Preguntemos a Platón. Paloma Ortiz García
lo serían por naturaleza.
MEN.— Desde luego que no.
SÓC.— Puesto que no se da por naturaleza, estuvimos investigando la cuestión siguiente, si se puede enseñar.
MEN.— Sí.
SÓC.— ¿Y verdad que nos pareció que se podía enseñar si la virtud era conocimiento prudente?
MEN.— Sí.
SÓC.— ¿Y que, desde luego, si se pudiera enseñar, sería conocimiento prudente?
MEN.— Ciertamente.
SÓC.— ¿Y que si hubiera maestros es que sería enseñable, pero que si no los había, es que no era enseñable?
MEN.— Así es.
SÓC.— ¿Y también estuvimos de acuerdo en que no había maestros de eso?
MEN.— Eso es.
SÓC.— Entonces convinimos que no se podía enseñar ni era conocimiento prudente.
MEN.— Desde luego.
SÓC.— ¿Pero estamos de acuerdo en que es un bien?
MEN.— Sí.
SÓC.— ¿Y en que lo que lidera correctamente es beneficioso y bueno?
MEN.— Efectivamente.
SÓC.— Y en que solo lideran correctamente estas dos cosas, la opinión veraz y el conocimiento, que el hombre que las posee lidera correctamente —pues lo que ocurre rectamente por algún azar no se debe al liderazgo humano— y que aquello con lo que el hombre lidera hacia lo correcto son esas dos cosas: la opinión veraz y el conocimiento.
MEN.— Así me lo parece.
SÓC.— Por tanto, puesto que no se puede enseñar, ¿la virtud tampoco es conocimiento?
MEN.— Salta a la vista que no.
SÓC.— Luego de dos cosas que son buenas y benéficas, una ha quedado excluida, y no sería lo que lidera en la acción política.
MEN.— Me parece que no.
SÓC.— Luego no es por cierta sabiduría ni por ser sabios por lo que lideraban las ciudades estos hombres, los de cuando Temístocles y los que mencionaba Ánito hace un momento. Y por eso tampoco son capaces de hacer a los demás como son ellos, porque no son así gracias a un conocimiento.
MEN.— Parece que es así como dices, Sócrates.
SÓC.— Luego si no es por conocimiento queda que sea por recta opinión. Sirviéndose de ella llevan rectamente las ciudades los hombres políticos, sin distinguirse en absoluto en punto a conocimiento prudente de los vates y adivinos, pues también estos dicen muchas cosas verdaderas estando poseídos por la divinidad, pero no saben nada de lo que dicen.
Men. 98 b-99 c
Cuando escribe la República Platón sigue aún ocupando su mente en la cuestión de si la virtud puede ser enseñada o aprendida, y afina los resultados: puesto que la virtud, aunque no sea conocimiento, se relaciona con los procesos intelectuales, parece correcto deducir que se aprende con el alma; y parece también que las virtudes nacen gracias a la práctica y la costumbre, salvo la prudencia (el ‘conocimiento prudente’ del pasaje anterior), ‘más divina’, que en su versatilidad lo mismo puede ser ‘útil y beneficiosa que inútil y perjudicial’.
15
Se aprende con el alma
SÓCRATES.— Respecto a ello entonces —dije— hemos de considerar, si eso es cierto, que la educación no es como algunos afirman que es cuando la prometen, que dicen que ellos ponen en el alma el conocimiento que antes no había allí, como si pusieran la vista en unos ojos ciegos.
GLAUCÓN[5] .— Así lo afirman —dijo.
SÓC.— Nuestro relato[6] —dije yo— indica que esa capacidad reside en el alma, así como el órgano con que cada uno aprende: igual que el ojo no es capaz de volverse de lo oscuro a lo brillante más que con todo el cuerpo, así hay que volverse con toda el alma, partiendo de lo que se genera[7] hasta que sea capaz de soportar el mirar hacia lo que es y hacia lo más brillante del ser. Eso decimos que es el bien, ¿verdad?
GLAUC .— Sí.
SÓC.— Por tanto —dije yo— el arte que le corresponde sería el del giro, de qué modo se volverá el órgano del alma lo más fácil y eficazmente posible, no para infundir en él la vista, puesto que ya la tiene, sino para que si no está en la dirección correcta ni mirando a donde debe, conseguir que lo esté.
GLAUC .— Así parece —dijo.
Rep. 518 b-d
16
Las demás virtudes nacen con la costumbre
y el ejercicio, pero en la prudencia hay algo peculiar
SÓCRATES.— Cabe la posibilidad que las demás llamadas virtudes del alma estén en cierto modo cerca de las del cuerpo —de hecho, aunque antes no residan en él se las puede hacer nacer allí mediante la costumbre y el ejercicio—, pero la prudencia da la casualidad de que es más divina que cualquier cosa, al parecer, porque nunca pierde su potencia, sino que por obra de sus virajes lo mismo se vuelve útil y beneficiosa que inútil y perjudicial. ¿O aún no te has percatado, en los llamados ‘malos pero listos’, de qué modo tan penetrante y agudo ve su almita aquello hacia lo que se vuelve? Porque no tiene defectuosa la vista, pero se ve forzada a servir a la maldad, de modo que cuanto más agudamente vea, más maldades lleva a cabo.
Rep. 518 d-e
[1] Ver más adelante, cap. VIII y texto núm. 75 (“Justicia y respeto, dones divinos para la convivencia política”).
[2] Tras esta amenaza inesperada, Ánito abandona enfadado la conversación.
[3] “Los padres”, se entiende.
[4] El texto de los mss. (“ni adquiridas”) ha sido considerado corrupto por ser contradictorio con el resto de la argumentación; lo que traduzco (“sino que son adquiridas”) es conjetura de Apelt.
[5] Glaucón y Adimanto eran hermanos de Platón y aparecen en la República como interlocutores de Sócrates (a partir del libro II, como únicos interlocutores).
[6] Se refiere al mito de la Caverna, relatado un poco más atrás (Rep. VII 514 a-517 d).
[7] Es decir, “lo que nace y perece”.
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