Adónde nos llevará la generación "millennial". Barbara J. Risman
masculinos, el sesgo se hace a menudo patente abiertamente y de forma temprana (García-Retamero y López-Zafra, 2006). Las mujeres que progresan en todos los sectores caminan por la cuerda floja; para ser eficaces deben ser capaces de liderar, pero si son demasiado directivas, rompen con los estereotipos sobre la feminidad y son despreciadas o infravaloradas (Eagly y Carli, 2003; Ritter y Yoder, 2004). Muchas mujeres chocan contra el «muro de la maternidad» cuando se encuentran con normas en el puesto de trabajo que exigen un compromiso las 24 horas del día los 7 días de la semana y tienen un hijo que recoger en la guardería a las 6 de la tarde. Por supuesto, estas normas contrarias a la familia también perjudican a algunos hombres. Si los hombres recurren a medidas laborales respetuosas con la familia, a menudo se les considera menos confiables y elegibles para ser promocionados (Rudman y Mescher, 2013). En la actualidad, muchas cosas han cambiado en las expectativas de género de las familias, pero otras muchas se han mantenido igual en la organización del trabajo (Moen et al., 2016). Seguimos creando sesgos basados tanto en el género en sí mismo, como en las personas que asumen las responsabilidades de cuidado, lo que históricamente ha significado sesgos en contra de las mujeres.
Resulta más difícil aislar el aspecto material del nivel de interacción. Tal vez la situación en la que resulta más fácil observarlo es aquella en la que mujeres u hombres son minoría en un espacio. En algunas comunidades, un padre que se encarga del cuidado de su hijo durante el día está solo en el parque y a menudo es ignorado por las madres que lo rodean. A veces, las mujeres que tienen trabajos predominantemente masculinos todavía tienen la expectativa de representar a todas las mujeres o, incluso, a todas las mujeres de su raza o etnia (Dyson, 2012). Por supuesto, los desajustes más graves se dan cuando las personas no cumplen con las expectativas que se tienen de ellas, cuando las personas identificadas como del mismo sexo al nacer cambian de género o cuando alguien no puede ser categorizado y se presenta a sí como disidente del género binario. Esto se ha ido aceptando, especialmente en espacios públicos (Westbrook y Schilt, 2014), pero a medida que las leyes han empezado a proteger a las personas transgénero en espacios donde se espera la segregación de personas por sexo, como los baños, hemos asistido a una fuerte oposición política y a lo que la sociología llama «pánico moral» (ibíd.).
A nivel macro, ¿cuál es la ideología cultural que predomina hoy en día en Estados Unidos? Las cosmovisiones ideológicas se definen por lo que la gente piensa que debería ser, no por lo que es. Por supuesto, hay muchos puntos de vista en cada familia, en cada lugar, y difieren por clase, raza y cualquier otra dimensión social, y, sin embargo, hay algunos elementos comunes que compartimos como sociedad. Esta es mi lectura de los aspectos más básicos que se comparten en la ideología de género en este momento. Hoy en día se espera que las madres apoyen económicamente a sus familias siempre que sean solteras y, por lo general, incluso si están casadas. Habitualmente, se presupone que los hombres casados y que cohabitan compartan, al menos en parte, el trabajo familiar y el remunerado, pero el trabajo de las mujeres sigue siendo ante todo el de ser buenas madres. En Estados Unidos estamos en medio de una disputa cultural sobre las expectativas de género para aquellos cuya identidad de género no coincide con su certificado de nacimiento. ¿Les permitimos cumplir con las expectativas basadas en la identidad de género o no?
Un hombre que no tiene trabajo no puede casarse. Y puede que ahora suceda que una mujer que no tenga empleo tampoco pueda mantenerse sola. La igualdad de género es, al menos en la actualidad, un valor que a menudo se comparte; sin embargo, como los valores culturales siguen siendo sexistas, el trabajo de cuidado está infravalorado y mal pagado.
En el plano material de las leyes y las políticas ejecutables, Estados Unidos es un país casi totalmente neutral en materia de género. Los cónyuges ya no tienen derechos diferentes cuando se divorcian y las leyes laborales son cada vez más neutrales en cuanto al género. Los anuncios de trabajo ya no pueden decir abiertamente que se busca a hombres o mujeres, aunque seguramente hay formas más sutiles de señalar qué género prefieren las personas empleadoras. Las mujeres pueden acceder a todas las categorías militares, aunque en este momento solo los hombres deben inscribirse para el reclutamiento. Las únicas instituciones que todavía tienen diferentes normas y reglamentos organizativos para hombres y mujeres de forma abierta y legal son las confesiones religiosas. En algunos grupos religiosos, como los católicos, los judíos ortodoxos y los musulmanes, las mujeres no pueden ocupar puestos de liderazgo como clérigas. En muchas confesiones conservadoras, las mujeres tienen que vestirse discretamente, presumiblemente para no provocar sexualmente a los hombres con los que se encuentran. Las reglas religiosas siguen siendo el último bastión del esencialismo de género regulado y aceptado en las sociedades occidentales. A pesar de que ninguna ley o política determina los salarios, el efecto real del sexismo todavía se percibe en las brechas salariales entre hombres y mujeres en todos los sectores, aunque, como los hombres que no tienen títulos universitarios han tenido un rendimiento tan bajo en las últimas décadas, las mujeres de sus comunidades están acortando las brechas salariales, no porque estas se las arreglen bien, sino porque los hombres lo están haciendo muy mal (McCall, 2015).
La estructura de género sigue siendo muy poderosa hoy en día, aunque haya cambiado y las mujeres tengan muchas más opciones que en siglos anteriores. England (2010) ha sugerido que la revolución de género se ha estancado. Es precisamente en este contexto en el que la generación millennial entra en la edad adulta. En el próximo capítulo veremos lo que sabemos sobre los y las jóvenes de hoy y cómo experimentan nuestra estructura de género. Hay muy poca información sobre la generación millennial y menos aún sobre sus experiencias con la estructura de género. Con este libro espero lograr cambiar esto.
1 Algunos de los argumentos expuestos en este capítulo se presentaron en una versión anterior (Risman y Davis, 2013) y otros en Risman (2017).
2 Entrecomillado en el original (N. de la T.).
3 Aunque el ingreso de mujeres en la academia puede no haber dado lugar a más investigaciones sobre género, muchas de las mujeres que entraron en esta también participaron en el Movimiento de Liberación de la Mujer de esa década y aportaron sus interrogantes sobre la subyugación de las mujeres y las desigualdades de género a su trabajo académico. Las experiencias sociales a menudo influyen en las ideas científicas (Sprague, 2016).
4 La autora hace referencia aquí a unos hornos de juguete que la marca Kenner introdujo en Estados Unidos en 1963. Estas cocinitas estaban provistas de resistencias que al ponerse incandescentes desprendían calor, lo que permitía hornear alimentos diminutos: galletitas, panes pequeños, etc. (N. de la T.).
5 Mantenemos la denominación en inglés dado que en los contextos de habla castellana nos referimos a este marco teórico en inglés. El entrecomillado está en el original (N. de la T.).
6 Utilizamos aquí el lenguaje no binario respetando la identidad queer que asume Judith Butler (N. de la T.).
7 En el original «bathrooms bills»; la autora se refiere al precio que pagan las personas transgénero cuando se las cuestiona por utilizar un baño que «no es el suyo» (N. de la T.).
8 Hacemos uso del lenguaje no binario en esta frase dado que resulta pertinente para lo que se está expresando (N. de la T.).
9 Es cierto que la psicología no ha hecho esta transición, lo que explica que una de las revistas más importantes en ese campo sea Sex roles. Mi explicación para esto es que la psicología estudia, principalmente, al individuo, los medios por los cuales la cultura se interioriza en nosotros, y por eso el lenguaje no es tan impreciso para esta. Sin embargo, el lenguaje de los roles incluso en esos casos parece implicar que los roles asociados al sexo son de alguna manera consistentes a través del tiempo, la raza, la etnia y la clase. En este escrito se dan argumentos como para cambiarle el nombre a la revista.
10 Hablamos de redes sociales en tanto que concepto sociológico fundamental que se refiere al conjunto de relaciones sociales. Cuando nos refiramos a las redes sociales como medios de comunicación, añadiremos la especificación «de internet» (N. de la T.).
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