Vidas - Relatos y emociones. Alberto Alexis Martínez
fiesta sigue y ambos comen y beben juntos casi sin separarse durante todo el tiempo... Luego, cuando todo finaliza, cada uno se va para su casa por diez días, hasta que inicia el nuevo año.
Al comenzar la nueva jornada de trabajo, Adam manda llamar a Janet a su escritorio y rápidamente ella se hace presente en su sala.
Ambos se saludan muy afectuosamente, él la convida con un café y sentados uno frente a otro en el escritorio, Adam le indaga sobre sus tareas, pregunta cómo está y cómo se está sintiendo ahora en el departamento comercial o si hay algo más que necesite o que quiera sugerir, así que la conversación va más bien por el lado profesional, hasta que, llegado un momento, él le observa la mano y ve que ella luce aquel bonito anillo.
—Ah, veo que me has hecho caso y has mantenido el anillo como te sugerí... Te queda precioso.
—Sí, es un gran recuerdo que aprecio mucho… —comenta ella.
—Y dime, ¿quién te lo regaló?
—Bien, pero ¿cómo sabe que me lo regalaron...?, porque en verdad así fue, este anillo me lo obsequió alguien a quien yo quería mucho, era mi prima Susy, esto era algo muy apreciado por ella —y en un estado algo emocionada, Janet dice— ella me lo obsequió poco antes de fallecer por un cáncer, ella lo había recibido de un gran amor que tuvo de jovencita según me dijo.
—Si, en efecto Janet, así fue... —responde Adam— porque ese gran amor, fui yo... Ese anillo es exclusivo, me lo hizo un joyero amigo y se lo di a ella cuando yo solo tenía 19 años, antes de ser reclutado y enviado para Vietnam. Cuando regresé, tres años más tarde, ya no la pude encontrar... Solo supe que ella había fallecido, pero ahora te encontré a ti y siento el mayor orgullo de que seas tú quien lo lleve.
Ella le mira, sonríe y no sabe lo qué contestar... Entonces él le dice:
—Eso es un símbolo del más profundo sentimiento humano, el amor.
Ante todo esto, ella sorprendida responde:
—Me ha dejado sin palabras, si esto es un símbolo del amor, entonces jamás saldrá de mi mano, se lo prometo.
—Muy bien Janet —dice Adam poniéndose de pie y acercándose a ella
—Guardaré tu promesa. —ella sin controlarse, se acerca y le da un beso a él en la mejilla, se da media vuelta y se va, pero al salir, se detiene gira la cabeza, le sonríe y luego sigue.
El contacto entre ellos sigue siempre cargado de miradas y sonrisas, pero con total respeto profesional, aunque en las entrelíneas brotan luces de colores.
Todo corre bien, hasta que cierto día, dirigiendo el auto desde su casa, Adam, por esquivar a un transeúnte se despista y su vehículo da varias vueltas quedando él gravemente herido. Prontamente, Adam es conducido en una ambulancia hacia un hospital, donde inconsciente los médicos hacen todo lo posible para salvarle la vida.
Así que la noticia llega a la empresa, Janet sale disparada para el Hospital, hasta que Adam es retirado de la sala de cirugía, prácticamente sin descansar, ella permanece de guardia a su lado cuidándolo y rezando por él durante varios días, hasta que ya se encuentra bastante consciente y ve que ella está a su lado reconfortándolo, entonces él le sonríe, y le dice:
—Sabía que tenía una razón para no morir… —Ahí él le toma la mano, y mirando aquel anillo, balbucea a medias palabras—. ¿Me aceptas?
—Sí, Adam, ¡sí te acepto! —responde ella lagrimeando.
Durante su larga recuperación, Janet, que no se separaba de él, había pedido licencia en la empresa para poder estar a su lado, por lo cual, Adam, sabiendo de esto, mandó al Jefe de Personal que ahora la registrara como Asistente Personal de la Dirección, cargo que continuara ocupando hasta después de la total recuperación de Adam, tras lo cual, se celebró la boda con Janet.
De este modo, la antigua limpiadora, ahora hacía parte de la Dirección de la Empresa, pero ella, siguiendo los pasos de humildad de su marido con relación a los subalternos, tampoco dejaba de bajar a charlar y a veces hasta ayudar a sus antiguas compañeras de limpieza, buscando que nada les faltara y si había algo que necesitaran, ella de inmediato lo conseguía hablándole al oído al director, que, en definitiva, ahora era su marido.
04. EL CRIMEN DEL CONTADOR
No importa dónde, pero el hecho sucedió en un país latinoamericano en el que Martín era un empresario de éxito dedicado a los Negocios Inmobiliarios y tenía como Contador a J. Gómez, que atendía simultáneamente a varias empresas en su oficina.
Cierto día, ante el análisis de documentos contables, Martín que era muy minucioso, encuentra un faltante importante de dinero a través de unas operaciones que no eran de su conocimiento, así que llamó a su Contador J. Gómez para analizar este problema y tras una verificación exhaustiva con él, quedó en claro que Gómez mentía y estaba cometiendo una estafa, lo que luego de una gran discusión acabó cuando Gómez salió muy nervioso ante la presencia de todos los funcionarios.
A los cuatro días, Gómez es encontrado por la limpiadora muerto con un tiro en la cabeza dentro de su apartamento donde vivía sólo, el apartamento, estaba bastante revuelto con cajones abiertos y cosas desparramadas por el piso. La policía comienza a investigar y la primera información que tuvieron, fue la del propio Martín que declaró haberlo visto por última vez el día de la discusión, razón por la cual, pusieron a este como posible sospechoso del homicidio.
Sin cualquier prueba técnica, sin el arma del crimen y sin realizar el levantamiento de indicios, señales, o marcas en la Escena del Crimen, el Fiscal mandó levantar el cuerpo de la víctima y enseguida ordenó la detención de Martín bajo la acusación de homicidio, más allá, de que Martín demostró dónde había estado a la supuesta hora del crimen.
El Fiscal, presentó a un testigo que obviamente era falso, pues declaró haber visto a Martín a una cuadra de distancia esa noche en un local casi sin luz, pero, de todos modos, el Fiscal Castro y el Juez Díaz, aceptaron como válido ese testimonio y sin mayores pruebas, condenaron a Martín a quince años de cárcel en la prisión estatal.
En todo momento, Luis el hijo de 28 años de Martín, se había movilizado para salvar a su padre de una evidente y sucia infamia Judicial, como suele suceder en Latinoamérica.
En ese ínterin, por cualquier eventualidad, Martín había hablado estando ya detenido, y le dijo:
—Oye hijo, tú sabes que soy inocente, y esto aquí no está nada bien, así que no importa el dinero que sea necesario gastar, tú tienes el acceso a la cuenta del banco donde hay más de cinco millones, así que gasta lo que sea necesario, pero debes encontrar al verdadero culpable.
—En efecto papá, así lo haré, cueste lo que cueste no te dejaré aquí abandonado.
Así fue que el chico tuvo que asumir lo serio del caso, pues en principio su padre le pidió que buscara la forma de encontrar al verdadero culpable ya que él era inocente y aquí había algo muy confuso, porque todo indicaba que la investigación fue de mediocre a pésima.
Mientras Martín estuvo detenido, antes del juicio, como su hijo Luis frecuentó varias veces la Comisaría de Policía para ver cómo estaba su padre, y por ser él un joven muy amable y educado, a los propios policías e investigadores que hablaron con él les cayó simpático, ya que a ellos también les llamó la atención el caso, porque advirtieron que era muy escasa la evidencia y se lo comentaron a Luis, le dijeron que ni a ellos les había parecido algo justo.
Entre estos detectives estaba Marcos, que era uno de los que participó en el caso y que, siendo un tipo muy serio, le atendió varias veces comprendiendo la situación de esta familia donde aparentemente, las víctimas realmente parecerían ser ellos y no el muerto, así que el detective Marcos, fue muy amable y bien dispuesto para ayudar a Martin, a quien le creía que era inocente.
Una vez concluido el juicio y condenado Martín, Luis volvió a la