Leer antes. Márgara Noemí Averbach
Noches azules, Joan Didion
La última noche en Twisted River, John Irving
Personas como yo, John Irving
Pequeños reinos, Steven Millhauser
Edwin Mullhouse, Steven Millhauser
La revolución tecnológica, William Burroughs
La interpretación del asesinato, Jeb Rubenfeld
La saskiada, Brian Hill
Madreperla, Melinda Hayes
El amante de los caballos, Tess Gallagher
Cuentos reunidos, William Faulkner
Secretos de hermanas, Cammie McGovern
El afinador de pianos, Daniel Mason
Minorías
Amor, Toni Morrison
Una bendición, Toni Morrison
Paraíso, Toni Morrison
Por la luz de la sonrisa de mi padre, Alice Walker
Encontraos en mi nombre, Maya Angelou
Plaga de palomas, Louise Erdrich
Sombras sobre el Hudson, Isaac Bashevis Singer
Elegía, Philip Roth
¡Yo!, Julia Álvarez
Middlesex, Jeffrey Eugenides
La hija del curandero, Amy Tan
Un lugar llamado Nada, Amy Tan
El valle del asombro, Amy Tan
El incidente del perro a medianoche, Mark Haddon
NOTAS
Matilda, peón de circo, Michelle Chalfoun
Vida de Pi, Yann Martel
El niño perro, Eva Hornung
El gran pez, Daniel Wallace
Mr. Sebastian y el mago negro, David Wallace
Kalimantaan, C. S. Godshalk
La Biblia envenenada, Barbara Kingsolver
La cripta de invierno, Anne Michaels
Las obras escogidas de T. S. Spivet, Reif Larsen
La migración de los espíritus, Pauline Melville
Rant, la vida de un asesino, Chuck Palahniuk
El dios de las pequeñas cosas, Arundhati Roy
Tierra de caimanes, Karen Russell
Vampiros y limones, Karen Russell
Los viajeros de la noche, Helene Wecker
Márgara Averbach Foto de Odino Ciai
Introducción
Poco después de terminar la carrera de Letras, antes incluso de empezar mi trabajo en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, una compañera de estudios y yo fuimos hasta uno de los diarios de Buenos Aires y dijimos que queríamos escribir crítica literaria. Creo que la cosa era clara para las dos: no era nuestra intención convertirnos en periodistas de investigación ni en redactores de noticias diarias. Nuestra meta era el suplemento literario de ese diario, un diario que acababa de crearse.
El periodismo abierto y amplio, el de las noticias políticas, económicas, sociales, es el que lleva a muchos a estudiar lo que hoy son las carreras de comunicación (en ese momento no existían, apenas si había una carrera de Periodismo). Lo que nosotras buscábamos era otra cosa, mucho más relacionada con la carrera de Letras en su rama más literaria. Queríamos redactar un tipo especial de nota, queríamos transmitir nuestra propia lectura de los libros. Y es esa lectura lo que debe pensarse para entender la naturaleza de una reseña o una crítica de libro en un suplemento cultural.
Lecturas (reseñas)
Leer es el centro de la crítica literaria. Parece obvio pero hay que decirlo: leer el libro que se va a comentar es un requisito sine qua non del trabajo de los críticos (aunque se diga que algunos no lo hacen).
Esa lectura tiene características propias porque no se lee de la misma forma según el destino que cada uno vaya a darle a esa lectura. Yo, que tengo varios oficios —traductora, crítica, escritora, profesora universitaria de literatura, investigadora de la literatura de los Estados Unidos—, no hago la misma lectura cuando voy a traducir un libro que cuando voy a hablar de él en una clase o cuando estoy leyéndolo por placer. La lectura para la confección de una crítica es diferente de todas las demás y está en cada crítico definirla. Por otra parte, el interés “teórico” me parece esencial: creo que es imposible hacer una buena crítica sin pensar qué es la crítica, para qué sirve, cuál es su función. Lo que sigue es mi visión de lo que quiero hacer cuando escribo una crítica o reseña. Esa concepción da forma a mi lectura.
Es verdad que tal vez mi definición no estaba completa cuando empecé. El concepto se va armando con la experiencia. Y cuando mi amiga y yo conseguimos entrar a ese diario nuevo (que no duró mucho), yo acababa de salir de la universidad y las cosas no me paercían tan claras.. Se me hicieron particularmente evidentes cuando me ofrecieron una cátedra de crítica literaria para una escuela de periodismo. La cátedra nunca llegó a funcionar (la carrera no pasó del estadio de proyecto) pero el esfuerzo por diseñar un programa coherente para dar a otros una formación específica que yo no había tenido, me obligó a armar mi opinión dentro de un discurso transmitible. Como se dice siempre de la docencia: en la relación enseñanza aprendizaje, quien enseña aprende junto al que estudia.
No se trata de una idea universal. Como ya dije, cada uno tiene la suya. Cuando yo leo reseñas de otros críticos, veo que no todos estamos de acuerdo en la definición de crítica. Para algunos, la esencia de una reseña literaria parece ser contar el argumento del libro de ficción de que se trate o explicar los temas de un libro de poesía o de ensayos. Yo estoy profundamente en desacuerdo con eso: en mis reseñas, las que sumo a este libro y las que no, el argumento casi no aparece excepto algún detalle imprescindible.
Desde mi punto de vista, la función del crítico no es contar parte del argumento sino leer antes que otros posibles lectores del libro y hacel el comentario pero no para ofrecer a quienes se acerquen a la reseña nada que ellos pueden sacar de una lectura rápida o, peor todavía, de la contratapa si se acercan a una librería (es decir, no el argumento). Lo que creo que la crítica debe ofrecer dos cosas: una guía de lectura y una opinión sobre el valor del libro (es decir, una recomendación o consejo sobre hasta qué punto vale la pena leerlo).
1-Guía de lectura: Sea cual fuera la formación del crítico (yo