Colombia. El terror nunca fue romántico. Eduardo Mackenzie
y fue redactado probablemente en el siglo IV antes de Cristo. Allí hay dos frases que definen, en particular, la ética y la determinación humanitaria del médico: «Es con pureza y piedad que pasaré mi vida y ejerceré mi arte» y «En todas las casas a las que tendré que entrar, ingresaré para beneficiar a los enfermos». Ese juramento no dice que el médico puede invocar pretextos para no ayudar a su paciente, como eso de abstenerse si no tiene «condiciones de seguridad adecuadas» para él. Lo que lanza el doctor Gutiérrez, perdón por decirlo francamente, es una mezquina impostura, un insulto a todos los médicos colombianos y del mundo, sobre todo a aquellos que libran, en este momento, en tantos países, un combate peligroso y sin condiciones contra el virus de Wuhan.
Ese horrible grito del órgano comunista explota vilmente la lamentable muerte de Joaquín Satizabal, un conductor de ambulancia de Ginebra, Valle, ocurrida el domingo pasado. Ese deceso que todo el país deplora es utilizado para apoyar la maligna teoría de que el personal hospitalario debe abandonar a sus pacientes porque el gobierno de Iván Duque es, según los mamertos, «negligente». Los dos artículos citados, que rápidamente fueron retomados por la prensa de la dictadura venezolana, insisten en que los trabajadores de la salud de Colombia —médicos, enfermeras, choferes de ambulancias y demás personal técnico—, deben cesar su actividad profesional en la lucha contra el virus en razón de que «el Gobierno Nacional, en cabeza del presidente Iván Duque Márquez, sigue negando la entrega de equipos de bioseguridad al personal que labora en las Clínicas y Hospitales del país»(19).
Tal mentira —que agravará sin duda la situación de miles de personas atacadas por el Covid-19—, es el resultado de las declaraciones absurdas de otro personaje, Sergio Isaza Villa, el inamovible presidente de la Asociación Médica Colombiana (AMC), quien fue el primero en lanzar la consigna de que la política del gobierno de Iván Duque contra la crisis sanitaria «no es coherente con la realidad».
Sin pudor alguno, Sergio Isaza acaparó los micrófonos para gesticular, tras las muertes del médico urgentista Carlos Nieto Rojas y del anestesiólogo William Gutiérrez Lombana, quienes habían sido infectados por el Covid-19. Isaza declaró que tenía «mucha rabia y dolor», pues la muerte del doctor Nieto «era prevenible». Sin ser especialista en virología, Sergio Isaza fue incapaz de explicar cómo esa muerte habría podido ser impedida y se contentó con insultar al gobierno quien, según él, «se ha referido al fallecimiento [de Carlos Nieto] con desdén e hipocresía».
Con no menos virulencia, el líder de la AMC la emprendió también contra Fernando Ruiz Gómez, el ministro de Salud, a quien trató de endilgarle un crimen: que él «no entrega los elementos necesarios para que los profesionales de la salud trabajen protegidos ante esta pandemia».
El atrevido pediatra da a entender que el ministro Ruiz es algo así como un doctor Mengele que tiene elementos guardados en alguna parte y que se los niega a los profesionales de la salud para perjudicarlos. Después vinieron dos otros embustes, basados en declaraciones anónimas: que el gobierno está «amenazando a los médicos» y que está «ocultando información» para que estos no puedan luchar contra el Covid-19(20). Tales embuchados fueron lanzados en Caracas por Colarebo, un portal web de propaganda patrocinado por Russia Today (RT) y Telesur, la televisión de Nicolás Maduro que tiene la obligación de despotricar contra Iván Duque y Colombia todos los días.
Esa fue, obviamente, la señal que esperaban algunos para lanzar todo tipo de chifladuras sostenidas únicamente por activistas políticos y burócratas de la AMC y para desembocar en el llamado criminal a abandonar a los pacientes de Covid-19 por no haber en los hospitales «condiciones adecuadas» de seguridad.
La campaña de Sergio Isaza, expresa, en realidad, los puntos de vista de una organización que nada tiene que ver con la ciencia ni con la medicina: la Central Unitaria de Trabajadores de Colombia (CUT), la cual vió que la cuarentena y la emergencia generada por el virus chino abría para ellos una ventana para sembrar la cizaña y confundir a la opinión.
No hay, pues, en la gritería histérica de Sergio Isaza y de la prensa comunista, un acto de buena fe que intenta ayudar a corregir las deficiencias del dispositivo de emergencia actual sino una serie de pasos deliberados hacia la destrucción y el caos, en medio de la emergencia sanitaria nacional.
La campaña busca desacreditar la ley 100 de 1993. Ella presiona para hacer que todo el sistema de salud en Colombia sea nacionalizado (para adoptar el modelo fracasado de Cuba y Venezuela). Los impulsores de la ola de violentos disturbios callejeros contra el gobierno hace unos meses, gesticulan ahora que el sistema de salud debe ser «revertido». Así dicen dos jefes de la CUT en la carta que ese sindicato le envió, este 11 de abril, a los ministros de Trabajo y Salud.
Esa cruzada no es de ahora. El 6 de febrero de 2018, durante la contienda electoral, el portal web del partido comunista entrevistó al doctor Isaza para que lanzara su idea de «transformar el actual sistema de carácter mercantil en un sistema que se base en el Derecho a la Salud»(21). El 28 de julio siguiente, Telesur le publicó a Isaza un artículo, que fue retomado por la prensa del PCC, bajo el simpático título de «Más para las EPS y menos para la gente»(22). Sergio Isaza es el único médico que, desde hace años, tiene los favores del periódico comunista Voz, y del citado portal web.
Esta semana, la CUT llegó a decir que la actual emergencia sanitaria por el Covid-19 «se debe al modelo de salud adoptado en Colombia con la Ley 100 de 1993, mediante la cual se privatizó la prestación de los servicios de la salud y se adoptó un enfoque de negocio». ¡Qué estupidez!
Esos activistas saben que todos los países golpeados por el Covid-19, incluso los mil veces más ricos que Colombia, como Estados Unidos, Italia, España, Francia, Alemania, tienen todos, en estos momentos, dificultades para eliminar el virus chino. Saben que todos los países fueron tomados por sorpresa por esa pandemia. Saben que la OMS se plegó a los dictados de China y minimizó la gravedad del contagio, razón por la cual Europa y Estados Unidos superaron a China, en pocos días, en número de contagios y muertes. Saben que todos los países, sin excepción, sufren o sufrieron de penuria de material médico adecuado, que muchos carecen, incluso al momento de escribir esta nota, de cantidades suficientes de test para detectar el virus rápidamente. Saben que a muchos países desarrollados les faltaron respiradores artificiales, que en todas partes hubo penuria de solución hidro-alcohólica, y de máscaras para el personal hospitalario, para los médicos del sector privado, para los servidores públicos y para la población en general.
No obstante, Isaza y sus comparsas presentan las dificultades obvias del operativo colombiano contra el Covid-19 como si fuera algo particular y único, como si fuera el resultado de la maldad del gobierno y, peor, como si esas dificultades no existirían si el sistema de salud en Colombia hubiera sido nacionalizado en 1993. Isaza no quiere reconocer que Colombia es uno de los países latinoamericanos que mejor ha encarado la pandemia. No quiere admitir algo que es evidente: que Iván Duque y sus ministros no han sido negligentes y que, pese a los inevitables errores, ha tomado, por el contrario, decisiones prontas e inteligentes contra la pandemia y en favor de los sectores menos favorecidos. La mayoría de colombianos, dicen los sondeos de opinión, reconoce el carácter positivo de esa acción de gobierno.
En España, Francia e Italia, muchos operadores hospitalarios y médicos luchan de forma admirable contra el Covid19. En esos países, donde reina la libertad de expresión, los gobiernos son criticados cada día por las insuficiencias técnicas y por los errores que han podido cometer en la lucha improvisada contra la pandemia. Pero en ningún país nadie, nadie repito, está llamando a abandonar la batalla contra el virus chino. En Francia, ni siquiera la oposición más extrema ha pedido al personal hospitalario salir corriendo ante los riesgos. Aunque muchos de ellos han sido infectados y hasta perdido la vida por batallar heroicamente contra el misterioso virus, el personal de la salud vería tal llamado como un signo de ignominia, como un ultraje a sus valores y como una traición al juramento de Hipócrates.
La infamia que está impulsando el PCC y sus acólitos petristas no tiene nombre. Lo de ellos es ver cómo pueden romper la fraternidad que los colombianos han forjado en estos días de angustia y confinamiento riguroso.
En ningún país, salvo