De la sociedad de las naciones a la globalización: Visiones desde América y Europa. Mercedes Samaniego
documentación primaria disponible en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, la cual ha sido complementada con bibliografía funcional a los objetivos de investigación anteriormente planteados.
Los estudios dedicados específicamente a la vinculación chilena con la SDN son significativamente escasos, con la saludable excepción de algunos títulos que abordan -de manera tangencial- su participación tanto en el organismo multilateral como en el periodo de entreguerras. Igualmente, las alusiones al conflicto entre Italia y Etiopía son mínimas, por no decir inexistentes.
Por una parte, destaca Historia Diplomática de Chile (1541-1938), la obra clásica en materia de estudios internacionales escrita por Mario Barros Van Buren, que en su parte final aborda el segundo gobierno de Alessandri, la presencia chilena en la SDN y el retiro del país de la citada organización6. Sin embargo, no profundiza en el problema ítalo-etíope; característica que comparte con el texto de Rafaelle Nocera titulado Chile y la Guerra 1933-1943, el cual resalta tanto el rol del panamericanismo en la época entreguerras como la relación chilena-estadounidense posterior a la depresión económica mundial7. A diferencia de los dos anteriores, y haciendo gala de su particular pluma, Enrique Bernstein, en su obra titulada Recuerdos de un diplomático: haciendo camino 1933-1957, en poco más de cinco páginas, sí explica el contexto en el que se dio la guerra en suelo africano y el accionar internacional chileno al respecto, entre otros puntos8; aunque claramente su mirada está lejos de abordar dicho tema particularmente. Igualmente, otorga ciertas luces el libro de Felipe Portales, Historias desconocidas de Chile, quien, apoyado por un acabado estudio de la prensa de la época, entre otros, realiza una investigación detallada en torno a la política exterior chilena de los años treinta, subrayando el rol de la administración Alessandri y su vinculación con los gobiernos italianos y alemanes de la época9.
Por otra parte, es preciso señalar que gran cantidad de datos conocidos sobre la presente temática provienen de investigaciones realizadas fuera de las fronteras de Chile. En esta lógica, el texto de David Jorge, en su obra Inseguridad Colectiva10, dedica un apartado a la importancia del conflicto italo-abisinio como precedente de la Segunda Guerra Mundial; aunque su gran contribución a la historiografía de entreguerras sigue siendo el sólido análisis que realiza en torno a la Sociedad de Naciones y su inacción respecto del conflicto internacional en suelo español, que tuvo lugar entre 1936 y 1939: conflagración en la que el rol jugado por Chile todavía tiene algunas lagunas por saldar.
Finalmente, uno de los análisis más completos y sólidos que existen a la fecha sobre el tema en particular es el libro de George Baer, titulado Test Case: Italy, Ethiopía and the League of Nations. En dicha publicación, el autor somete a un análisis crítico toda la documentación por él recopilada; abordando el rol anglo-francés en el conflicto, el papel desempeñado por la comunidad internacional en el mismo y las consecuencias que trajo -no solo para los involucrados, sino que para el mundo entero-destacando la exigua importancia que ésta le brindó al conflicto11. Aún así, las menciones a Chile y su accionar diplomático son, reiteramos, reducidas y casi inexistentes.
I.- CONTEXTO INTERNACIONAL: EL CAMINO HACIA LA FORMACIÓN DE LA SDN
I.1. ANTECEDENTES
Si bien no es comparable con la SDN por razones obvias, la única especie de antecedente que podría considerarse como equiparable a dicho organismo es el Congreso de Viena de 1815 y el nuevo orden internacional que de este emerge, basado en el concepto de equilibrio entre los Estados y la promoción de la paz por parte de estos. Más adelante, casi al terminar el siglo XIX, la denominada Convención para la Resolución Pacífica de Controversias Internacionales, en el marco de la Conferencia de La Haya de 1899, supone un punto de inflexión en este ámbito, sobre todo en el plano jurídico. Esta primera instancia, en la que Chile no participó, aspiraba básicamente tanto a resolver amistosamente las controversias internacionales y limitar la compra de armamento, como a recurrir al arbitraje y a la mediación de “potencias amigas” en caso de conflicto inminente12. Ello supuso, de acuerdo a lo planteado por Crespo, el primer intento oficial para establecer una codificación de dichos procedimientos13.
Posteriormente, la segunda Conferencia de la Haya, de 1907 -en la cual, a diferencia de la anterior, el país sudamericano si participó- se ocupó de realizar una serie de modificaciones a lo acordado en la primera de estas, con la misión de facilitar el acceso al arbitraje de los países miembros (entre los cuales también se encontraban tanto representantes franceses, ingleses como alemanes; principales protagonistas de los sucesos post 1914)14. Asimismo, al dividir su trabajo en comisiones, se pudo abordar temáticas relacionadas con el arreglo pacífico de las controversias, problemáticas propias de la guerra –tanto terrestre como marítima-, así como también aquellas vinculadas con iniciativas tendientes al desarme15; todas ellas con dispar resultado.
Con todo, es sabido que ninguna de estas conferencias estuvo a la altura de las circunstancias, lo que impidió evitar la Primera Guerra Mundial, con los resultados ya conocidos16.
I.2. LA FORMACIÓN DE LA SDN: SUS PILARES Y DESAFÍOS EN EL PERIODO ENTREGUERRAS
Concluída esta, el periodo entreguerras (1919-1939) se asomó en el horizonte como una época de contrastes, en la cual -si bien el colonialismo se hizo notar en tanto cuanto eran los países septentrionales quienes dominaban el mundo- ciertamente no existía una potencia que detentase el poder en solitario y de manera indiscutida. En dicho contexto, con el imperativo de buscar una paz permanente que permitiese evitar la repetición de conflictos como el vivido entre 1914-1918 surgió la SDN; un bálsamo que representaba un avance para el sistema internacional de ese entonces17.
A diferencia de lo ocurrido en 1899, y en consonancia con lo acontecido en 1907, Chile sí tuvo participación en el surgimiento de este nuevo organismo, creado en torno a los principios expresados en Versalles por el Presidente Wilson tras la conflagración bélica y el triunfo de la Entente. Como parte de su adhesión al Pacto de la SDN, Santiago oficializó su ingreso el 10 de enero de 1920, lo que significó una serie de derechos, pero también de obligaciones a cumplir por parte del país, entre ellas el comprometerse a respetar y mantener tanto la integridad territorial como la independencia política de los miembros (art.10) y no recurrir a la guerra a la hora de alguna controversia, solventándola en lo sucesivo por la vía diplomática e incluso por el arbitraje si fuese necesario (art. 13). Estos puntos cobraban vital importancia, ya que en lo sucesivo, cualquier acto de guerra llevado a cabo por un miembro del citado organismo internacional, implicaba de manera inmediata el que fuese considerado como una agresión a todos quienes integraban la SDN (art. 18). Paralelamente, el ser miembro de la SDN implicaba no solo cumplir, sino también velar por hacer cumplir lo estipulado en el Pacto. Cabe preguntarse entonces,¿Hasta qué punto Chile llevó a cabo lo anterior?
En este sentido, es necesario señalar que para mediados de la década del veinte, tenían la calidad de Estados miembros de la SDN, además de Chile, tanto Italia- uno de los fundadores del Pacto- como el Imperio Etíope (el cual pasó a integrar la SDN en 192318). El primero de estos, bajo el influjo de la ideología fascista encabezada por Benito Mussolini, mientras que el país africano estaba sometido al poder del Negus Haile Selassie19. Veamos cuál era la situación de cada uno de los involucrados en el conflicto.
I.3. SITUACIÓN DE ITALIA
No debemos olvidar que Italia, pese a su unificación tardía, siempre aspiró a tener posesiones coloniales, siendo África, geográficamente, el continente más cercano para alcanzar dicho propósito. Si bien lo logró parcialmente (sus posesiones en Eritrea y Somalia son una muestra de ello), inicialmente los esfuerzos italianos se concentraron mayoritariamente en consolidar el naciente Estado, por lo que las aventuras al continente africano pasaron a ocupar un lugar secundario. Casi al finalizar el siglo XIX, esta visión cambiaría. Roma esperó someter a Addis Abeba mediante la figura de un protectorado, lo que desató la Primera Guerra Ítalo- Etíope20. Sin embargo, esta estuvo lejos de resultar favorable a los intereses imperialistas italianos, teniendo los romanos que reconocer, irremediablemente, la independencia del también conocido como Imperio del León de Judá.
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