Almodóvar en la prensa de Estados Unidos. Cristina Martínez-Carazo
Igualmente el considerable número de videos colgados en You Tube en los que aparece el director, entre ellos un clip compuesto de imágenes de sus diez últimas películas, una sesión fotográfica con Penélope Cruz realizada por Michael Grecco, junto con los trailers de sus películas, todos ellos espacios que contribuyen a mantener una presencia constante en el espacio virtual.
A la luz de este repertorio de festivales, nominaciones, premios, programas de televisión y demás herramientas publicitarias se puede afirmar que, aparte de los Oscars y los Golden Globes, el Festival Internacional de Cine de Nueva York ha sido el escaparate más efectivo para consolidar el prestigio del director en Estados Unidos. Nueva York, como veremos más adelante, opera con centro del cine importado ya que para que una película logre éxito de taquilla en el país ha de triunfar primero en esta ciudad. De ahí que Sony Pictures Classics eligiera esta ciudad como centro geográfico de su homenaje al director español y que la prensa haga un seguimiento tan cercano de sus visitas. De la calurosa acogida de Almodóvar en esta ciudad dan buena muestra las numerosas celebraciones organizadas en su honor, objeto de atención de la prensa ya desde las primeras fiestas de la distribuidora Cinevista con motivo del estreno en Nueva York de las dos películas que distribuyó en Estados Unidos, Matador y La ley del deseo. Según hemos visto en el artículo firmado por Hervé Hachuel (El País 15-4-1989), René Fuentes fue una figura clave a la hora de abrir paso al cine de Almodóvar al otro lado del Atlántico. Afiliado a Cinevista, distribuyó entre 1983 y 1988 ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, Entre tinieblas, La ley del deseo y Matador, y fue el artífice de la venta de Mujeres al borde de un ataque de nervios a Orión.
A nivel internacional y más allá de su presencia en Estados Unidos, el cine de Almodóvar, receptor de nominaciones en los cinco continentes junto con el considerable número de galardones recibidos, hace de este director la figura más global del cine español. El apéndice incluido al final de este volumen detalla los festivales, nominaciones y premios obtenidos por su obra a nivel internacional a la vez que pone de manifiesto la pericia de su productora, El Deseo, a la hora de globalizar su cine. La solidez de esta productora, debida en gran medida a la eficaz gestión de Agustín Almodóvar, abre una nueva vía al cine español, poco afortunado hasta ahora a la hora de abrirse paso fuera de sus fronteras. Una vez logrado el objetivo clave —permitir a Pedro Almodóvar disfrutar de un control absoluto sobre su obra, sin tener que someterse a los intereses de productores y distribuidores—, la distribución internacional acapara gran parte de la atención y la inversión económica de El Deseo. Los logros de esta productora derivan no solo de la calidad y el prestigio del cine de Almodóvar y del resto de los directores por ella apoyados, entre ellos Isabel Coixet, Lucrecia Martel, Guillermo del Toro, sino también de sus estrategias de producción, entre ellas, mantener unos presupuestos relativamente bajos, entre dos y diez millones de dólares (La piel que habito ha disfrutado hasta ahora del presupuesto más alto, diez millones de euros, unos trece millones de dólares), probando que la calidad no está supeditada a la inversión económica. Más allá de su gestión interna, El Deseo ha trabajado con compañías de prestigio, entre ellas CIBY 2000, radicada en Francia, fomentando con ello la dimensión internacional de sus proyectos.27
Inseparables de dicha transnacionalidad resultan los debates que suscita el cine de Almodóvar fuera de las fronteras nacionales. De esta conexión entre el director y los espectadores de diversas culturas se hacen eco las numerosas publicaciones tanto académicas como de divulgación, entrevistas y demás intervenciones públicas que subrayan la sintonía entre su obra y sus receptores. Como excepción a esta realidad resulta curioso el desencuentro entre el director manchego y Paul Julian Smith, uno de sus críticos más agudos, gran defensor de la estética almodovariana. En uno de los artículos por él publicados en The Guardian (Reino Unido), titulado “The curse of Almodóvar”, detalla la limitada distribución del cine español en el Reino Unido, con la excepción de Almodóvar, y la importancia de festivales como el London Spanish Film Festival para paliar este problema. En estos términos sintetiza el protagonismo del director manchego en el mercado internacional: “For the great majority of films that don’t come trailing the seductive slogan ‘Un film de Pedro Almodóvar’, foreign distribution is a tough sell. Ironically, it seems, one super-sized name can capsize a national film industry by monopolizing international interest” (The Guardian 17-6-2008).
Si bien el tono de Paul Julian Smith se inclina más al elogio que al reproche, la interpretación de dicho artículo por parte de Almodóvar pone de manifiesto una lectura desviada, de la que deriva la indignación del director ante las afirmaciones del crítico. En su respuesta a dicho escrito, Almodóvar declara: “I am shocked and feel unjustly abused […] It is deeply unfair, and also rather silly, to blame me for an absence of Spanish films at UK cinemas […] You also say that I monopolize international interest. Interest cannot be monopolized. It can be attracted or generated. But it cannot be monopolized because it belongs to the person interested” (24-6-2008). Sorprende la negativa reacción del cineasta ante un artículo que se centra en constatar el enorme éxito de su cine en el Reino Unido y la clara preferencia del público inglés por su obra sobre la del resto de los cineastas españoles y europeos en general, que disponen de un espacio limitado a la hora de exhibir su cine en las pantallas internacionales. Más que una recriminación fundada, la reacción de Almodóvar al artículo de Paul Julian Smith parece responder a un “lost in translation”, que poco tiene que ver con la intención del artículo. A esto alude la respuesta de Catherine Shoard, directora de The Guardian, cuya primera frase marca con sutil ironía tono el tono de su artículo: “We are flattered Mr. Almodóvar took the time to look at our site and sorry to have caused offence […] The only crime I believe the article accused Mr. Almodóvar of was excellence. If the piece had a target, it was intended to be the UK audiences for a degree of insularity and the UK distributors for a level of timidity”. Efectivamente la crítica de Paul Julian Smith y la coda de Catherine Shoard no hacen sino constatar la clara preferencia del espectador inglés por el cine de Almodóvar cuando se trata de ver cine español.28
En un artículo publicado en The New York Times titulado “A Golden Age for Foreign Film, Mostly Unseen” (26-1-2011), A.O Scott se lamentaba de “the peculiar and growing irrelevance of world cinema in the American movie culture, which the Academy Awards help to perpetuate”, y le reprochaba de paso a dicha academia su arbitrariedad a la hora de elegir las películas extranjeras y su inhabilidad para dar salida a un buen número films recientes de gran calidad —en su opinión se puede hablar de una “edad de oro” del cine extranjero en los últimos quince años—, que apenas llegan al espectador por falta de una promoción adecuada o por culpa de un “cultural protectionism: the impulse no to conquer the rest of the world but to tune it out”, achacable a la industria norteamericana. Si bien sobran razones para lanzar estos reproches, Almodóvar parece haber escapado de este maleficio y sus películas, sin duda parte de esta “edad de oro”, han logrado abrirse paso en este acorazado mercado. Dado el limitado espacio del que disfruta el cine extranjero es digna de alabanza su habilidad para demarcar un espacio propio en un ámbito tan hermético como el estadounidense. Al margen de su incuestionable valor como cineasta, Almódovar ha sabido encontrar un registro exportable y un lenguaje fílmico inteligible para una audiencia poco proclive a ser interpelada en otro idioma. Teniendo en cuenta la esencia transgresora del director español y el estrecho código moral del espectador estadounidense, sorprende su popularidad al otro lado del Atlántico, difícil de prever. En este contexto resulta imprescindible valorar el impulso recibido por parte del ámbito universitario. Pocos son los departamentos de español que no ofrecen cursos monográficos o generales sobre el cine de Almodóvar y pocos los estudiosos de cine español que no le han dedicado más de un estudio. Si a nivel numérico los estudiantes universitarios no llenan las salas de cine, operan como punta de lanza en la aceptación de cinematografías ajenas a los parámetros hollywoodienses y en la apertura a registros estéticos fuera de la norma. No cabe duda de que hubiera sido necesaria una bola de cristal para vaticinar la magnífica recepción actual del cineasta español en Estados Unidos y la seducción del espectador y de los medios de comunicación en la meca del cine.