Sexo en la biblia. Juan Antonio Monroy

Sexo en la biblia - Juan Antonio Monroy


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ha podido fijar con pruebas definitivas si Saulo de Tarso estuvo soltero, casado, viudo o divorciado.

      A los judíos dice que hacen lo contrario de lo que enseñan a otros:

      “Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio?

      Romanos 2:22

      Con un ejemplo tomado de la legislación matrimonial del Antiguo Testamento Pablo recuerda que si en vida del marido una mujer se une a otro hombre, será llamada adúltera:

      “Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera”

      Romanos 7:3

      Entre los pecados que excluyen del reino de Dios Pablo menciona el adulterio, que equipara a ladrones, estafadores, maldicientes y otros:

      “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios”

      1ª Corintios 6:9-10

      8. Otros textos

      El autor de la epístola a los Hebreos escribe sobre adulterio en la misma línea de Pablo:

      “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”

      Hebreos 13:4

      Santiago apóstol ha sido muy discutido al emplear la palabra “adulteras” en sentido femenino, al parecer referida solo a la mujer:

      “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”

      Santiago 4:4

      Refiriéndose a los falsos maestros Pedro arremete contra ellos sin piedad en el capítulo dos de su segunda epístola. De ellos dice:

      “Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición”

      2ª de Pedro 2:14

      El Apocalipsis dictado por Cristo desde el cielo al apóstol Juan en la isla de Patmos contiene una dura reprensión contra una mujer a la que llama Jezabel. No está claro si se trata de un nombre simbólico o de una persona concreta de gran ascendencia social, cuya conducta inmoral influía en otros.

      “He aquí, yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella”

      Apocalipsis 2:22

      Capítulo II

      Celestineo

      “La Celestina”, obra literaria del siglo XV atribuida al bachiller Fernando de Rojas, se encuentra entre los libros más leídos, después de la Biblia y el Quijote. En principio fue llamada simplemente comedia, más tarde fue conocida como tragicomedia. El desarrollo, propio de la época, es simple. Calisto, perdidamente enamorado de Melibea, acepta los servicios de una mala mujer, borracha, astuta, experta en engaños y simulaciones, con la intención de lograr el amor de Melibea.

      Con grandes diferencias, la Biblia presenta dos casos que pueden considerarse celestineos.

      Una familia de judíos emigra a Moab a causa del hambre que azotaba Judá. Allí mueren el cabeza de familia y los dos hijos del matrimonio. La mujer, Nohemí, decide volver a Judá. Con ella va una de sus nueras, Rut. Nohemí, bien intencionada, decide buscar un nuevo marido a la joven viuda. Piensa en un pariente cercano, Booz, hombre rico, dueño de campos. Da este consejo a la nuera:

      “Te lavarás, pues, y te ungirás, y vistiéndote tus vestidos, irás a la era; mas no te darás a conocer al varón hasta que él haya acabado de comer y de beber.

      Y cuando él se acueste, notarás el lugar donde se acuesta, e irás y descubrirás sus pies, y te acostarás allí; y él te dirá lo que hayas de hacer.

      Y ella respondió: Haré todo lo que tú me mandes”

      Rut 3:3-5

      El segundo caso se encuentra en el Nuevo Testamento. La Historia la cuentan en sus respectivos Evangelios Mateo y Marcos. Herodías, mujer tan perversa como la Celestina de la novela hizo de alcahueta de su hija Salomé en el dramático relato que describe la decapitación de Juan el Bautista. Esta es la versión de Mateo:

      “Pero cuando se celebraba el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio, y agradó a Herodes, por lo cual éste le prometió con juramento darle todo lo que pidiese. Ella, instruida primero por su madre, dijo: Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista. Entonces el rey se entristeció; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, mandó que se la diesen, y ordenó decapitar a Juan en la cárcel”

      Mateo 14:6-10

      Capítulo III

      Celibato

      Echando mano de la preposición inseparable súper, tan en boga en nuestros tiempos, utilizada por jóvenes, por adultos y hasta por viejos, diré que para la Iglesia católica el celibato es un tema súpersensible.

      El elevado número de libros que se han escrito sobre el celibato a lo largo de veinte siglos formarían una bien surtida biblioteca.

      San Pedro, a quien la Iglesia católica clama como primer papa, era casado. Lo sabemos porque Mateo 8:14 afirma que Jesús curó a la suegra, en cama con fiebre. En cuanto a San Pablo, dice a los corintios:

      “quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo”

      1ª Corintios 7:7

      Pero ¿cómo era él: soltero, viudo, separado, divorciado, casado? No lo dice. A los mismos corintios insinúa que le asiste el derecho de llevar con él a una mujer en sus viajes (1ª Corintios 9:5). Pero en los muchos viajes que se mencionan a partir de Los Hechos de los Apóstoles hasta Filemón, jamás menciona a una mujer como acompañante.

      Biógrafos católicos y protestantes observan que Pablo era miembro del Sanedrín, suprema autoridad administrativa del judaísmo, y para serlo era obligatorio estar casado.

      Según la historia del Cristianismo, durante los tres primeros siglos se ordenaba a sacerdotes y obispos casados. Desde el siglo IV se fue generalizando la idea de que el clero dejara de cohabitar con sus mujeres. Esta disciplina se relajó mucho durante los cuatro siglos siguientes. El Concilio de Trento, que tuvo lugar de 1545 a 1549, de 1551 a 1552 y de 1562 a 1563 impuso el celibato obligatorio para todo el clero de la Iglesia católica, desde sacerdotes, frailes y monjes hasta el papa.

      Tal imposición entra en contradicción con la enseñanza de Jesucristo. En conversación íntima con los discípulos les dice que el celibato debe ser optativo, practicable sólo por aquellos que tengan ese don de Dios:

      “Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse. Entonces Él les dijo: No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado”.

      El Antiguo Testamento no conoce el celibato como forma de vida. Al contrario, considera una desgracia morir sin haberse casado. En esta primera parte de la Biblia el celibato no encaja en los planes divinos.

      El matrimonio es fundamental en la historia de la creación. Dios no está satisfecho de su obra hasta que crea la pareja humana:

      “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”

      Génesis 2:18

      El autor del Génesis pone de relieve que la integridad de


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