Kino en California. Carlos Lazcano Sahagún
de agua manantial, y aunque ciento y cincuenta indios [guaicura], de arco y flecha, nos la quisieron embarazar, facilitó el remedio de nuestra necesidad darles a entender íbamos a pelear contra sus enemigos los coras, que estaban a la parte del poniente, a que los convidamos no nos quisieran seguir, pero logramos reconocer tres leguas más la tierra adentro. (48)
De la cuarta entrada nada dicen las crónicas, solo que se efectuó y que no fue la más larga ni la más fructífera.
Uno de los resultados de estas entradas fue, como nos lo dice Atondo, que en toda la [tierra] que descubrimos no se halló río con agua, ni tierras a propósito para sembrar, aunque rasas cuanto alcanzaba la vista, las cuales producen mezquites muy gruesos, otros árboles que llaman maotos, otros de copal, cardones y pitayas, de que están los campos vestidos. (49)
Al respecto Kino concluye…en las tres o cuatro entradas que por tierra hemos hecho al oriente, al sur y al poniente, hemos reconocido como seis o siete leguas de tierra, con dos o tres buenos aguajes; aunque la mayor parte de lo que vimos es monte, no faltan buenos manchones de buena tierra para sembrar, y no se duda que si, en viniendo los caballos, se entra mucho más adentro, se hallarán aún mejores llanadas, valles y quizá ríos, que hacia la contracosta se divisa una grandísima llanada, con arboleda verde aún ahora, en tiempo de seca… (50)
Las islas de la bahía de La Paz y alrededores también fueron exploradas. Kino nos informa que también en una de las islitas de esta gran bahía, hallamos una lindísima salina o laguna de sal. Tendrá la islita como dos leguas de box, (51) y la laguna de sal como un cuarto de legua de box. Se ha llamado esta isla la isla de Santo Tomás de la Laguna, (52) y desde el principio de su descubrimiento se ha dedicado al excelentísimo señor virrey don Tomás de la Laguna, (53) etc. Se puede de esta laguna sacar muchísima y muy linda sal para cargar muchos navíos en este puerto, y en toda esta gran bahía hay grandísima cantidad de muy buen pescado y se saca mucho, casi todos los días con el chinchorro y con los cordeles y anzuelos. (54)
Agrega Atondo que descubrieron alrededor de dicha isla cinco comederos de perlas que con no haber buzos sacaban a la bajamar conchas en que hallaban granos menudos pero de buen oriente, de que se discurre que si su Majestad envía buzos y ministro de confianza, recuperará para los grandes gastos de esta armada empresa y conversión. (55)
La evangelización
Como ya lo mencionamos, el objetivo más importante de esta expedición era iniciar la evangelización de los grupos indígenas de la Antigua California. Para esto, los jesuitas habían nombrado al padre Kino como superior de este proyecto misional.
Kino apenas había llegado a la Nueva España en 1681, y aunque su sueño era ser misionero en China, sus superiores lo embarcaron en la expedición de Atondo para que fuera misionero en California. Así, Kino se inició como misionero en la Antigua California, y no solo eso, Kino fue el primer misionero de las Californias.
Para su proyecto como misionero novato, Kino escogió como patrona a la Virgen de Guadalupe. No es ninguna casualidad, de esta manera Kino adoptaba a la Nueva España como su tierra, y que mejor que una virgen propia de esta nueva tierra. Él mismo nos dice que: Sea esta soberana Señora servida de acompañarnos en todo con sus celestiales dones y favores. (56) Todo esto lo hacía por el bien de aquellas almas de dicha California… pues, con el mismo amor quiero querer aquellas almas que a la mía. (57)
Cuando Kino llegó a California ya sabía de los métodos que empleaban los jesuitas en su labor de misioneros de frontera, por eso en los barcos se traía gran cantidad de ropa, abalorios y dijes, y cosas que en indios son poderosos atractivos para ganarlos para Dios y para el rey. Igualmente, con el fin de aprender la lengua de los nativos, Kino traía consigo un pequeño vocabulario que anteriormente habían preparado los padres Jacinto Cortés y Andrés Báez durante las entradas de Cestín de Cañas y Porter y Casante a California en 1642 y 1648. Sin embargo, este documento no les sirvió de nada, ya que al parecer se trataba de otra de las lenguas guaicuras que se hablaban en la bahía de La Paz, diferente a las que Kino conoció.
Durante los primeros días de la expedición, nadie logró ver algún indígena, lo que tenía consternados a los misioneros. Sabían que por ahí andaban, ya que había numerosas huellas de su presencia. Con el fin de atraerlos y para ver si había indios escondidos en la espesura del monte, dejaron algunas cosillas de comer, como maíz, bizcocho y cuentas y se volvieron, sin embargo el intento resultó infructuoso ya que los guaicura no se dieron por enterados.
El obsequio de alimentos era una de las maneras más eficaces de atraer a los indios, y esto les funcionó para finalmente tener contacto con el primer grupo que se les acercó cuando estaban construyendo el fuerte. Este grupo, compuesto por 35 guaicuras llegó exigiéndole a los españoles se fueran de sus tierras. Atondo intentó sin éxito tranquilizarlos. Quien si lo logró fueron Kino y Goñi, quienes vencieron el recelo acercándose sin desconfianza, y sin armas desde luego, obsequiando comida y abalorios a los indios. Unieron a esto palabras suaves y conciliadoras y con ello los tranquilizaron y consiguieron que dejaran sus armas y comieran de lo que les invitaban.
Pasados dos días regresó un grupo más grande, y según nos dice Kino, todos de paz y con muestras de muchísima amistad y llaneza. El misionero les mostró un Cristo crucificado y la imagen de la Virgen de Guadalupe, de quienes los guaicura no sabían nada. También les enseñó a hacer la señal de la cruz. Fueron estos los primeros pasos que dio Kino en la evangelización de los guaicura.
En los siguientes días los indios siguieron visitando el campamento y los misioneros vencieron buena parte de los recelos de los guaicuras, no todos, ya que no llevaban a sus hijos y esposas, pero si fue suficiente para iniciar el aprendizaje de la lengua con la elaboración de un vocabulario. Para los jesuitas el aprendizaje de las lenguas nativas siempre fue parte esencial de su metodología evangelizadora.
Como en esos días tocó la semana santa de 1683, los guaicura tuvieron la oportunidad de conocer las primeras misas y celebraciones religiosas de los españoles, a las cuales asistían con mucho respeto, e incluso todos ellos, en especial los muchachos, repiten con muy buena y distinta pronunciación, las oraciones, y se persignan con los padres, que los juntan y rezan con ellos, aunque no entienden lo que rezan; pero, como en las palabras de las oraciones está Dios, solo de proferirlas materialmente, como el apóstol de la India san Francisco Javier tenía observado, hacen operación en las almas, ablandan y enternecen el corazón; son como el fuego que, si se toca con las manos, aún sin verlo ni saberlo, calienta y enciende. (58) También refiere que cuando a mediodía, se toca la oración y la rezamos de rodillas, ellos también se ponen de rodillas.
Sabemos que Kino siempre fue un gran optimista y esta condición ya la manifiesta en estos sus primeros días como misionero de frontera. Así, a pesar de los recelos iniciales, para el 20 de abril, Kino escribía que confiamos que de aquí a pocos meses, podremos empezar a ir bautizando, pues estos indios me parecen los más dóciles, afables, risueños y joviales que tiene toda la América. (59) Incluso Kino menciona que ya había empezado a escribir un pequeño libro donde relataría el avance de la evangelización y daría en él noticias de los primeros bautismos. En los meses siguientes, mayo y junio, Kino y Goñi trabajaron en aprender la lengua de esta California, con agasajar a los naturales y instruirlos en algunas oraciones de nuestra santa fe. (60) Los misioneros querían ganarse la confianza de los indios, y para ello era indispensable aprender su lengua y tratarlos con mucha paciencia, cariño y comprensión. A diferencia de los soldados, que desconfiaban de todo, los misioneros estuvieron totalmente abiertos a los indios, demostrándoles un amor que solo se explica por la fe que tenían en su destino de misioneros, es decir fe en Dios, en Jesucristo. A diferencia de los soldados y colonos, que siempre tuvieron miedo de los indios, los misioneros demostraron una inmensa confianza en ellos, confianza que desde luego fue recíproca, pero que con su actitud, Atondo y sus hombres echaron a perder.
A los regalos que Kino y Goñi daban a los guaicura, maíz, coscates, cintas, listoncitos, navajitas, cuentas de