La huerta de La Paloma. Eduardo Valencia Hernán
y presiente que el pueblo no está con él.
—¡Don Diego!, ya es hora de reemprender las negociaciones. Todos los asesores están preparados para recibir instrucciones. Es la hora de tomar decisiones.
—¡Alto, alto! —responde con contundencia aún medio adormecido—. Siéntense un momento todos, pues quiero transmitirles algo importante.
Pasados unos instantes…
—Quiero comunicarles mi decisión unánime de dimitir del encargo de formar Gobierno. He reflexionado lo suficiente como para entender que el pueblo no está conmigo y, en esta situación, prefiero retirarme. Dentro de un rato me dirigiré al palacio Nacional a presentar mi renuncia al presidente Azaña. Así que, quiero agradecer el esfuerzo que habéis tenido para conmigo y esperemos que en las próximas horas el destino de España empiece a esclarecerse, muchas gracias a todos.
20 Las brigadas principales que forman la división están dirigidas por los generales Sampedro en infantería; Fernández Burriel en caballería; y Legorburu en artillería. Desde hace días, estos dos últimos han sido los designados por el mando rebelde para encabezar el alzamiento en Barcelona hasta la llegada del general Goded desde Mallorca, después de que este dominase la situación en las Baleares.
En las oficinas de la comandancia del Castillo de Montjuic
Mediodía del ١٨ de julio
—Buenos días, mi capitán. Sin novedad en la guardia de refuerzo.
—Buenos días, Ramírez —responde el capitán Lozano—. Vengo del despacho del comandante y no traigo muy buenas noticias. Parece ser que empieza a haber movimientos de tropas en numerosos cuarteles de la geografía española. El asunto tiene mala espina y mucho me temo que tarde o temprano nos salpique a nosotros.
—¿Sabe usted qué está pasando, mi capitán?
—De sobra lo sabe Ramírez. El descontento que hay en la oficialidad del Ejército y la insatisfacción en todo el estamento militar está llegando a niveles insospechados. Creo que lo que está pasando es que algunos han decidido tomar la iniciativa para imponer orden en este país. Desde luego, las últimas disposiciones efectuadas por el Gobierno de reintegrar en el Ejército a jefes y oficiales condenados en Cataluña por los sucesos de 1934 han provocado cierta inquietud en todo el estamento militar.
—Pero, eso, mi capitán, se parece mucho a un golpe de Estado y creo que no deberíamos apoyarlo.
—¡Ramírez!, no todo es blanco ni negro en la vida de un militar y, a veces, es necesario romper con el orden establecido en pro de una causa superior… En todo caso, usted no se preocupe, y dedíquese exclusivamente a recibir las órdenes de su superior, de esta forma nadie tendrá problemas. ¿Está claro, alférez?
—Sí, mi capitán, ¿ordena usted algo más?
—Retírese hasta nueva orden.
El alférez sale cabizbajo de la reunión con su superior y no las tiene todas consigo. Presiente el peligro inminente y las respuestas evasivas que le han transmitido no hacen más que confundirle en las futuras decisiones que ha de tomar. Pero…, en esos momentos, ¿quién tiene claro lo que se tiene que hacer? Mejor será esperar acontecimientos y actuar.
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