Colección de escritos publicados en Nueva España por diferentes cuerpos y sugestos particulares. Mariano Peset Mancebo
que la España voluntariamente hiciese la sesion á la Inglaterra, ó que esta la exigiese de un modo, que aquella no la pudiera resistir. De uno y otro modo es absolutamente increible. Ni la justicia, ni el interes podian decidir á la España á dar un paso tan imprudente. No la justicia, porque el actual gobierno exerce la soberanía como depositario de ella, baxo las mismas obligaciones que nuestro amado Fernando VII, en cuyo nombre nos manda. Este Señor natural á su instalacion al trono juró el cumplimiento de las leyes que forman la constitucion fundamental de la Monarquía, y por una de ellas se prohibe la enagenacion de las Indias Occidentales. Por donacion, dice la ley 1a lib. ”3º tit. Iº de nuestra Recopilacion, de la Santa Sede. Apostólica, y otros justos y legítimos títulos, somos ”Señor de las Indias Occidentales, islas y tierra firme ”del mar Océano, descubiertas y por descubrir, y es ”tán incorporadas en nuestra Real corona de Castilla. Y ”Porque es nuestra voluntad, y lo hemos prometido y ”jurado que siempre permanezcan unidas para su mayor ”perpetuidad y firmeza, prohibimos la enagenacion de ”ellas. Y mandamos que en ningun tiempo puedan ser ”separadas de nuestra Real corona de Castilla, desunidas ni divididas en todo ó en parte, ni sus ciudades, ”villas, ni poblaciones por ningun caso, ni en favor ”de ninguna persona. Y considerando la fidelidad de ”nuestros vasallos, y los trabajos que los descubridores ”y pobladores pasaron en su descubrimiento y pobla” cion, para que tengan mayor certeza y confianza de ”que siempre estarán y permanecerán unidas á nuestra ”Real corona, prometemos y damos nuestra fe y pala”bra Real por Nos y los Reyes nuestros sucesores, de que ”para siempre jamas no serán enagenadas ni aparcadas en ”todo ó en parte, ni sus ciudades ni poblaciones por ”ninguna causa ó razon, ó en favor de ninguna per” Sona; y si Nos ó nuestros sucesores hiciéremos algu”na donacion ó enagenacion contra lo susodicho, sea ”nula y por tal la declaramos.”
¿Puede la mas atrevida temeridad, en vista de esta ley tan terminante y expresiva, imaginar que los españoles tan amantes á Fernando, por cuya causa no han perdonado sacrificio por costoso que haya sido, quieran enagenar la joya mas preciosa que esmalta su Real corona? ¿El gobierno español que ha seguido constantemente los principios de la justicia cometería una escandalosa infraccion de ella, haciendo á nombre de Fernando lo que este mismo no puede hacer?
¿Que interes puede mover á la España á separar de sí á la América? El entendimiento mas Unce no descubrirá el menor; y el mas obtuso conocerá los innumerables perjuicios que le causaria esta separacion. ¿Con que auxilios continuaria la guerra en que está empeñada, y que seria mas cruel irritada la Francia por el engrandecimiento que de la cesion resultaria á la Inglaterra? Aun quando se tratara de persuadir que la enagenacion no se verificaria sino hecha la paz, aun así es increible; porque la España arruinada antes por las disipaciones del ignorante favorito, que despóticamente la gobernó por el espacio de veinte años, saqueada despuesi por los vándalos franceses, quitándole la América; ¿no quedaria con una existencia precaria, expuesta á que se hiciera dueño de ella el primero que pisara su suelo? Esto sí que no es dudable. ¿Y se puede presumir que los españoles consientan en la ruina total de su patria, quando por salvarla han resistido heroicamente el poder colosal de Napoleon, con un valor y una constancia, qne apenas creerán las generaciones futuras? No, mis amados Diocesanos, no se puede presumir como ni tampoco que la Inglateira exîja de la España la cesion de la América.
Esta Nacion aliada ha dado tantas pruebas del generoso desinteres con que nos auxîlia en la honrosa y desigual lucha que sostenemos, que sola la temeridad de los necios puede pensar mal de ella, y sola la malignidad francesa ha podido propagar unas especies tan indecorosas contra esta Potencia, que es la única que no ha sido sorprehendida por la política maquiavélica de Napoleon, y que se ha opuesto á las miras de este tirano, que por medios dolorosos aspira á la dominacion, universal.
Si la Inglaterra pretendiera la posesion de este Reyno, ¿no hubiera aprovechado la favorable ocasion del tiempo que corrió desde el cautiverio de nuestro Rey hasta que la Nacion levantó el grito, tomó las armas y eligió gobierno? En este intervalo en que acéfala la monarquía, vestida de luto lloraba su desolacion en medio de la sorpresa que le causó una mutacion tan repentina como inesperada, y en que casi no atinaba con el partido que debia tomar, ¿no era la coyuntura mas oportuna para que dulcemente nos hubiese atraido á su dominacion con las lisongeras esperanzas de proteccion contra la Francia, cuya crueldad nos era tan temible? ¿Oisteis algunas propuestas seductoras por parte del gabinete de S. James? ¿Los buques ingleses se acercaron á nuestras costas con otro objeto, que el de estrechar mas nuestra union con nuestros hermanos los europeos, y llevarles con velocidad nuestros socorros?
Si intentara la dominacion de este continente, ¿no hubiera empleado en este proyecto las esquadras, los exércitos y los caudales con que ha generosamente auxiliado á Ja España, y hubiera conseguido antes su designio? Mas no, hijos mios, otros nobles sentimientos que no conocen las almas baxas, son los que han movido á la Inglaterra á proteger á España: la humanidad; el amor á la justicia, la beneficencia, el justo odio á un tirano, que abusando de la buena fe de Reyes y vasallos los ha esclavizado inhumanamente, son los resortes de esos socorros, de ese amparo y proteccion que ha dispensado á la España, como tambien á Portugal y Nápoles, sin exigirles recompensas ni sacrificios.
Si hay entre vosotros algunos tan necios, ó tan preocupados, que lo expuesto no sea bastante á sacarlos del grosero engaño en que estén, leed la copia que felizmente nos ha venido en la gazeta de la Regencia pasada por el Ministro de S. M. B. al primer Secretario de Estado, de la carta que el Conde de Liverpool, Ministro de la Guerra, dirigió al Brigadier General Layard. En ella vereis el objeto que se propuso la Inglaterra para auxiliar por todos los medios posibles el grande esfuerzo del valiente y leal pueblo español: en ella vereis que la integridad de nuestra monarquía es el blanco á que aspira S. M. B., asegurando que en el inesperado caso de que la España sucumbiera, prestada auxilios á las provincias americanas que quisiesen hacerse independientes de la España francesa, protegeria á todos los españoles, que rehusando sujetarse al tirano usurpador, mirasen la América como su asilo natural, y conservaria los restos de la monarquía para su legítimo dueño, declarando expresamente que renuncia á toda mira de adquisicion, de territorio ó posesiones que pertenezcan á España.
Callen los satélites de Napoleon, y cubiertos de confusion y vergüenza al ver el desprendimiento de la generosa Inglaterra, la integridad de su política, y los nobles principios que la gobiernan, huyan de nuestro suelo desesperados de encontrar en él abrigo á sus infames designios, á que se opondrán la constante fidelidad de sus habitantes, y el poder de nuestra íntima y liberal aliada, digna de nuestro eterno reconocimiento y de gloria inmortal.
Cerrad, hijos mios, los oidos á la sugestion: desconfiad de todos los que hablen encubriendo su nombre, porque por solo esta circunstancia ya debeis sospechar que sean emisarios del tirano, ó enemigos de la patria. Descansad tranquilos á la sombra de nuestro Supremo Gobierno, y mas ahora que la Divina Providencia nos ha puesto un gefe que vela por nuestra seguridad: su ilustre extraccion, los empleos de la mayor confianza que ha servido, las virtudes que lo adornan, los sacrificios que ha hecho por la patria, su carácter circunspecto, sus profundos conocimientos, su honor ¡amas amancillado, y el concepto general de la Nacion, son otros tantos derechos que tiene para exigir de vosotros, que presteis asenso á las aserciones y promesas que os hace en el excelente Manifiesto que acaba de publicar. El engaño y la mentira son vicios de las almas baxas y ruines, no de los hombres grandes amantes á su patria, y fieles á su Rey, que han acreditado estos sentimientos, no solo con los labios, sino con las bocas que han abierto las heridas recibidas en defensa de una y otro.
Conoceis mi carácter franco y sincero, que no soy capaz de hacer trayeion á la verdad. Sabeis que os amo tiernamente, y os deseo vuestra felicidad; y de estos dos principios debeis inferir que lo que os anuncio es lo cierto, y lo que verdaderamente os conviene. Si seguís el mal exemplo de otros, si desconfiais del gobierno, si escuchais las insidiosas proposiciones de los enemigos de nuestra tranquilidad, tendreis que sufrir las mayores amarguras, y sereis víctimas consagradas á la justicia y á la venganza pública. Puebla, Noviembre 3 de 1810.= Manuel Ignacio, Obispo de Puebla.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст