La Pirámide de la Sabiduría. Brett McCracken

La Pirámide de la Sabiduría - Brett McCracken


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inteligente?». Los cuarenta en el aula levantaron las manos. La segunda: «¿Cuántos de ustedes dirían que su teléfono inteligente los ha hecho mejores, más felices y saludables?». Solo tres levantaron las manos.

      La generación Z, o iGen, como la ha llamado la psicóloga Jean Twenge, vive la vida a través de los teléfonos; y no es más feliz. La generación iGen está caracterizada por la presencia constante de pantallas, mensajes de texto y redes sociales y, posteriormente, por el aumento en las tasas de depresión, soledad, ansiedad, insomnio e ideas suicidas.

      «No es una exageración decir que iGen está al borde de la peor crisis de salud mental en décadas», escribió Twenge,3 quien reunió una amplia variedad de investigaciones para respaldar esta tesis en su libro de 2017 iGen: Why Today’s Super-Connected Kids Are Growing Up Less Rebellious, More Tolerant, Less Happy —and Completely Unprepared for Adulthood— and What That Means for the Rest of Us [iGen: Por qué los niños superconectados de hoy están creciendo menos rebeldes, más tolerantes, menos felices y no están preparados para la adultez, y lo que eso significa para el resto de nosotros]. El título lo dice todo.

      Twenge muestra en su libro que el aumento en las tasas de problemas de salud mental en iGen comenzó a producirse en los años posteriores al debut del iPhone en 2007. Las líneas en varios gráficos de enfermedades mentales se volvieron más empinadas cuando se extendió el uso de los teléfonos inteligentes. Seguramente eso no es una coincidencia. Y no es solo esta generación la que está cada vez más enferma por las toxinas de nuestra era digital. Las enfermedades mentales están aumentando en todas partes. Según un informe de Blue Cross Blue Shield de 2018, la cantidad de estadounidenses diagnosticados con depresión severa ha aumentado en un 33 % desde 2013.4 Aunque las tasas están aumentando de forma más rápida entre los adolescentes, se puede ver un aumento en todas las franjas etarias. Y no es solo un problema de Estados Unidos. La depresión es ahora la principal causa de discapacidad, con más de trescientos millones de personas que la padecen en todo el mundo.5

      La investigación también muestra que los estadounidenses son cada vez más infelices. Según el «Índice de bienestar» de Gallup-Sharecare, el año 2017 marcó un nuevo pico de infelicidad en Estados Unidos. Un récord de veintiún estados vio disminuir sus puntajes de bienestar en 2017 y, por primera vez en nueve años, ningún estado mejoró su puntuación en un margen estadísticamente significativo con respecto al año anterior.6

      Las personas también se sienten cada vez más solas. El «Índice de soledad de EE. UU. de 2018» de Cigna encontró que poco menos de la mitad (46 ٪) de los estadounidenses siempre o algunas veces se sienten solos, con los niveles más altos de soledad en la generación Z y los mileniales. La soledad «tiene el mismo impacto en la mortalidad que fumar quince cigarrillos al día, lo que la hace incluso más peligrosa que la obesidad»7 y cada vez más los gobiernos de todo el mundo la consideran una crisis de salud pública. En 2017, el Reino Unido se convirtió en el primer gobierno en nombrar un «ministro de soledad», acompañado de una «estrategia de soledad» integral de 21,8 millones de libras esterlinas para abordar la crisis.8

      Nuestra enfermedad cultural en la era digital es real y va en aumento, y hay indicios de que también está afectando nuestra salud física. Después de aumentar durante la mayor parte de los últimos sesenta años, la esperanza de vida en Estados Unidos comenzó a disminuir después de 2014 y todavía está en descenso, en gran parte debido al incremento en las tasas de suicidio y sobredosis de drogas.9 Sin embargo, las estadísticas, las encuestas nacionales y los índices de bienestar son una cosa. La realidad cotidiana de vivir en este entorno enfermo es otra. De alguna forma u otra, todos nos sentimos infectados.

      Náuseas, adicciones y otras dolencias

      Yo siento la enfermedad de manera constante. Cuando abro Twitter y veo el último surtido de insultos despreciables, los comentarios moralistas y el postureo ético, me vuelvo aprensivo. Cuando me encuentro deambulando por mi teléfono, dando vueltas por Instagram, haciendo clic en enlaces aleatorios, comprobando resultados deportivos o lo que sea, a menudo siento que me alejo de mi cuerpo, que estoy perdido en una madriguera digital. Incluso mientras escribo este capítulo, el teléfono en mi escritorio me ha atraído a su red probablemente una docena de veces. ¿Por qué? ¿Cómo detengo esto? ¿Cómo puedo resistirme a revisar mi teléfono a primera hora de la mañana, a última hora de la noche y varias veces entre cada hora? Estas preguntas me preocupan, como probablemente te preocupan a ti.

      La enfermedad que siento, que tanta gente siente, es parecida a la del adicto a las máquinas tragamonedas. Hemos sido condicionados al estilo pavloviano para seguir poniendo monedas proverbiales en la máquina. Los sonidos y los destellos de nuestras notificaciones automáticas nos dan golpes de dopamina que nos mantienen enganchados, porque así fueron diseñados. Queremos ver quién nos etiquetó, lo que la gente dice sobre nuestras fotos y lo que hoy está exasperando a las masas. Para nosotros, es terrible, y lo sabemos, pero es adictivo al igual que otros vicios, como, por ejemplo, el alcohol, el tabaco, el azúcar.

      Hay otros síntomas que experimento. En ocasiones, me encuentro hojeando un libro, o leyendo algunas páginas de un libro, luego algo en Wikipedia, luego algunas páginas más del libro, luego Twitter, y así sucesivamente. Luego aparecen la ansiedad y el dolor de cabeza provocados por las notificaciones que exigen una respuesta: los interminables mensajes de texto, los mensajes de Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp, Slack, Voxer, MarcoPolo, Asana, LinkedIn, el correo electrónico y otros. Es la sensación de nadar contra la corriente y no avanzar nunca.

      Estas y otras dolencias me impulsaron a escribir este libro. Habiendo experimentado la enfermedad en mí mismo y viéndola en otros, quiero abogar por una manera mejor, una manera para estar centrado, ser sensato y virtuoso en este mundo loco. Quiero que seamos perspicaces en una era de distracción; pero antes de ir a la medicina, primero debemos comprender las causas de la enfermedad.

      Tres hábitos que nos enferman

      Debemos examinar nuestra dieta diaria de ingesta de conocimientos. Puede ser nutritiva, lo que nos hace sabios y astutos, y nos capacita para prevenir infecciones intelectuales y aflicciones espirituales; pero también puede ser tóxica, lo que nos hace insensatos y más susceptibles a las mentiras y a las trampas de nuestro tiempo.

      A continuación, se presentan tres malos hábitos de «alimentación» informativa que son particularmente frecuentes en el mundo de hoy, hábitos que contribuyen a nuestra enfermedad. Los próximos tres capítulos examinarán cada uno de estos malos hábitos con mayor profundidad, pero aquí están de forma resumida.

      1. Comer demasiado

      Así como comer demasiado de cualquier cosa nos enferma, nos causa dolor de estómago, indigestión o algo peor, demasiada información también nos enferma. Y nada caracteriza mejor a la era de Internet como el «exceso de información».

      ¿Tienes alguna pregunta sobre la Biblia? Búscala en Google y obtendrás cientos de respuestas. ¿Necesitas un video tutorial sobre cómo instalar cortinas? Hay toneladas de ellos en YouTube. (Créeme, he visto por lo menos cinco de ellos). ¿Buscas el mejor cruasán de París? Intenta buscar en Yelp, TripAdvisor o en muchos otros sitios web que tengan una opinión.

      En teoría, el vasto depósito de información que tenemos a nuestra disposición es algo maravilloso. En la práctica, suele ser paralizante. Aun cuando el algoritmo de Google clasifica los resultados de la búsqueda, es abrumador tener que examinar tanta información. Por ejemplo, cada bloguero y gurú de bebés tiene una recomendación diferente para el entrenamiento del sueño. ¿En quién confías? ¿Qué método funciona realmente? El atractivo de que Internet todo lo sabe promete claridad, pero a menudo solo complica.

      Es el problema del espacio ilimitado. Mientras que las tiendas físicas y las comunidades están sujetas a limitaciones: un supermercado solo puede almacenar cierta cantidad de marcas de café y una familia solo tiene cierta cantidad de opiniones sobre qué cocinar para el Día de Acción de Gracias; Internet no tiene ninguna de esas limitaciones. Para café, recetas de Acción de Gracias y cualquier otra cosa, las opciones son variadas. Nuevamente, en teoría, ¡esto es liberador! En la práctica, es frustrante. ¿Cómo puedes elegir la mejor opción


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