El ocaso de los dominios valencianos de los Medinaceli. Vicente Gómez Benedito
en torno a la capitalidad política y administrativa de la villa de Dénia, con posterioridad nombrada como ciudad. Los señores feudales habían reforzado esa posición de centralidad concediendo a Dénia diferentes privilegios, entre los que destacaban los del tráfico marítimo para su puerto. Pero esta situación cambió radicalmente en los inicios del siglo XVIII, tras los devastadores efectos que tuvo la Guerra de Sucesión, unos efectos que no solo hay que buscar en la destrucción propia del conflicto, sino también en la elección del bando perdedor. Dénia optó por el candidato austracista, mientras que su rival, la villa de Xàbia, se había alineado con el triunfante Borbón. En el último tercio del siglo XVIII, el volumen poblacional de Xàbia ya superaba ampliamente al de Dénia, pero ninguna de las dos poblaciones tradujo su potencial demográfico y económico en un nivel parejo de rentas nobiliarias, que marcaban uno de los porcentajes más bajos de todos los dominios valencianos de los Medinaceli (cuadro 6). Será el lugar de El Verger y las diferentes rentas y derechos concedidos sobre actividades de ámbito general las que salvarán las cuentas de un estado señorial con unos ingresos nobiliarios ciertamente modestos. En el caso de El Verger, el perfecto aprovechamiento de cada uno de los bienes y derechos por el señor lo habían convertido en la baronía más rentable de todo el conjunto valenciano. Por otra parte, los derechos y privilegios reales concedidos o confirmados durante el periodo de privanza de Francisco Gómez de Sandoval, duque de Lerma, llegaron a constituir la mitad de los ingresos del estado señorial. Pero pasemos a examinar de una manera más detallada cada una de estas baronías y los derechos y privilegios reales concedidos.
2.2.1 Dénia
En la composición de la renta nobiliaria de Dénia a mediados del siglo XVIII (cuadro 20) sobresalen, en primer lugar, los reducidos ingresos procedentes de los bienes enfitéuticos, poco más de un 5% del total si unimos censos y luismos. La explicación de estas exiguas prestaciones radica, como ya se ha observado en los casos de Segorbe y La Pobla de Vallbona, en las particularidades del reparto de propiedades inmuebles durante los primeros años de la conquista cristiana, pero también en la imposición de unos censos fijos en metálico y de muy escasa cuantía.
CUADRO 20
Distribución de la renta nobiliaria en Dénia en 1766
Reales | % | |
Censos en dinero de casas y tierras | 1.047 | 4,55 |
Luismos | 300 | 1,30 |
Tercio diezmo | 7.532 | 32,71 |
Derecho de hortalizas | 75 | |
Derecho de carnaje y lana | 120 | |
Derecho de herbaje | 1.275 | |
Derecho de pontaje | 6.750 | |
Derecho de ancoraje | 3.300 | |
Total derechos privativos | 11.520 | 50,03 |
Escribanías de la gobernación y alcalde ordinario | 2.025 | 8,80 |
Arriendos de bienes donde se conserva el dominio útil (almacén puerto) | 600 | 2,61 |
Total Dénia | 23.024 | 100,00 |
Arriendo derechos dominicales86 | 27.075 |
Fuente: Elaborado a partir de B. Venero, op. cit., pp. 150-151.
Ocupada militarmente por el rey Jaime I en el año 1244, la relevante posición estratégica de Dénia la convirtió en el centro del poder cristiano sobre un vasto y poblado territorio musulmán. Las consecuencias derivadas del nuevo papel asignado a la entonces villa iban a ser decisivas para entender la composición y evolución de las rentas del futuro señorío. En primer lugar, Dénia se mantuvo bajo el dominio directo del patrimonio regio, lo que comportó que el reparto de tierras y casas durante esos primeros años se efectuara en régimen franco o alodial. Además, el núcleo de población fue abandonado por la población musulmana, y la posterior repoblación cristiana fue «lenta, complexa i incompleta», circunstancias que explican las ventajas que debieron ofrecerse para acelerar la ocupación de un enclave que resultaba trascendental para el control de las comarcas centrales valencianas.87
Por estas razones, cuando Dénia sea enajenada del Patrimonio Real, primero en el año 1323 y definitivamente en 1431, comenzará un proceso de señorialización condicionado y limitado por los repartos de bienes inmuebles de los primeros años de la conquista cristiana. En cuanto a las casas, todas las concedidas o construidas en el periodo anterior a la consolidación del señorío estaban exentas del pago de censos enfitéuticos, circunscritas espacialmente a la villa vieja o intramuros y al arrabal antiguo. Exoneración generalizada a otros inmuebles construidos posteriormente en esos espacios y que se autotitularon como francos al amparo facilitado por la confusión que generaba la proximidad geográfica con los primeros.88 En realidad, salvo algunas excepciones, eran las casas del arrabal nuevo o de la Marina las únicas que pagaban las correspondientes prestaciones señoriales, por lo que en el año 1726 solo el 13% de los inmuebles urbanos de la villa estaban censidos. La situación no era tan adversa para la hacienda señorial en las tierras. Aunque en un primer momento el terrazgo censido estuvo muy limitado, las continuas roturaciones de terrenos en secanos marginales y zonas de marjal efectuadas a través de establecimientos enfitéuticos, especialmente en los últimos años del siglo XVII y los primeros decenios del siglo XVIII, elevaron las tierras bajo dominio directo del señor hasta el 43% del total de la villa.89 En esta ampliación de tierras señoriales también tuvieron importancia los bienes que habían pertenecido a particulares y tras los devastadores efectos en Dénia de la Guerra de Sucesión quedaron vacantes o mostrencos. El duque supo aprovechar su antiguo Privilegio de 1604 para apropiarse de buena parte de estas propiedades.90 Las referidas apropiaciones y roturaciones permitieron que, finalmente, la cantidad de bienes censidos no fuese exigua, al menos en las tierras, y llegaron a superar las 9.000 hanegadas en el cabreve del año 1734. No cabe duda de que la propia realización del cabreve tuvo un efecto muy destacado en la ampliación de propiedades señoriales, al regularizar importantes cantidades de tierras que se habían roturado en los últimos años sin las preceptivas licencias señoriales.91
Y si el conjunto de bienes enfitéuticos ya se podía considerar apreciable a mediados del siglo XVIII, ¿cómo se explican los escasísimos ingresos aportados a las arcas señoriales? La razón fundamental estriba en las condiciones impuestas en los primeros establecimientos enfitéuticos y en la evolución de las roturaciones de tierras. Los primeros bienes enfitéuticos establecidos en Dénia pagaban exclusivamente unos censos fijos en metálico que fueron devaluándose inexorablemente con el transcurso de los años, hasta convertirse en unas cantidades irrisorias.92 La situación no era muy distinta a la que había presentado Segorbe. Sin embargo, mientras que en esta última ciudad la expulsión de los moriscos permitió a la Casa ducal incorporar una importante cantidad de terrenos de excelente calidad sobre los que pudo imponer unas rentas enfitéuticas más elevadas y revalorizables, en Dénia no se dio un proceso similar. Por estas razones, se puede llegar a entender cómo para una cantidad de bienes enfitéuticos no tan dispar, los segorbinos ingresaban en la hacienda ducal treinta veces más por este tipo de rentas que los dianenses,93 aun cuando ninguna de las dos poblaciones estaba obligada a la partición de frutos. Intentó la Casa ducal mejorar esta situación en la cabrevación de bienes y derechos de 1763, pero las tierras cabrevadas se redujeron en un 31%, consecuencia de la resistencia de los enfiteutas al reconocimiento de bienes señoriales.
La escasa relevancia de las prestaciones por bienes enfitéuticos podía quedar compensada con los ingresos obtenidos del tercio diezmo y, de hecho, así lo demuestra la contabilidad señorial: siete veces más. Empero, a pesar de los datos, habrá que señalar cómo la hacienda ducal tampoco había podido aprovechar adecuadamente esta última prestación. En el listado de las cosechas que contribuían con el tercio diezmo (cuadro 21), faltan algunas de las producciones más importantes: hoja de morera, higos, algarrobas y, especialmente, pasas, por la trascendencia y valor económico que tenía su cultivo en la zona. Todos estos productos habían pagado el tercio diezmo en el pasado, pero habían dejado de hacerlo en los últimos decenios.
CUADRO 21
Ingresos de la Casa ducal del tercio diezmo en Dénia en 1766
Reales | |
Trigo, |