La intervención en Trabajo Social. Viviana Verbauwede
en el Centro de Salud, en la creación de un espacio nuevo, distinto a lo esperado, a lo asumido, a lo demandado, y ello lleva implícito la riqueza del desafío para ella como profesional, para el equipo que conforma, para las mujeres que comparten el espacio, para la institución y también para la política social de salud, ya que esta propuesta rompe y pone en cuestión lo instituido. Uno de los aspectos sobresaliente del trabajo profesional sobre el que nos relata Mabi es que la búsqueda del reconocimiento institucional de la propuesta del grupo de mujeres “Nunca es tarde para soñar” es la necesaria interpretación en términos institucionales de que el proyecto es valioso, aporta, significa. Los Trabajadores Sociales, por defecto profesional, naturalizamos realizar prácticas en los márgenes, en el borde de lo instituido, en la grieta y a veces abandonamos la lucha de la inclusión en términos formales, orgánicos, de nosotros mismos y de nuestras prácticas profesionales; esto es a lo que no querían renunciar Mabi y Cristina, quienes como práctica de salud −hacia fuera− instituían un grupo de mujeres y −hacia dentro− instituían el reconocimiento de un espacio saludable diferente. Tal vez sin ser del todo conscientes de las consecuencias que esto acarreaba estaban haciendo una pequeña/gran transformación en las prácticas de salud y en el espacio profesional.
También este artículo fuertemente anclado en la reflexión de la práctica profesional nos revela algo distintivo: la planificación y evaluación. Mabi pone en evidencia no solo la metodología, lo técnico operativo sino la necesidad de utilizar herramientas de planificación otorgándole al proyecto un espacio, un tiempo para reflexionar, planificar, evaluar en equipo. Una muestra de esta elección no discursiva sino práctica es que cierra su artículo compartiendo las actuales reflexiones del equipo sobre la dependencia-autonomía del grupo de mujeres.
Mariela Pérez comienza su artículo realizando una afirmación fundamental pensando con quienes construimos nuestro espacio profesional los trabajadores sociales y reflexiona sobre el saber compartido, las experiencias, el posicionamiento, la desventaja del género en un espacio fuertemente masculino. Se mete con un tema tan difícil para nuestra profesión como lo es el sistema penitenciario, el castigo, la pena, la sanción social, moral. Mariela nos describe los rostros de los internos planteándonos que “…al reconstruir la historia de vida se puede concluir que son personas cuyos derechos han sido vulnerados desde la niñez o la misma gestación…” El relato de Mariela es desgarrador porque nos pone frente a las duras consecuencias de lo que ella llama la desatención de necesidades sociales básicas (seguridad afectiva, económica, protección y tiempo de dedicación) además de las necesidades básicas insatisfechas habituales como vivienda, alimentación, trabajo, entre otras.
A Mariela no le fue fácil construir su espacio profesional en una institución donde el rol adjudicado de “… solucionador de problemas o auxiliar en tareas que correspondían a otros y no se cumplían” estaba al orden del día en los requerimientos de los internos, y por otro lado la visión del Director: “…Uds. no son funcionales al sistema...” Para Mariela es una sanción discursiva, que marcó claramente una diferencia. Para nosotros visto desde otro lugar: ¡Qué bueno!, que el director pueda notarlo. Esto es muy significativo porque entonces estaban haciendo algo distinto a lo esperado, a lo establecido, a lo ordenado y que era nada más y nada menos que no ser funcional a un sistema opresor, degradante, deshumanizante, como es el penitenciario. Como si fuera poco Mariela nos narra elocuentemente el motín del año 2000 con la institución tomada y la reacción del Estado, de ese Estado que haciendo uso legítimo de la fuerza se constituye en opresor y al mismo tiempo abandona en decisiones burocráticas y formalistas la institución a la que él mismo dio origen. Frente a ésta y otras acciones Mariela tiene la fortaleza de afirmar “Pero no podemos caer en la inacción de la crítica misma (…) Es necesario ser conscientes del poder de nuestra intervención, en la acción y la palabra”.
2- La construcción del espacio profesional entre las instituciones, las políticas sociales y los sujetos de derecho
En esta sección se presentan los artículos de colegas que reflexionan sobre diferentes espacios de intervención y cómo la construcción de los mismos los interpela poniendo en tensión el lugar de los derechos, que la implementación de las políticas sociales posibilitan, habilitan y también en algunos casos obturan. Nos invitan a que no dejemos de ver a esas políticas sociales en el entramado mismo de la vida cotidiana, en la vida de todos los días, otro aspecto que nos distingue, y que nos encuentra a los Trabajadores Sociales con otros actores sociales, con otras profesiones, y con personas de carne y hueso, con sus necesidades y también, con sus recursos y potencialidades.
También nos invitan a seguir mirando lo que aún falta efectivizar, y a que nos preguntemos que significa hoy el ejercicio pleno de los derechos, y reconocer que todos los derechos son fundamentales.
Rosana Pieruzzini, Laura Arioli y Carina Rebosio nos introducen –a través de su quehacer diario− en la construcción de uno de los escenarios de la intervención profesional: las políticas alimentarias y como éstas se territorializan, poniendo su foco en lo barrial, así es como las autoras ubican a las organizaciones comunitarias cumpliendo un rol social significativo. Describen la heterogeneidad de las mismas, algunas de ellas centradas en lo político partidario, otras más vinculadas a lo religioso confesional y otras reconocidas por la realización de actividades promocionales con niños/as y adolescentes. Desnudan sus formas de organización: individuales, familiares, clientelares, con apoyos; nos muestran una de las características que asume el trabajo territorial, la mediación: “.los mediadores hacen favores (distribuyen comida y medicamentos) a sus potenciales votantes, pero no están solos en la tarea. Tienen un «círculo íntimo» de seguidores. Estos son los satélites personales del mediador (.) Este círculo íntimo se relaciona por medio de fuertes lazos de amistad duradera, de parentesco real o ficticio.” y esto las conduce a re-preguntarse por el clientelismo político y la carga negativa que éste tiene en el poder que otorga el dar. Las autoras repiensan su ejercicio profesional desde el pragmatismo de la gestión burocrática y la racionalidad instrumental del Estado introduciendo los conceptos de visión ingenieril y arquitectónica.
No queremos finalizar este comentario sin señalar que resulta significativo que las autoras hayan elegido la reconstrucción narrativa de la visita al comedor comunitario para presentarnos las singularidades de la implementación de la política social y de la intervención del Trabajador Social, valorando de esta forma una de las funciones históricamente adjudicadas y asumidas del ejercicio profesional: la visita en terreno, la visita domiciliaria.
Rubén Zabinski comienza su artículo con un epígrafe que es todo un posicionamiento ético político, por un lado el de animarse a compartir con el otro lo que uno está pensando −por consiguiente someterse a críticas y malos entendidos− y por otro lado considerar a ese interlocutor construyendo un diálogo. Rubén parte de la convicción que el conocimiento requiere ser revisado permanentemente y que esta tarea se hace con otros, eso lo lleva a compartir sus reflexiones “...un tópico vinculado a temas de Niñez y Adolescencia, vista desde el desarrollo de las políticas públicas y el lugar de la participación y sus formas y desafíos para Trabajo Social (...) y las otras disciplinas y actores de las Ciencias Sociales”. Rubén continúa con su posicionamiento ético político cuando interpreta que la política es un tema demasiado serio para dejarla en manos sólo de los políticos y recurre al conocimiento y responsabilidad que tienen las ciencias sociales sobre ello; pero ahonda más en su postura y nos interpela como Trabajadores Sociales, planteándonos que por nuestra profesión y nuestros habituales espacios de intervención profesional estamos en la arena pública, y que no asumir este desafío es escindir la dimensión política de nuestra profesión, es no asumir el gobierno del ámbito en el que se desarrolla la tarea profesional. Estas reflexiones las vincula directamente con la “Ley de protección integral de los derechos de las niñas, niños y adolescentes”, planteando que no parece existir un correlato en las prácticas ni en el diseño de las políticas públicas, inclusive en las propias intervenciones de los Trabajadores Sociales.
El nudo crítico −plantea Rubén− “...está en la escases de experiencias y prácticas participativas en el ciclo de las políticas públicas de niñez. Asistimos a la vigencia de un modelo dominante de planificación vertical y normativa...” y nos invita revisar nuestros supuestos básicos