¿Somos todos peronistas?. Sergio Berensztein

¿Somos todos peronistas? - Sergio Berensztein


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presentaron sus propios puntos de acuerdo con un sesgo más “productivista” y menos “fiscalista”. Todos querían tener las tablas de los diez mandamientos para salir de la crisis en la que se había sumergido el país, y que todavía persiste. Como era de esperar, la dinámica electoral se impuso y terminó desplazando la idea del diálogo y los consensos: se trataba de la mejor iniciativa, pero el peor timing. El escenario se polarizó aún más con el lanzamiento de la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández –con la novedad del segundo lugar que se reservó Cristina para sí–, y más tarde con Mauricio Macri-Miguel Ángel Pichetto (senador del PJ), una jugada pragmática, que implicó un intento de ampliación de la coalición oficialista. Pichetto, además, es un candidato que conforma al denominado “círculo rojo”.

      La candidatura presidencial de Alberto Fernández también implica un giro pragmático por parte del peronismo, en acuerdo con el kirchnerismo. En este sentido, están dadas las condiciones para que se logren luego de las elecciones acuerdos relevantes.

      Como suele ocurrir, la democracia y la competencia política impulsan en la sociedad nuevas esperanzas, generan un aire fresco más allá de que los candidatos sean nombres que no se renovaron. Pero, detrás de las luchas por el poder, los egoísmos y las vanidades de la política, existe la posibilidad de que surja algo distinto. La posibilidad está. Una vez más.

      Este libro busca indagar en esa nueva posibilidad. Por eso, está lleno de matices, con idas y vueltas, con más preguntas que respuestas, y más hipótesis que definiciones concluyentes. Pero lo importante es que el sistema democrático, a pesar de todas sus falencias, permite alentar nuevos horizontes. Tiene y puede mejorar significativamente, pero su contribución a renovar la legitimidad de origen de nuestros gobernantes es sin duda crucial. De hecho, Macri es el primer presidente no peronista que terminará su mandato (aunque varios presidentes peronistas también tuvieron problemas de gobernabilidad, como Isabel Perón, Adolfo Rodríguez Saá y el propio Eduardo Duhalde).

      En el Capítulo 1 se valora el sistema y las renovadas esperanzas que cada elección genera en la ciudadanía, a pesar de que la política muchas veces parece dilapidar el capital político que le otorga el electorado. De hecho, el sistema democrático demostró tener la capacidad suficiente para solucionar, al menos, parte de los problemas más importantes.

      El Capítulo 2 describe la actualidad nacional de cara a las elecciones presidenciales: un gobierno debilitado, la oposición fragmentada, una sociedad con altos índices de desafección política y una escasa oferta de candidatos nuevos.

      En el Capítulo 3 se define la dinámica de la crisis en función de las elecciones, los cambios de hábitos en el consumo, la presión tributaria y cuánto influye la economía en la decisión del voto de los ciudadanos. ¿Votamos con el bolsillo? Sin duda, pero nunca solamente con eso.

      En el Capítulo 4 se analiza la coalición electoral que es exitosa, pero que nunca llegó a funcionar como una coalición de gobierno. Se revisan el papel de Elisa Carrió y la importancia de su alianza con Macri, aun cuando se trate de un vínculo volátil; el papel de la UCR como un aliado conflictivo, pero crucial en términos territoriales; el estilo hiperpresidencialista, y las peleas dentro del núcleo duro del PRO.

      El Capítulo 5 repasa el rol de Cristina Fernández de Kirchner en el actual proceso electoral, cómo tomó la decisión de “bajarse” de la carrera a la presidencia, aunque garantiza seguir teniendo influencia política pública. También examina a los candidatos fallidos de Alternativa Federal, el pragmatismo de los gobernadores para adaptarse a un entorno cambiante e incierto, además de los sindicatos, que, aunque divididos y debilitados, siguen siendo actores fundamentales, y la vuelta de muchos al PJ. Por último, el fenómeno de Roberto Lavagna, víctima del giro pragmático de las dos fórmulas dominantes y también de sí mismo.

      El Capítulo 6 es un análisis acerca de por qué en Argentina no hay cabida para un Bolsonaro. En efecto, responde a esa pregunta y a otra más inquietante: ¿o ya tuvimos nuestros propios “Bolsonaros” de baja intensidasd y no exitosos? Se examinan personajes que aparecen por fuera del sistema político tradicional, que llegan como reformistas, sin poder llegar a serlo del todo, en un sistema político que es disfuncional, pero resiliente. Esto es: los problemas que aparecieron fueron resueltos institucionalmente –pensemos en la crisis de 2001– y también fue el mismo sistema el que marcó límites a posibles aventuras de radicalización, como ocurrió en el segundo mandato de Cristina Fernández.

      El Capítulo 7 abarca las fortalezas y debilidades de los principales candidatos de este proceso electoral. Lo que se puso en valor en las numerosas elecciones provinciales previas a las PASO fue el votante moderado, que eligió a los oficialismos, salvo en el caso de Santa Fe y Tierra del Fuego, donde ganaron candidatos con gestión comprobada. Es decir, los votantes se mostraron pragmáticos, premiando gestión y solución de los problemas. También se observan las fortalezas y debilidades de Juntos por el Cambio y del Frente de Todos, junto con sus ventajas relativas; qué gana y qué pierde el presidente Macri al peronizarse; el potencial de la figura de Pichetto; el conflicto entre los pañuelos verdes y los celestes impactando en las elecciones; la movida de Cristina en el tablero político, a la que siguió la de Macri; cuáles serán las dudas en la real influencia de La Cámpora en un eventual gobierno de Fernández-Fernández,y qué pasaría si los mercados reaccionan negativamente en función del resultado de las PASO.

      Luego especulamos los escenarios poselectorales, en el Capítulo 8. Es decir, lo que se puede prever que sucedería tanto si ganara Macri como si lo hiciera Fernández, en el mercado financiero y los márgenes de maniobra posibles que tendrían uno y otro para responder a los compromisos con el Fondo Monetario Internacional. ¿Se radicalizará Fernández o dará un giro “a la Menem”? ¿Lo incorporaría a Lavagna a su gabinete? ¿Cuánta paciencia tendrá el mercado financiero a Macri? ¿Qué esperar de un segundo mandato de Macri?

      Finalmente, el Capítulo 9 plantea desafíos esenciales para el futuro del país. Si bien algunos problemas de la democracia se resolvieron dentro del sistema, es imperioso mejorar la calidad de las instituciones. Para ello, entre otras cosas, debería haber consensos estratégicos sobre las políticas urgentes de Estado, respaldados por las principales fuerzas políticas y sociales.

      Salir de la grieta

      Lo relevante de un proceso electoral, y de este en particular, no es (tanto) quién gane las elecciones, sino cómo funcionará el sistema político, particularmente cómo gobernará el presidente electo. ¿Seguirá manteniendo el statu quo para que nada cambie profundamente? ¿O quien lidere el próximo gobierno finalmente hará los acuerdos necesarios para que haya políticas de Estado a largo plazo?

      La Argentina necesita un plan de estabilización para salir de la actual crisis económica –que es muy profunda–: debemos controlar la inflación y, paralelamente, lanzar un programa ambicioso y bien calibrado de reformas estructurales. Quien asuma el 10 de diciembre la próxima presidencia se va a encontrar con un contexto complejísimo en el plano económico y financiero. Al mismo tiempo, deberá lidiar con una deuda interna enorme en materia de pobreza y marginalidad.

      Para esto, será imprescindible que los principales líderes convoquen a un diálogo entre las distintas fuerzas políticas con el fin no solo de salir de la grieta que divide a la sociedad –y que no contribuye en nada a que podamos salir de la decadencia y de la desintegración del entramado social–, sino para que, de una vez por todas, haya políticas de Estado.

      Los deseos de consenso y diálogo son bienvenidos, pero deben dejar de ser palabras para convertirse en hechos reales. Es imprescindible fijar objetivos de mediano y largo plazo con instrumentos adecuados para que mejore el funcionamiento del sistema democrático argentino.

      De esto dependerá, entre otras cosas, que en lo que queda de este siglo el país no siga hundido en la decadencia que arrastra desde hace mucho tiempo. Debemos aprovechar esta coyuntura histórica para consensuar una nueva matriz de funcionamiento de la política que nos permita aprovechar el enorme potencial de desarrollo que sin duda tiene el país.

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