades. En ese sentido uno diría que estamos en presencia de una mutación del sentido de la democracia y una búsqueda de instituciones nuevas que sean capaces de expresar este nuevo sentido de lo que hemos llamado una democracia expresiva, pero también, los componentes de una democracia deliberativa no están presentes en el régimen actual. Existe un cuestionamiento bastante profundo, y esto no solo en Chile, de la capacidad del régimen político de resolver los problemas de sociedades globalizadas, entonces, en medio del desprestigio de la política esa demanda se expresa en Chile fundamentalmente en términos de una demanda de una profundización de la democracia y de la superación de todas aquellas trabas que existen en términos de expresión de la voluntad popular y por lo tanto, de creación de mecanismos que amplíen la soberanía popular. Esto significa que está planteado un piso ético que hace que los actores, al menos algunos muy significativos y la opinión pública misma, no descansen mientras no vean avances, lo que significa a su vez que las movilizaciones en sus diversas formas van a continuar, a veces encauzadas por el proceso constituyente, otras como protestas sin canalización.

      Esto es, como ya se ha señalado en la literatura, empieza una mutación de la democracia, en el entendido que va a ser siempre un régimen político pero un régimen que va a tener como lo más democrático la combinación de inclusiones democráticas con experiencia democrática de los grupos y sectores sociales, y esa experiencia democrática no puede ser vista solo por un pueblo considerado como la pura posibilidad de expresión de demandas individuales, de protestas, de descontento, tiene que ser también generación de una voluntad colectiva. Y yo creo que el gran problema de la democracia chilena es que estamos en presencia —y creo haberlo dicho en otros puntos de la conversación— de una sociedad profundamente dividida en donde no existe lo que se llama el affectio societatis, es decir, la voluntad de todos de construir, algunos le llamaron una casa común, un mundo común, un país, una comunidad política. Lo más debilitado en todo este tiempo ha sido precisamente la idea de polis, y existe la idea que los problemas se resuelven fundamentalmente a niveles individuales o de expresiones de grupos fácticos. Entonces, precisamente yo diría que las movilizaciones pueden ser leídas también, y el estallido, en términos de la crítica bastante radical a la democracia que existe y la apelación o postulación utópica de una democracia que sea realmente expresión de la soberanía popular entendida no solo como la suma de las expresiones individuales sino como la expresión de una voluntad colectiva de construir una sociedad.

       GDF: Entonces ¿estamos frente a un cambio de paradigma o una coyuntura crítica en nuestro sistema político? ¿qué podemos esperar del futuro?

      MAG: Creo que el estallido puede ser considerado, sin duda, una coyuntura crítica, un momento crítico, y uno podría decir ‘mire, este ciclo de momentos críticos comienza el 2011, 2012, y esta podría ser una culminación. Es la tesis que han sostenido algunos. Que estamos en una coyuntura crítica en el sentido técnico del término es fundamental. Ahora, las coyunturas críticas, es obvio que pueden tener distintas evoluciones, pueden transformarse en un proceso que recoge el conflicto central de esa coyuntura crítica y, por lo tanto, uno podría decir “pueden llevar al cambio de época”. Las coyunturas críticas pueden ser el inicio de una nueva época y entonces en ese sentido logran un carácter fundacional. Es, como podríamos señalar, lo que ocurrió con la coyuntura crítica de los 20 en Chile en que emergió, después de varios años, el tipo de sociedad con las reformas consiguientes posteriores, que conocimos hasta el momento de la dictadura. Por supuesto que el golpe militar fue una coyuntura crítica, obviamente negativa, y también generó un cambio de época. Creo que aquí estamos también en esta posibilidad que esta coyuntura crítica genere un proceso largo y complejo, un proceso de fundación o refundación de las bases de nuestra convivencia y de los proyectos del futuro. Si ello no fuera así, el país viviría una época también larga de descomposición y crisis permanente.

      En este sentido, tengo la impresión de que el estallido es una coyuntura crítica. El movimiento social que lo desencadena es un movimiento muy diverso y que no tiene un solo actor que lo controle, es un sujeto complejo, un movimiento que es continuación, pero al mismo tiempo transformación del movimiento 2011-2012, es decir, el movimiento de superación de la sociedad pospinochetista en términos de los desafíos que la sociedad plantea hoy día, con sus nuevas características, los nuevos principios de la modernidad que vienen del paso de una sociedad industrial de Estado nacional a una sociedad postindustrial globalizada, que algunos han llamado sociedad informática, digital, en fin. Entonces, hay componentes civilizatorios que van más allá de un solo cambio de época política.

      La importancia de la demanda y del movimiento feminista es una expresión de eso. También lo es la demanda o el movimiento medioambiental y todas estas voces que son fundamentales, a mi juicio, están de alguna manera presentes cuando se produce la demanda por superar la actual sociedad que a mí me gusta llamar la sociedad pospinochetista o de neoliberalismo corregido. La actual sociedad que se quiere superar es el actual modelo económico social heredado de la dictadura y corregido por la Concertación, pero que no dejó de ser, y no deja de ser visto, a veces con mucha rabia, como un orden social abusivo en que mandan los poderes fácticos y que generan desigualdades, injusticia y abuso. No solo eso, sino que también se incluyen los elementos de esta crisis de la modernidad donde los principios de horizontalidad, por ejemplo, son fundamentales, y donde todas las instituciones son cuestionadas. Hay que pensar lo que pasó en Chile en cuatro o cinco años, la institución clásica de nuestra sociedad que era la familia, el matrimonio, ha sido cuestionado no solo del punto de vista como forma de vida, no solo desde el punto de vista institucional, las leyes de divorcio y todo eso, sino también como institución en sí misma. El tema del matrimonio igualitario, por ejemplo, es evidente que tiene un componente civilizatorio.

      En estas crisis, entonces, se expresan también conflictos en torno a principios que han venido arrastrándose desde hace siglos. La dureza de la crítica feminista al orden patriarcal es de orden civilizatorio. Entonces, lo que tenemos no es solo la demanda por un nuevo orden social político y económico distinto al que heredamos, sino incorporar en eso las dimensiones civilizatorias que tienen que ver con el medioambiente, con las relaciones de género, con la diversidad cultural, etc. Y esto es lo que está en juego. De ahí la profundidad y la extensión de la crisis que vivimos y la sensación para muchos que se tambalea el piso completo.

      Ahora, todo esto, cuando hablamos de alguna coyuntura crítica o de algún estallido, hay que plantearlo en términos cuidadosos, porque, como ya dijimos, puede ser que el aspecto “movimiento” o “proyecto”, que incorpora estos componentes de superación de la sociedad heredada desdeictadura con las transformaciones que ha tenido y la generación en todo el mundo de nuevos modelos de modernidad,


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