SEXO ORAL, Relaciones carnales entre Sexualidad y Lenguaje. Malena Silvia Zabalegui

SEXO ORAL, Relaciones carnales entre Sexualidad y Lenguaje - Malena Silvia Zabalegui


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por el gran tamaño siempre se asocia a lo masculino, pero existe también la contrapartida femenina de este asunto: la cuestión del tamaño del busto de la mujer. Durante la pubertad, apenas las hormonas empiezan a bullir, el establishment sexista empuja a las chicas a inquietarse por el pronto desarrollo de las incipientes lolas. El mercado de la ropa interior les ofrece corpiños con relleno, tasa soft, push-up y/o aro para que sus cuerpos todavía infantiles se eroticen lo antes posible y se presenten al mundo como objetos deseables para la platea masculina. En nombre de una supuesta femineidad ideal que valoriza “las curvas” de la mujer por encima de su personalidad y sus deseos subjetivos, las niñas son instruidas desde temprana edad para construir identidad a partir de su rol en tanto portadoras de un cuerpo penetrable y con capacidad incubadora. De esta forma, pechos, cinturas y caderas se moldean prematuramente en función de un imposible ideal 90-60-90 al que –convenientemente para el patriarcado– ninguna mujer alcanza.

      El marketing cultural sexista es tan fuerte que, ya en la escuela primaria, los varones suelen hacer rankings de sus compañeras con relación al tamaño de los pechos, y a mediados del secundario muchas adolescentes se consideran frustradas si su delantera no es lo suficientemente llamativa. Tanto es así que existe el mito de que en los sectores sociales más pudientes de la sociedad se estila el regalo de implantes mamarios para los 15 o los 18 años de las jóvenes. Si bien la corporación médica desmiente esta práctica tan temprana, el solo hecho de que circule la idea nos confirma que nuestra sociedad tiende a ver las delanteras prominentes como algo positivo. Por eso, cuando los pechos no son los protagonistas principales de la identidad femenina, tildamos a la persona de chata, un adjetivo cuyo sonido inicial /ʧ/ –como vimos– pronostica negatividad. De este modo, aunque sabemos que las prótesis mamarias hacen que la mujer pierda sensibilidad en la zona, además de conllevar un riesgo quirúrgico, sentimos gran ansiedad colectiva por que el busto femenino se vea grande. ¿Será una cuestión estética? ¿Son realmente bellas las mamas abultadas?

      Si bien el concepto de Belleza ha ido variando con el correr del tiempo, existen ciertos parámetros universales –orden, equilibrio, armonía– que definen lo bello en cualquier época y latitud. Desde la Antigüedad, y más tarde gracias a Leonardo da Vinci y su Hombre de Vitruvio, el estudio de las proporcionalidades anatómicas permite distinguir una persona bella de otra que no lo es: así de injusto, pero así de cierto. Si el jorobado de Notre Dame no nos parece bello, por ejemplo, es porque sus ojos no están equilibrados y porque su joroba supone un bulto desproporcionado en su cuerpo.

      ¿Por qué, entonces, deseamos agregar centímetros cúbicos a las mamas de nuestras jóvenes, si el agregado no es más que una joroba anti-natural que hace desestabilizar la armonía natural del cuerpo y esto atenta contra el concepto universal de Belleza? ¿Qué es lo que nos atrae hoy en una mujer –e incluso en una adolescente– con profusa delantera, con escotes exuberantes? Una vez más, nos encontramos con palabras que remiten a la nutrición y, por lo tanto, a la reproducción: profuso quiere decir nutrido, rico, fértil; y exuberante es sinónimo de copioso, abundante, desbordante. Sin embargo, no parece ser belleza lo que desbordan los pechos femeninos grandes, sino leche. O, al menos, la ilusión óptica de contener suficiente leche como para poder alimentar muchas criaturas y asegurar de este modo la supervivencia de la prole y de la humanidad. Dado que, en este caso, el gran tamaño de los pechos estaría justificado por su supuesta utilidad nutricia, el discurso patriarcal celebra los pechos jorobados (jodidamente deformados) y los promueve como “modelo” de “belleza” a seguir.

      De todo lo anterior se desprende que las prótesis para aumentar el busto se llaman mamarias y no pectorales porque la cirugía plástica tiene como finalidad aparentar una “mayor capacidad de amamantamiento” y no simplemente aumentar el volumen de los pechos por motivos de armonía. Esta fantasía de las mamas como exclusivamente nutricias –y no como naturalmente bellas y placenteras en cualquiera de sus formas– se evidencia en la expresión sexista “tener los timbres parados” (cuando el frío o el roce hacen retraer los músculos de los pezones y estos se hacen evidentes a través de la ropa): se trata de una fórmula que asocia la punta del pecho femenino con la punta del pene y por eso supone absurdamente que el pezón “se para” para eyacular/nutrir. Huelga decir que, cuando este fenómeno natural se da en pezones masculinos, ni siquiera lo advertimos. Porque los pechos del varón no se asocian a la alimentación, el discurso binario y utilitario patriarcal nos enseña que a ellos no se les paran los pezones, sino únicamente el pene.

      En resumidas cuentas, parecería que el anhelo de penes largos y el deseo de mamas voluminosas tienen fundamentos que exceden lo racional. Hoy en día, mujeres y varones siguen idealizando zonas erógenas desproporcionadas sin saber muy bien por qué. Sin embargo, para ahuyentar la mala suerte, ellos se cubren un testículo y ellas se protegen una mama: los hombres intentan asegurar su capacidad procreadora, mientras las mujeres intentan resguardar su capacidad alimentaria. ¿Será tan fuerte el mandato reproductivo que nos impulsa a defender la continuidad de la especie antes que la propia vida? ¿O sólo se trata de una costumbre heredada? ¿Qué tamaño tiene nuestra libertad si nos esforzamos por alcanzar cifras que nos son ajenas y nos medimos en base a una planilla de cálculos obsoleta?

      Independientemente del sexo o el género con que ustedes se identifiquen, es más que probable que hayan pensado en el tamaño del pene cuando en el juego preliminar se preguntó acerca de la cuestión del tamaño. ¿Por qué creen que fue así?

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