El despertar de un asesino. Jorge Eguiazu
no estaba viendo mientras caminaba.—comenzó a decir J.C. mientras alzaba la mirada para ver a quién se había llevado puesto.
Cuando la línea de su visual se topó con los ojos fríos y llenos de maldad de Andrés, se estremeció. Un frío instantáneo e inmenso le recorrió la espalda como si fuera una gota de sudor frío.
Aunque logró serenarse rápidamente, su miedo volvió de la misma manera, cuando Andrés lo agarró con sus dos manos del cuello de la chomba verde que llevaba puesta, y lo alzó un poco en el aire.
—¿Por qué carajo no miras donde caminas, nerd de mierda?— Le gritó de tal forma que todo el parque se enmudeció.—
—Eres una vergüenza para esta escuela, no entiendo como tu mamá no te regaló en adopción o te dejó tirado en algún basural.— continuó.
En ese momento, casi toda la multitud que estaba jugando y realizando otras actividades se congregó frente a la disputa iniciada. La naturaleza humana es principalmente curiosa y un hecho como el que estaba ocurriendo hacía que todas las personas quisieran saber que pasaba y ver como terminaba.
Si bien las personas presentes entendían la situación, separando las cosas entre el bien y el mal, sabían que no convenía meterse con Andrés, por lo que nadie se interpuso en la pelea, ni para separarlos ni evitar lo que sea que podría llegar a pasar.
Andrés, en su papel principal novelesco, siguió gritando y maldiciendo a J.C., diciéndole tantas groserías y puteadas que con el contenido de su vocabulario se podría hacer un libro pequeño de frases hirientes y malintencionadas.
Juan Cruz, en su estado de cagazo total, y ensordecido por los gritos, no se percató del artilugio que prepararon los amigos de Andrés. De igual manera, fue tan rápido lo ocurrido, que pensó que, aunque lo hubiera visto o incluso sospechado, le hubiera sido muy difícil escapar del mismo.
En un momento dado, Andrés, que todavía lo tenía agarrado de las solapas de la remera, lo empujó hacia atrás con fuerza, y debido a que había una persona detrás de J.C. puesto en cuatro patas, se cayó al suelo, donde previamente habían puesto casi cuatro kilos de mierda de perro que habían juntado para realizar la broma a J.C.
Todos los presentes comenzaron a reírse a todo pulmón. Era como un reflejo, donde uno mismo no tiene control, y su cuerpo se pone a reír a carcajadas, aun sabiendo que estaba mal hacerlo. Se rieron hasta que cada persona fue perdiendo sus fuerzas. Algunas hasta desprendieron lágrimas de llanto al hacer un esfuerzo sobre humano para no reír. Además, la risa era contagiosa, por lo que era aún más difícil intentar frenarla. Simplemente salían de sus bocas, aunque no quisieran.
14
Mientras J.C. era empujado hacia la mierda de perros, al caer vio un rostro entre la multitud que nunca había visto. Se enamoró instantáneamente de ese rostro al que describió como angelical. Su caída fue como en cámara súper lenta, devorando con sus ojos ese rostro tan lindo y precioso, que no le importó lo que le estaba sucediendo.
Cuando cayó abruptamente, lo primero que hizo fue dirigir la mirada hacia donde estaba la muchacha. La vio reírse, pero de una forma tímida y triste, como si ni siquiera se diera cuenta de lo que hacía. Ese fue el momento en que J.C. juró que iba a tratar con todas sus fuerzas y armas que Andrés no se metiera más con él. Necesitaba utilizar todo su tiempo libre en conquistar a aquella chica, y no perder el tiempo en esconderse y evitar que Andrés y sus amigos les hicieran las bromas y fechorías a las que casi ya se estaba acostumbrando.
15
Debido a que ya casi estaban terminando el año, J.C. no tuvo mucho tiempo para pretender conquistar a la chica de sus sueños. De igual manera, antes de intentar nada, tenía que averiguar todo lo posible. Él era tan meticuloso que no se atrevería a probar algo hasta tanto no sepa todo sobre ella. Quería conocer su pasado, su presente y hasta conocer sus anhelos, sus sueños y su ideal de futuro.
En esas vacaciones de verano, su amor ideal se fue a la casa de unos tíos, por lo que no tuvo más remedio que esperar. Durante ese lapso soñó con conquistarla y enamorarla. Violeta iba a ser su novia, y no importaba cómo ni cuándo. Lo iba a ser de una manera u otra.
16
El siguiente año empezó con el pie izquierdo. Andrés había duplicado sus esfuerzos por hacerles la vida imposible a J.C. y a Pedrito. Aunque parecía, y no sabía por qué, ese año había comenzado con más énfasis en maltratar a Pedrito que a él.
Andrés parecía dominado y poseído por algún ser sobrenatural de pura maldad. Hacía cosas nuevas que demostraban que su locura había aumentado enormemente. Realizaba robos dentro de la escuela, de todo tipo de cosas, elementos escolares, dinero, prendas, e inclusive, les robaba a los profesores. Una vez le robó al profesor de dibujo técnico las llaves de la moto, y se la llevó a dar vueltas por la ciudad, y luego la dejó tirada en un callejón interno, debido a que se había acabado el combustible.
También había empezado a realizar obras de vandalismo, a romper los vidrios de las ventanas, los bancos y mesas, incluso hasta rompió la cabeza de la estatua de Sarmiento que estaba en uno de los patios de la escuela. Ni hablar de los miles de grafitis escritos y dibujados en todos los muros de la escuela. Había en interiores como exteriores, de una agresividad inusitadamente alta, tanto a profesores como a alumnos.
Una vez, hasta amenazó a una alumna con un cuchillo que había traído de su casa, con la intención de que ella le chupe la verga. Aunque éste hecho era un rumor, los que lo conocían creían que era verdad.
Al pobre de Pedrito le hacía la vida imposible. Casi la mayoría de las cosas se las hacía a él, salvo cuando estaban juntos. Ahí la ligaban juntos.
Estos sucesos habían producido un cambio en la actitud de Pedrito. Se lo veía cambiado. Más temeroso, más retraído. Ya casi no hablaba. Y cuando estaban juntos hablaba todavía menos. J.C. no entendía por qué, pero respetaba a Pedrito y decidió que cuando el tiempo lo disponga se aclararía todo.
17
Al pasar unos tres meses, Pedrito estaba más retraído que nunca. Ya ni siquiera comían juntos. Tampoco realizaban muchas cosas en forma conjunta. Se habían separado, y aunque seguían siendo amigos, ya no tenían la relación de antes.
Mucha culpa de eso también se debía a la actitud de Juan Cruz, ya que dedicaba su tiempo en conquistar a Violeta, y aunque ella no le daba importancia, la acosaba cada vez más seguido. Le enviaba flores, cartas de amor, regalos, la esperaba a la salida de la escuela y muchas otras cosas más. Sin éxito.
Un día martes, J.C. se dirigía al comedor de la escuela para comer un pequeño tentempié mientras repasaba unos resúmenes para el próximo examen que tenía. Caminaba plácidamente por el pasillo principal de la sala, donde hacia ambos lados se llenaba de alumnos sentados en las sillas, comiendo, charlando y descansando. Esta vez estaba demasiado lleno el lugar y creía que le iba a ser difícil sentarse, más aún debido a que todavía había cierta exclusión para con él.
Había ya caminado la mitad del recorrido cuando de pronto sintió un gran tirón hacia bajo en sus pantalones, con lo cual quedó totalmente desnudo frente a muchísimos chicos y chicas, compañeros de escuela. Otra vez se oyó la característica carcajada que tantas veces había sentido. Inclusive alcanzó a ver pequeños haces de luz provenientes de celulares y de aquellas personas que no tienen dignidad por los demás, y le sacaban fotos o grababan en video la vergüenza que le impartían.
—Otra vez el hijo de puta de Andrés.—pensó J.C.
—Ya me tiene hasta el culo este malnacido.—continuó pensando.
Al darse vuelta y enfrentarlo, mientras al mismo tiempo se levantaba los pantalones, su sorpresa fue inmensa al ver a Pedrito enfrente de él. Quedó estupefacto, inmóvil, sin poder decir nada de nada. No sabía cómo reaccionar. Aunque tampoco tuvo que hacer mucho. Pedrito fue el que reaccionó.