Colección de escritos publicados en Nueva España por diferentes cuerpos y sugestos particulares. Mariano Peset Mancebo

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los excesos y atentados que han cometido contra sus paisanos y nuestros caros hermanos los españoles europeos. Esos hijos desnaturalizados, degenerando de la humildad, moderacion, respeto á las autoridades constituidas, fidelidad y religion, que han caracterizado hasta ahora á Ja Nacion americana; han levantado el estandarte de la rebelion para manchar la reputacion de sus compatriotas, y executar en ellos las mayores crueldades. Siguiendo los detestables principios de los fran-. ceses han saqueado los Conventos, han profanado las Iglesias, han manchado sus manos en la sangre de Jos inocentes, y han cometido las mayores torpezas.

      Las crueldades de esos bandidos, que prometiendo felicidad como Napoleon, no hacen mas que robar y saciar sus torpes apetitos, despertarán la atencion de todos y exâltarán sus nobles sentimientos de lealtad, patriotismo, amor y fidelidad á nuestro legítimo Soberano el Señor D. Fernando VII, en cuyo real nombre nos gobierna el Consejo de Regencia, á cuya obediencia nos hemos obligado por un juramento solemne.

      Alerta pues, hijos mios, y no os dexeis engañar; firmes en los principios que habeis seguido por el espacio de casi tres siglos, resistid toda subversion y sed fíeles, como hasta aqui, en cumplir vuestros juramentos. Sabed que la revolucion no es obra de la razon; es hija del vicio, de la ambicion, de la mala fe, de la traycion y de todas las pasiones exaltadas; y que la acompañan el robo, la efusion de sangre, la lascivia y toda suerte de maldades. En ella las primeras víctimas que el vicio sacrifica al vicio, son los sediciosos; sin dexar por esto de padecer los inocentes. Así es, que el impedirla y precaverla es una causa comun en que todos debemos interesarnos con el mayor empeño.

      ¡Que cúmulo de males no vendria sobre nosotros si algunos mal aconsejados se dexaran seducir de las engañosas apariencias de otra constitucion diversa de la en que nos hallamos, y en laque, respetándose los sagrados derechos de propiedad y libertad individual, hemos disfrutado de las dulzuras de la paz! Entonces ¡desgraciados de nosotros! el fruto de nuestros largos trabajos y aplicacion pasaria, sin otro derecho que el de la fuerza, á las manos de un ocioso disipado; vuestras caras esposas 6 hijas serian sacrificadas á la torpeza brutal de unos hombres indignos por su baxa extraccion y por su perversa conducta; nuestros templos, á pretexto de gastos precisos, serian despojados de las alhajas y utensilios necesarios para el sagrado culto; los buenos viviriamos en nuestras casas llenos de sobresalto, esperando por momentos la muerte para ser víctimas de la religion y de la patria antes que prestarnos á la complicidad de los tumultuarios; y este hermoso Rey no tan privilegiado por la naturaleza quedaria devastado y convertido en un yermo.

      Sí, hijos mios, este seria el resultado inevitable de las locas pretensiones de esos necios, que intentan introducir en este precioso suelo la discordia. Lo pasado es leccion segura de lo futuro: leed la historia, y hallareis la destruccion del Imperio romano en la lucha interior del pueblo contra el Magistrado, del militar contra el Senado, y de este, dividido contra sí mismo. Hallaréis que la hermosa Italia sufrió los mayores y desastres y desolacion por el partido de los Guelfos y Gibelinos. Hallaréis por último, que la Francia tan floreciente en el siglo anterior ha sido enteramente arruinada. Las grandiosas basílicas, los magníficos edificios, las decoraciones públicas, los sabios profundos, los hombres beneméritos, los nobles, los poderosos, y, lo mas sensible, la religion y la moralidad, todo ha desaparecido. No hay en aquel Reyno, que se llamó cristianísimo, ni iglesias, ni airares, ni sacrificios, ni ministros: i la literatura ha sucedido la barbarie; á la humanidad el vandalismo: las grandes poblaciones se han convertido en desiertos: los buenos, unos han emigrado, otros viven en la obscuridad y la miseria, llorando todos la destruccion de su amada patria, que ha sido presa de un infame advenedizo.

      ¿Y creeis que esta desolacion de un Reyno tan rico y poderoso, verificada en pocos años, es obra del monstruo que la domina? No es sino de la segur exterminadora de la discordia. Esta es la que ha causado esos horrorosos desastres, y la que debilitando las fuerzas interiores, abrió el camino para que subiese al trono un hombre detestable; de suerte, que la desventurada Francia mas debe su desgracia á las convulsiones interiores, que á la tiranía del usurpador.

      No es extraño quando la concordia es la que traba y enlaza las piedras que componen el edificio del estado; y así faltando aquella es preciso que este se desplome y desmorone, como sucede á los edificios materiales quando les falta la mezcla. Por la union las cosas pequeñas se hacen grandes, y por la desunion las grandes se destruyen, dice el Padre San Gerónimo. Si se introduxera entre nosotros seria una calamidad mayor, que si Napoleon pusiera el pie en este Reyno con un exército formidable. Unidos nosotros entonces resistiriamos su poder, como lo ha resistido la España por mas de dos años, á pesar de la desigualdad de una lucha en que pelean por una parte exércitos aguerridos, y por otra soldados bisoños: por una, gentes armadas y prevenidas; y por otra, descuidadas, y sin otras armas que su valor y denuedo: una par* te ocupa Jas plazas fuertes; y la otra no opone mas que los pechos descubiertos: una hace la guerra por los principios de los ladrones; y la otra segun el derecho de gentes.

      A pesar de estas desventajas, la generosa España no ha recibido el odioso yugo que se le ha querido imponer, ha conservado su libertad con asombro del orbe entero, y ha intimidado al tirano que la amenazaba con la misma cadena con que ha sujetado á ios Reyes mas poderosos. Si buscais la causa de este fenómeno político, no encontrareis otra que la union de los invictos españoles. Si entre ellos no hubiese reynado la union en amar al Rey, en crear un gobierno, en hacer sacrificios, en formar exércitos y en resistir la dominacion tiránica, sin embargo de su valor y esfuerzo, ya hace dias que estuvieran atados al carro de Napoleon.

      ¡Que dulce complacencia no le causariamos á este monstruo, á quien justamente aborrecemos, si la desavenencia llegara á poderarse de nosotros! Ya veria á la Madre Patria privada de los auxilios que necesita para sostener la guerra que él teme, y no puede apagar, sino pasando por las humillaciones que resiste su carácter orgulloso. Veria allanado por nosotros mismos el camino que no se ha podido abrir por medio de sus emisarios, para hacerse dueño de nuestras ricas minas. Con este designio ha apurado él su talento tan fecundo en maquinaciones y astucias en separarnos de la metrópoli, procurando por todos los arbitrios que le han sido posibles introducir entre nosotros la desunion.

      No haya entre vosotros, hijos mios muy amados, esas luchas interiores: amémonos todos tiernamente como hermanos que somos efectivamente, y por unos vínculos mas dulces y mas estrechos que los de la carne y la sangre. Estamos unidos por la fe que profesamos, y componemos un cuerpo místico que es la Iglesia, de quien


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