Caballeros del rey. Jorge Sáiz Serrano
del monarca por otro oficio de la Casa Real, los patges.[159] A diferencia de los escasos cavallers y donzells de casa localizados, sí que consta un colectivo regular de patges percibiendo quitacions por su servicio en la Casa Real entre 1424 y 1431: 23 en 1424, 40 en 1427, 55 en 1428 y 44-45 en 1429 y 1431.[160] Es más que probable que, al menos en la casa de Alfonso V, el cargo de patge, ausente en su reglamentación pero vinculado al servicio en la cambra real, suplantase el lugar que caballeros y escuderos de casa poseían anteriormente.[161]
A nivel social, el grueso de los patges pertenecen a jóvenes de linajes nobiliarios vinculados a la monarquía (valencianos como los Boïl, Ciscar, Corella, Mercader, Soler, catalanes como los Erill o Batle, sicilianos como Vintimiglia por citar algunos), todos en su fase de aprendizaje en el privilegiado espacio de la cort real.[162] A nivel funcional, el colectivo de patges servía en la cambra del monarca –a modo de escolta doméstica–, siguiendo de forma regular la cort, como revela su presencia fija en las cuentas del tresorer cobrando sus quitacions.[163] Como los cortesanos, los patges participaban en el ejército real al frente de hombres de armas: 15 de los 44 patges documentados en 1429 comandaron efectivos en la entradas a Castilla del verano de 1429.[164] Y también, al igual que cualquier otro caballero cortesano, junto a sus quitacions percibían pensiones, ayudas y donativos del monarca, para sufragar sus gastos en la corte y, sobre todo, para equiparse de monturas, armas y armaduras.[165] La pertenencia al colectivo de patges, como donzells, cavallers de casa del rey, abría la posibilidad de promoción en la domus regia al colectivo de oficios cortesanos.[166] De hecho, la trayectoria tipo de los miembros de la nobleza integrados en la Casa Real era su ascenso desde el cargo de patge, durante su proceso educativo en la cort sirviendo en la cambra real, al de cambrer como caballero vinculado a la cámara, pero también a otros oficios como los de uixer o armer. Obviamente no todos los patges ascendieron a oficios cortesanos, al depender de la política regia de recompensas. Incluir un joven noble entre los patges, donzells o cavallers de la corte regia, gratificaba los servicios prestados por un linaje y se reservaba a familias con tradición de servicio y fidelidad.[167] Pero también podía ser una recompensa a nuevos linajes para asegurar su fidelidad futura.[168] Un reclutamiento de nobles y caballeros para la Casa Real que, dentro las pautas del servicio feudal, dependía por igual de relaciones personales y de la propia tradición familiar.
Analicemos finalmente el grupo más representativo de los agentes externos a la Casa Real de remuneración monetaria, el colectivo de pensionados por el rey: individuos de diferente condición social, nobles y ciudadanos, que frecuentaban la domus regia sin pertenecer a la misma y recibían periódicas rentas de la tesorería real mediante las cuales el monarca buscaba recompensar o asegurar servicios, suyos o de su linaje. Entre esos pensionados cabe destacar, como antes comentamos, el grupo de napolitanos de origen noble, pero también algunos burgueses e incluso eclesiásticos, sustentados por la tesorería real entre 1424 y 1432. Representarían a aquellas familias napolitanas que apoyaron la causa de Alfonso V en su primera campaña (1421-1423) y que tras el regreso del monarca a sus dominios ibéricos abandonaron Nápoles para seguir en servicio del rey de Aragón como refugiados político. Su apoyo a las pretensiones del Magnánimo por conquistar el reialme de Nàpols no sólo les forzaría a abandonar su tierra, regresando con el rey a la península ibérica a fines de 1423. También les ocasionaría pérdidas que su nuevo patrón, Alfonso V, se encargaría de recompensar.[169] Los napolitanos que acompañaron al monarca no constituían un colectivo muy numeroso, rondaban los 40 individuos: en 1425-1427 documento a 31 napolitanos pensionados mientras que en el primer semestre de 1429 figuran 14.[170] Todos eran mantenidos por el rey con donativos de la tesorería real, como gràcies genéricas o gràcies per lur susteniment o per sustentació de sa vida, con cantidades que oscilabaºn entre los 25 y 100 flor.[171] Un reducido grupo de esos napolitanos de condición noble, al menos siete caballeros documentados, concentraba los donativos de mantenimiento de mayor cuantía y de carácter más regular y difrutaban de un equipamiento militar sufragado por la tesorería.[172] Esos caballeros napolitanos encarnarían el modelo típico de pensionados o retainers: servían al monarca y su corte, sin ser miembros de ella, a cambio de pagos monetarios periódicos, frecuentarían la corte con asiduidad y muchos militaban en el ejército como hombres de armas o a cargo de comitivas. En último extremo, detrás de esos napolitanos pensionados habría que ver una política de Alfonso V dirigida a crearse una clientela propia entre la nobleza napolitana. Una política que le dotase del necesario sustento militar en tierras italianas cuando esos linajes se movilizasen en la conquista del reino Nápoles, como así sucedió.
[1] Al respecto remito a las siguientes síntesis: Ch. Allmand, «New Weapons, New Tactis», en G. Parker (ed.), The Cambrigde Illustrated History of Warfare. The victory of the West, Cambridge, 1995, pp. 92-105, sobre todo, pp. 98-99; Ph. Contamine, La guerra en la Edad Media, Barcelona, 1984, pp. 169-170; J. A. Fernández de Larrea, «Guerra y sociedad en Europa occidental durante la Baja Edad Media (siglos XIIIXV)», en La guerra en la Historia. Décimas Jornadas de Estudios Históricos, Salamanca, 1999, pp. 45-94, especialmente, pp. 47-76; J. Flori, Caballeros y caballería en la Edad Media, Barcelona, 2001, pp. 116-120; Id. La caballería, Madrid, 2001, pp. 82-83; F. García-Fitz, Ejércitos y acividades guerreras en la Edad Media europea, Madrid, 1998, pp. 30-34; J. Hale, Guerra y sociedad en la Europa del Renacimiento, 1450-1620, Madrid, 1990, p. 63; B. S. Hall, Weapons & Warfare in Renaissance Europe, Baltimore-Londres, 1997, pp. 9-40; M. Keen, La caballería, Barcelona, 1986, pp. 287-297; M. Vale, War and Chivalry. Warfare and Aristocratic Culture in England, France and Burgundy at the End of the Middle Ages, Londres, 1981, pp. 100-128. Sobre la mejora del equipo del hombre de armas, vid. A. Ayton, «Arms, Armour and Horses», en M. Keen (ed.), Medieval Warfare. A History, Oxford, 1999, pp. 186-208, sobre todo, pp. 203-206; D. Edge y J. Miles, Arms & armour the medieval knight, Nueva York, 1993, pp. 96-135. El peso de las tropas de caballería en los ejércitos italianos, navarros, franceses e ingleses puede seguirse respectivamente en: M. Mallet, Signori e mercenari..., op. cit., pp. 150-153; J. A. Fernández de Larrea, Guerra y sociedad en Navarra durante la Edad Media, Bilbao, 1992, p. 75; Ph. Contamine (dir.), Historie militaire de la France, 1. Des origines a 1714, París, 1992, pp. 183-184; M. Prestwich, Armies and Warfare in the Middle Ages. The english experience, Londres, 1995, pp. 52-56; A. Curry, «English Armies in the Fifteenth Century», en A. Curry y M. Hughes (ed.), Arms, Armies and Fortifications in the Hundred Years War, Londres, 1994, pp. 44-47.,
[2] El mito de una «decadencia» de la caballeria bajomedieval basado en argumentos culturalistas (la cultura caballeresca como evasión e idealización de un pasado de hegemonía perdida) comenzó con las tesis de Huizinga (J. Huizinga, El otoño de la edad media. Estudio sobre las formas de vida y el espíritu durante los siglos XIV y XV, Madrid, 1981 (ed. orig. 1919) e influyó en la polarización de estudios culturales e ideológicos sobre la caballería bajomedieval, sobre todo entre la historiografía franco-italiana (F. Cardini, Guerre di primavera. Studi sulla cavalleria e la tradizione cavalleresca, Florencia, 1992). La revisión del mito vino con las aportaciones de una historiografía anglosajona (M. Vale, M. Keen) que defendió la correspondencia entre el apogeo de la cultura caballeresca y una guerra bajomedieval en la que la caballería sigue estando altamente