Arte Rupestre en Colombia.. Manuel Romero Raffo

Arte Rupestre en Colombia. - Manuel Romero Raffo


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resaltan el valor simbólico del rojo26, hasta los análisis científicos que dan cuenta de la composición y técnica de elaboración de los pigmentos ocres27, la preeminencia del rojo en el arte rupestre de la región parece corresponder no solo a su advertida profusión sino también a un sesgado y subjetivo enfoque que ha venido condicionando la percepción de los investigadores. Para ejemplificar lo anterior, se podría citar el hecho de que solo hasta el año 2005, cuando se realizaron trabajos de restauración en el Parque Arqueológico Piedras de Tunja de Facatativá28, se advirtió la presencia de pintura con pigmento blanco, a pesar de que el sitio había sido documentado por muchos investigadores desde el siglo XIX29. Dicho “descubrimiento” fue posible gracias a que por esas fechas se evidenció la presencia de murales policromos en Sutatausa30, lo que indujo a los investigadores a refinar la observación, y sobre todo a “abrir el espectro” al momento de abordar la documentación e intervención de este sitio. Con base en lo anterior se podría corroborar que, en el ejercicio de reconocimiento y documentación de sitios con arte rupestre, la percepción visual no recae solo en el ojo, pues esta, lejos de ser objetiva, se condiciona a su vez por el conocimiento que a priori construye el investigador de lo que esperaría, o querría, encontrar.

      “Ampliar el espectro” en el estudio del arte rupestre implica preconcebir nuevas posibilidades de ocurrencia de fenómenos que puedan ser corroborados empíricamente en los sitios y ser traducidos en documentaciones que registren una mayor cantidad de eventos susceptibles de dar cuenta de la complejidad formal de cada mural. Esto se hace evidente, por ejemplo, al trabajar en laboratorio las fotografías digitales de sectores que en campo no mostraban mayores evidencias de pigmentos pero que, tras la aplicación de los programas especializados, “hacen visible lo invisible”.

      Figura 8. Recreación comparada de indígena pintando un mural rupestre en Zipacón. A manera de hipótesis, se plantea que los murales rupestres que hoy percibimos como monocromías en ocres (izq.), en realidad hayan sido ricas policromías (der.) en su momento de ejecución. El influjo de factores ambientales durante siglos habría degradado y hecho desaparecer casi completamente los vestigios de pinturas de otros colores (amarillo, negro, blanco, etcétera). Dibujo: Diego Martínez Celis.

      Los hallazgos de policromías rupestres en lugares tan distanciados como Facatativá, Zipacón, Tenjo, Guatavita, Suesca, Sutatausa, Cucunubá, Machetá o Tibirita (véase fig. 2), mostrarían un nuevo e insospechado panorama de amplia distribución de remanentes de una variante poco advertida de la técnica pictórica del arte rupestre del altiplano cundiboyacense, que más que excepcional pudo ser la constante en su ejecución original (figs. 8, 9 y 10).

      Figura 9. Otros vestigios del pasado prehispánico en Colombia, realizados en piedra pero conservados en condiciones de aislamiento a la intemperie, presentan evidencias de haber estado profusamente pintados con colores diversos (rojo, negro, amarillo, blanco, naranja, etcétera). A la izquierda, interior de un hipogeo (tumba subterránea labrada en la roca viva) de Tierradentro, Cauca; a la derecha, lajas “decoradas” que acompañan un sarcófago en una tumba de San Agustín, Huila. Fotos: “inyucho” bajo licencia CC 2.0. Wikimedia Commons y Diego Martínez Célis.

      Figura 10. Curva de degradación hipotética de los diversos pigmentos utilizados en las pinturas rupestres de la sabana de Bogotá y “espectro cromático visible” en el presente. Se propone que la diferencia en la proporción advertida entre las pinturas rojo ocre y las de otros colores (naranja, amarillo, negro o blanco), se debe a la conservación diferencial entre estos debido a condiciones intrínsecas de sus materiales constitutivos y no necesariamente a condicionantes tecnológicas o motivaciones culturales de sus artífices. De esta manera, el “espectro cromático visible” de antiguas policromías se restringe hoy día en gran medida al rojo ocre, en principio por mayor conservación y visibilidad frente a otros colores, seguido de la percepción condicionada del observador contemporáneo, que no espera encontrarlos, y por lo tanto no los ve ni los registra en sus documentacio- nes. La trayectoria de las curvas indicaría que en el presente aún subsiste una pequeña muestra de policromías que podrían registrarse, pero en el futuro será cada vez menos posible; mientras que los rojos se mantendrán con cierta estabilidad, aunque también desaparecerían. Gráfico: Diego Martínez Celis.

      BIBLIOGRAFÍA

      Álvarez, María Paula y Martínez Celis, Diego. “Procesos de documentación y conservación en los conjuntos pictográficos 20A y 20B (16, 19 y 20) Parque Arqueológico de Facatativá (Cundinamarca).” Bogotá:


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