El pueblo en movimiento. Gloria De La Fuente
ver con el precio del combustible, es decir de nuevo el tema del transporte que opera como detonador, como también en Francia con los chalecos amarillos en que hay dos aspectos que son importantes a considerar para el caso chileno. Uno es el tema del impuesto al combustible, y que se ubica en el corazón de algunas contradicciones, porque resulta que ese impuesto a los combustibles forma parte de los compromisos que Francia había tomado para la crisis climática, porque era uno de los países más atrasados al respecto, y eso hiere a un sector muy determinado que necesita el auto como instrumento de su trabajo y que no puede tener otra cosa que el auto o el camión para trasladarse porque es un sector de población que está entre lo rural y lo urbano. La segunda cosa de importancia y de diferencia con el caso chileno es que ahí estamos en presencia de un actor preciso: son los que tienen chalecos amarillos, son los que hacen tales o cuales cosas en la sociedad, no es toda la sociedad, pero que afecta al conjunto de ella como en Mayo del 68 que son los estudiantes, pero que paraliza Francia completo, y entra toda la sociedad en el conflicto de distintas formas.
Hay, entonces, un segundo contexto: en Chile hubo una revolución o transformación capitalista y autoritaria de la sociedad que no existió en ninguna otra dictadura. Que tampoco existió en ningún otro régimen democrático. No hay nada parecido a lo realizado por la dictadura chilena. No digo en la parte política, por la represión, porque hubo represión en Argentina igual o peor a la chilena, Uruguay, igual o peor a la chilena, Brasil, etc. Pero ninguno de estos países fue una dictadura transformadora, a lo más, en los otros casos descompusieron un sistema.
GDF: ¿Transformadora o refundacional?
DMP: Revolucionaria.
MAG: Estoy diciendo transformadora en el sentido refundacional o revolucionaria. Entonces aquí hubo una revolución capitalista, es el único país en el cual un tipo de capitalismo que es el neoliberalismo transformó la forma de organización, de constitución de la gente, de los actores sociales, de la educación, de la salud, de la organización territorial, de la administración regional, absolutamente de todos los aspectos de la vida social y cotidiana.
DMP: Y qué pasó después con el retorno a la democracia que no se cambió lo que había, hubo acuerdos de la transición.
Creo que no hubo acuerdos, o sea, no hubo consenso, hubo imposición. Ahora, una vez que a usted le imponen y usted se ve obligado a entrar en un sistema, usted puede que diga ¿y por qué voy a cambiar lo que estoy haciendo, si en diez años reduje la pobreza del 50 al 10%, si subí en diez a quince años el ingreso per cápita de 5 mil a 20 mil dólares, si tengo tratados con todos los países del mundo, si amplié la matrícula universitaria, logré cobertura total en los niveles primarios y secundarios? ¿Por qué voy a cambiar? Si además he ganado casi veinte elecciones, si soy mayoría. Por supuesto que los problemas que siguen de esa visión están marcados por la imposición original, pero la propia visión se adapta a ella. Lo que la elite política vio fue básicamente sus logros y no que de lo que se trataba era de cambiar el conjunto del sistema heredado y para lo cual tenía mayoría social y política, que debía usar para impulsar una transformación de las instituciones generadas por la dictadura para impedirlo. El argumento de que, con Pinochet como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, se hizo todo lo que era posible y hacer loas a eso, impide plantearse lo elemental ¡y tener a un asesino y criminal como comandante en jefe, no permite calificar la transición de ejemplar! En términos estrictos no hubo consenso en el sentido de acuerdos fundamentales, sino que hubo imposición, y adaptación a ello, de un orden que permitía algunas modificaciones y superaciones de déficit, lo que en gran parte se hizo, pero respecto del cambio de los fundamentos impuestos de ese orden el debate fue acallado.
GDF: Por el problema de la gobernabilidad.
MAG: Por el problema de la gobernabilidad, y eso era básicamente la amenaza de la regresión autoritaria. Bueno, todo el mundo sabía que el día 5 de octubre en la noche, Pinochet intentó hacer un golpe, y que desde ese momento cualquier análisis serio muestra que era imposible que lo hubiera hecho, si no le resultaba esa noche. Entonces no había ningún riesgo de regresión autoritaria, ese es el punto, pero eso no se debate, los que decíamos eso quedamos excluidos. Entonces cuál es el problema: es una elite que no hizo el debate interno, que no entendió ni consultó a historiadores ni pensó, sino que quedó obnubilada con el éxito. Entonces se hizo lo que se pudo, no se pudo cambiar el orden social.
GDF: Pero hubo un debate incipiente que fue el del 97.
MAG: Exacto. En realidad, uno puede hablar de tres visiones o posiciones respecto de esto. Por un lado, había quienes decían “esto es lo único que podíamos hacer, no se puede hacer otra cosa, porque viene una regresión autoritaria…”. Este es el mundo de los pragmáticos. Una segunda posición era la de los que se planteaban una crítica al modelo socioeconómico y político, pero con dificultades para plantear una alternativa. No nos gusta el modelo, se puede cambiar, pero sin fuerza o propuesta alternativa global. Este es el mundo de los llamados en el seno de la coalición de gobierno autoflagelantes. Y el mundo crítico donde estaba Tomás Moulian, yo y otros dentro y fuera de la Concertación.
DMP: ¿No había propuesta de modelo alternativo en el seno del sector gobernante?
MAG: Así es. Hubo sectores que no pudieron imponer la idea de que había que hacer algo distinto, que había que superar el modelo neoliberal, y se apoyaban en estudios, entre otros, el informe PNUD 1998. Paradojas de la modernización (inicialmente se llamaba Malestar de la modernización) y muchos otros, pero, como hemos dicho las críticas no tuvieron la fuerza para transformarse en proyecto alternativo.
Y por último estaba el mundo de los satisfechos con lo realizado, no solo porque era lo único posible sino también porque era lo deseable y lo mejor. Este sector tuvo enorme fuerza en el gobierno, quizás inicialmente tenían la visión de lo único posible, pero terminaron de alguna manera entusiasmándose, amando lo que se estaba haciendo sin ninguna autocrítica. Así, hay un sector al cual usted puede achacarle lo que el mundo del Frente Amplio le achaca a toda la Concertación y no es justo achacárselo a toda la Concertación.
O sea, o “no se pudo”, “no se supo” o “no se quiso” plantear la cuestión central que muchos años después —a partir de las movilizaciones de 2011-2012 y retomada por el programa del segundo gobierno de Bachelet—, se impondría hasta hoy y que está en el fondo del estallido: la superación del modelo de sociedad heredado de la dictadura, solo parcial aunque significativamente corregido por la Concertación.
DMP: Además desconectado de la base social.
MAG: Sí, pero aquí hay que aclarar esto: ¿dónde estaban los movimientos sociales y los ciudadanos? Los mismos estudios muestran que estaban en gran parte consumiendo o en los malls. El ciudadano no es solo una víctima, aunque sí sea una víctima. Hay una mutación que se iba produciendo de un demos, que antes eran las clases, el pueblo o la ciudadanía clásica, a una mezcla de ciudadano consumidor, que defiende sus derechos pero que extiende sus derechos a sus aspiraciones de consumo.
GDF: Esto es parecido a lo que vimos en el debate sobre el tema de pensiones, mientras el movimiento social levantaba la idea de un sistema que sea efectivamente solidario, más lejano de la capitalización individual, lo que mostraban las encuestas es que las personas estaban más en la lógica individualista de “mejórenme a mí la pensión”.
MAG: Exactamente. Entonces todo eso fue generando un tipo de sujeto social, no político, que va a rechazar lo político institucional. Pero ¿cuándo empieza a rechazar lo político institucional? Por un lado, debido a las consecuencias del modelo socioeconómico y cultural que enfatizaban el individualismo y, por otro lado, la conducción elitaria de la coalición de gobierno, la Concertación, a lo que se agregan posteriormente los casos de corrupción que fueron generando esta ruptura entre la política institucional, especialmente los partidos, y la sociedad y los actores sociales. La derrota de la Concertación en las elecciones por primera vez con el triunfo de Piñera en 2010, provocada menos por la “derechización” del electorado que, por la propia