Ideas en educación III. Ignacio Sánchez D.

Ideas en educación III - Ignacio Sánchez D.


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y han derivado la responsabilidad de los procesos a profesionales expertos en aspectos procedimentales, pero sin la necesaria mirada académica que toda acreditación debiera resguardar. Esta burocratización de los procesos, basada en una lógica formal de rendición de cuentas —que involucra la solicitud de excesiva información y documentación con foco en el detalle—, parece haber convertido a la CNA en un ente regulatorio y fiscalizador, desviándose de su objetivo esencial, que es verificar y promover la calidad de la educación superior. En este sentido, la creación de la Superintendencia de Educación Superior como el organismo fiscalizador del sistema es una gran oportunidad para que la CNA pueda enfocarse exclusivamente en la evaluación y promoción de la calidad, delegando en la instancia mencionada aquellos aspectos asociados a la fiscalización de las instituciones.

      Por otra parte, preocupa que el sistema de aseguramiento de la calidad se haya centrado casi exclusivamente en los procesos de acreditación. Esto ha llevado a que, en la práctica, la acreditación sea erróneamente considerada sinónimo de aseguramiento de la calidad, lo que no solo tiene implicancias conceptuales en el empobrecimiento de que debería ser una “filosofía del aseguramiento de la calidad”, sino también serias consecuencias operativas, ya que las instituciones tienden a privilegiar aquellos aspectos que serán evaluados en estos procesos, por sobre el desarrollo de una mirada integral de calidad.

      Esto se condice con el hecho de que la CNA ha desplegado con mayor fuerza su función acreditadora, dejando de lado su rol promotor de la calidad. De hecho, la propia Comisión reconoce que ha predominado la garantía pública por sobre el mejoramiento continuo (CNA, 2015).

      Para fortalecer el sistema, entonces, es crucial ampliar la mirada, entendiendo que el aseguramiento de la calidad involucra una serie de aspectos y objetivos más allá de la acreditación. Es importante distinguir que esta es principalmente un medio de verificación del cumplimiento de determinados criterios y estándares (según la nueva Ley 21.091) o del proyecto institucional (de acuerdo con la ley de 2006), mientras que el aseguramiento de la calidad se refiere a la capacidad que las instituciones tienen de autorregular y autoevaluar su quehacer, obteniendo resultados acordes a su misión y a lo que el medio espera de ellas. Así, el aseguramiento de la calidad no se limita a contar con una certificación, sino que implica el garantizar que la docencia que se imparte sea de buena calidad y en los estándares esperados en las disciplinas respectivas, que los estudiantes aprendan, que las evaluaciones midan lo que se quiere medir, que se realice investigación de excelencia, que se fomente el bienestar de la comunidad, que se califique y promueva adecuadamente a los académicos. En resumen, que la institución esté permanentemente evaluando y optimizando su quehacer. Esta es la tendencia que se observa en países con sistemas consolidados de aseguramiento de la calidad, como es, entre otros, el caso de Alemania6 (Brown et al., 2017; Ganseuer y Pistor, 2016).

      CUADRO 1

      LOGROS Y ASPECTOS POR MEJORAR DEL SISTEMA DE ASEGURAMIENTO DE LA CALIDAD DE LA ES

Logros / efectos positivos Debilidades / aspectos por mejorar
• Instalación progresiva de una cultura de calidad de la educación. • Mejor disposición de las instituciones de educación superior a someterse a procesos de autoevaluación y evaluación externa (cultura de la evaluación). • Mejor disposición de las IES a la rendición de cuentas (cultura de rendición de cuentas). • Mejora en la provisión y uso de los recursos de enseñanza y aprendizaje. • Fortalecimiento de los requisitos de calificaciones académicas. • Mejora en la disponibilidad, profundidad y oportunidad de la información. • Instauración de múltiples mecanismos de aseguramiento de la calidad al interior de las instituciones (planes estratégicos, seguimiento de egresados, encuestas periódicas, comités curriculares, entre otros). • Fragmentación y ausencia de una visión sistémica. • Pérdida de la mirada académica en las acreditaciones (subvaloración de los mecanismos de aseguramiento de la calidad intrínsecos al trabajo académico). • Burocratización de los procesos de acreditación. • Poca flexibilidad en los procesos y criterios de acreditación. • Rol fiscalizador de la CNA por sobre su rol promotor de calidad. • Acreditación como sinónimo de aseguramiento de la calidad y la necesidad de ampliar la perspectiva de la calidad.

      c) Principales desafíos y oportunidades en el marco de la nueva institucionalidad y los cambios en el sistema de acreditación

      Gran parte de las falencias mencionadas han sido reconocidas por la CNA y por organismos internacionales, como la OCDE y CINDA, y fueron consideradas en el diagnóstico realizado por el Ejecutivo en el marco de la reforma del SINACES (CNA, 2015 y 2016). La Ley de Educación Superior de 2018 aborda algunos de estos problemas y, como se mencionó, establece una nueva institucionalidad que puede constituirse en una gran oportunidad para fortalecer el sistema, mejorando la coordinación y precisando la definición de roles entre las distintas instancias: Subsecretaría de Educación Superior, Superintendencia de Educación Superior, Consejo Nacional de Educación Superior y Comisión Nacional de Acreditación.

      Desde esta perspectiva, particular relevancia tiene el aumento de la coordinación en las solicitudes de información y su integración en un único sistema. Eso evitará la fragmentación que también en este sentido afecta a las instituciones, que deben proveer bases de datos en distintas oportunidades, con diversos formatos y fechas de corte, y distintos niveles de agregación. Esta situación es atentatoria contra el propio aseguramiento interno de la calidad, ya que unidades destinadas a generar análisis internos y del entorno para la toma de decisiones se han comenzado a transformar en instancias de procesamiento y validación de datos para servir una infinidad de solicitudes externas, escasamente integradas.

      Otro importante desafío es fortalecer la participación de las IES en el sistema de aseguramiento de la calidad. Las instituciones deben estar en diálogo constante con los organismos que conforman el SINACES y con la CNA en particular. Esto no solo a partir de Comités Consultivos, sino también a través de representantes de las IES, de los encargados de los Sistemas Internos de Calidad, de sus académicos, entre otros. Una comunicación continua podría favorecer la revisión y actualización permanente del sistema de acreditación, abriendo espacios para realizar ajustes y asumir innovaciones que garanticen la pertinencia de los criterios y estándares. Así, por ejemplo, mientras 15 o 20 años atrás resultaba improbable que se incluyeran nociones como equidad, inclusión o la perspectiva de género en este tipo de procesos, hoy es impensable que no ocurra. Los criterios de calidad, entonces, no pueden ser estáticos ni estar disociados de los procesos sociales, pero su actualización requiere de espacios de diálogo formales y permanentes con los diversos actores. Las universidades, los institutos profesionales y los centros de formación técnica deben formar parte activa de esta constante revisión y actualización, como ocurre en los sistemas más desarrollados. A modo de ejemplo, vale la pena destacar lo que ha declarado la Agencia de Aseguramiento de la Calidad de Reino Unido (QAA) en su nueva estrategia 2020-2025:

      “El propósito de QAA es salvaguardar los estándares académicos y garantizar la calidad y la reputación global de la educación superior del Reino Unido. Hacemos esto trabajando con las instituciones que proveen la educación superior, con organismos reguladores y organizaciones de estudiantes, con el objetivo compartido de ayudar a los estudiantes a tener éxito” (QAA, 2020).

      Junto con relevar el papel de las IES en el sistema, es crucial reconocer y respetar su diversidad institucional. Este punto es especialmente importante en procesos de acreditación, en los que una aplicación de criterios y estándares únicos no siempre hace justicia a la pluralidad y complejidad de las instituciones. El uso de estándares es, sin duda, necesario para verificar niveles mínimos de desempeño o componentes básicos de una IES, y para uniformar juicios y decisiones de acreditación en base a antecedentes objetivables. En algunos casos, sin embargo, esto se traduce en la aplicación formalista y poco flexible de criterios y procedimientos, que escasamente tienen relación con el objetivo de asegurar la calidad. Una homogeneización y aplicación rígida de criterios de acreditación


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