Manuel Álvarez (1796-1856). Un leonés en el oeste americano. Thomas E. Chavez

Manuel Álvarez (1796-1856). Un leonés en el oeste americano - Thomas E. Chavez


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el aprecio y agradecimiento que les tengo a mis hijas Nicolasa Marie, también historiadora, y Christel Angélica, tristemente fallecida en 2002. Ellas, al igual que mi esposa Celia, siempre serán una inspiración.

      Tampoco se puede describir la deuda contraída con mis padres. La primera vez que visité Abelgas fue con mi padre. Esta biografía fue un intento de que se sintieran orgullosos de mí. Con la esperanza de que haya logrado mi objetivo, este libro escrito por su hijo primogénito y ahora traducido al castellano para ser publicado en uno de sus países favoritos va dedicado a ellos:

      Al Juez Antonio E. Chávez

      y a

      Marilyn S. Chávez.

      Introducción

      Con el final de la guerra Franco-India, denominada guerra de los Siete Años en Europa, la influencia francesa en América del Norte fue sustituida por los planes que los británicos tenían para el continente; planes que serían alterados cuando trece colonias británicas se rebelaron con éxito y, tras el Tratado de París de 1783, fueron reconocidas oficialmente como los Estados Unidos de América. España temía el entusiasmo del nuevo país y la nueva República de México heredó la suspicacia española. Así, Nuevo México sufrió bajo las distintas políticas y la creciente rivalidad entre los Estados Unidos y un México, caótico políticamente, cuya economía peleaba por salir a flote.

      Tanto como asentamiento más antiguo de la civilización europea en el sudoeste de los Estados Unidos y como hogar de la mayoría de los indios pueblo, el valle del río Grande en Nuevo México resulta un buen ejemplo de ajuste cultural, una convergencia de culturas evidente en especial durante la época de la guerra de México. Los años en que el sudoeste de los Estados Unidos perteneció a México se caracterizaron por una población fronteriza cosmopolita, formada por, españoles, comerciantes procedentes de los Estados Unidos, tramperos franceses, indios y mexicanos, entre otros. Los grupos mayoritarios estaban subdivididos y con frecuencia enfrentados unos con otros: ricos frente a pobres, autoridades locales contra federales, anglos frente a no anglos y estadounidenses frente a mexicanos. Ciertas ocupaciones, sin embargo, tales como la de comerciante (mercader) atravesaba todo tipo de barreras étnicas y culturales.

      Durante los veinticinco años del periodo mexicano (1821-1846), tuvieron lugar muchos cambios y desarrollos como consecuencia de la independencia que México acababa de obtener: la expulsión de sacerdotes franciscanos de México como resultado de su supuesta lealtad hacia España: una importante revuelta en 1837 contra la autoridad principal de Santa Anna que alentó el deseo de los nuevomexicanos de obtener la independencia del gobierno central; la expedición de Texas a Santa Fe y un aumento del número de ataques indios por nombrar algunos.

      Sacerdotes seculares nuevomexicanos instruidos en México jugaron un papel fundamental en el desarrollo del patriotismo nacional de la nueva República de México. Las demandas sobre el río Grande de la frontera de Texas sólo sirvieron para acrecentar la ansiedad nuevo-mexicana de defenderse e ilustraron la escasa habilidad de México o la intención de no ayudar. La falta de interés del gobierno central reforzó la postura defensiva del departamento de Nuevo México, ya que los nuevomexicanos se enfrentaban entonces a otra amenaza además de los indios nómadas: los Estados Unidos de América.

      La expansión y exploración de la frontera oeste, parte de la doctrina del destino manifiesto, supuso la creciente imposición de la cultura de los Estados Unidos sobre la del norte de México. Para asegurarse el éxito, la frontera del nuevo país no se había extendido durante mucho tiempo en la costa este o en la cordillera de los Apalaches. Antes de 1800, los pioneros se habían asentado en la parte de la Luisiana española más tarde conocida como Missouri. A éstos pronto les siguieron otros, cuando en 1803, el presidente Thomas Jefferson aprovechó los problemas de Europa para comprar el vasto e indefinido territorio de Luisiana. La población se incrementó rápidamente cuando se fundaron nuevos asentamientos en la parte baja de los valles en los ríos Missouri y Mississippi, lugares que ofrecían nuevas posibilidades, donde había terreno fértil y en los que se habían descubierto depósitos de plomo y sal durante los regímenes francés y español. Los ríos proporcionaban corredores naturales que estimulaban el comercio. El río Ohio que fluye desde el este y el río Missouri desde las llanuras del norte y las montañas Rocosas convergen en el Mississippi, la arteria comercial principal del centro oeste. La posible rentabilidad de las reservas naturales a lo largo de estas vías hídricas convirtió Missouri en el centro de la inmigración anglo-americana.

      La especulación del terreno fue consecuencia natural del influjo de población pero incrementó los precios de tal forma que los granjeros no eran capaces de afrontar el pago de su propiedad con el beneficio obtenido de su producción. Cuando los precios de los productos agrícolas cayeron, los granjeros se encontraron cada vez con más dificultades para vender sus productos y conseguir o ampliar su crédito. Durante el pánico nacional de 1819, la frontera sufrió económicamente, especialmente por la falta de capital en especie (oro). Los lingotes que esperaban en la parte central del norte de México supusieron la cura exacta para la desesperación económica que sufría el oeste de los Estados Unidos. Missouri se convirtió en el centro de operaciones para la exploración del oeste y en última instancia de mercancías tales como lingotes y mulas de México y pieles desde las montañas. El “Camino de Santa Fe”, una de las rutas principales a través de las grandes llanuras o “gran desierto norteamericano”, se desarrolló como una ruta que se centraría y se aprovecharía de una provincia distante en el norte de México. Los nuevomexicanos eran fácilmente influenciables por los estadounidenses ya que la distancia y la orografía del terreno habían conseguido romper los lazos de cercanía y lealtad a México.

      Los problemas, no obstante, acompañaron a las ventajas financieras que se estaban logrando. Nuevo México se encontraba perfectamente situado geográficamente para encontrarse involucrado en la cuestión de la anexión, ya que, la nueva República de Texas, lograda su independencia en 1836, reclamaba el río Grande como frontera oeste. La mitad de Nuevo México, incluida Santa Fe, su capital y centro comercial, entraba dentro de esa demanda. Nuevo México también poseía un buen emplazamiento entre los puertos de los Estados Unidos y los puertos de San Diego y San Francisco en California. Controlar estos puertos del océano Pacífico proporcionaría a los Estados Unidos una ventaja evidente sobre otras naciones en competición por el comercio del Oriente. El presidente Andrew Jackson había


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