El mercado de la salvación. Eugenio Marchiori

El mercado de la salvación - Eugenio Marchiori


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El conocimiento técnico y el fuego son las herramientas que dotaron de eficiencia a la actividad humana. Él representa la ética de la eficiencia, que está dispuesta a sacrificar el placer en el presente en función de los resultados futuros. Adora cualquier tecnología que sirva para conseguir sus fines. Prometeo es el más nerd de los dioses.

      Para la ética protestante el trabajo es un fin en sí mismo. El mero hecho de trabajar hace a la gente virtuosa y la acerca a Dios. Vimos que Prometeo no se muestra en absoluto adepto al trabajo: apenas su hermano le ofrece hacer la tarea de repartir las habilidades, acepta gustoso. Declina realizar el trabajo en persona justamente porque está orientado a metas: si el “tonto” de su hermano quiere trabajar, pues que lo haga, en la medida que se consigan los resultados esperados.

      Otro detalle importante es que ningún monoteísta en su sano juicio se atrevería a desafiar al Creador, mientras que Prometeo no solo intenta engañar a Zeus sino que hasta les roba a los dioses del Olimpo con tal de cumplir sus metas.

      A Prometeo le atrae la técnica porque es el camino de la eficiencia. La eficiencia es medible por medio de una ecuación sencilla: menos recursos usados para conseguir un fin, mayor eficiencia.

      Como castigo a su impertinencia Zeus lo hizo encadenar a una roca y envió a un águila a comer su hígado. Como Prometeo era inmortal, el órgano volvía a crecer y de nuevo el águila lo devoraba. Su castigo debía durar por toda la eternidad, pero Heracles lo liberó con permiso de Zeus.

      Al final del día Prometeo ganó. Su fin era que se cumpliera la tarea de repartir las habilidades a todas las especies de manera equitativa y, en ese sentido, la “picardía” de robar el fuego y la técnica lo condujo al éxito. En los mitos griegos, cuando los más débiles se enfrentan a los poderosos tienen carta blanca para emplear métodos “no convencionales”, y siempre se salen con la suya. Como dijo Bill Gates, cuídate de los nerds que algún día serán tus jefes...

      La estatua de Prometeo en el Rockefeller Center de Nueva York es el homenaje al dios que le regaló el fuego a los hombres, ubicado en la meca del capitalismo. Google Street View.

      Sísifo: el rey proletario

      Tan astuto era Sísifo que algunos chismes sugieren que era el padre biológico de Odiseo. Cuentan las malas lenguas que en el día del casamiento de Laertes y Anticlea, Sísifo (que era un reconocido bromista) logró filtrarse en el lecho nupcial antes que el novio. El producto de esa picardía sería el astuto Odiseo, rey de Ítaca.

      Aunque la imposibilidad de realizar un ADN a los involucrados nos prive de la oportunidad de comprobar la supuesta paternidad, la anécdota pinta de lleno a Sísifo. Se trata de un personaje capaz de engañar a cualquiera con tal de pasarla bien. Porque, a diferencia de Prometeo, que engañaba para cumplir sus metas “por el bien del hombre”, Sísifo lo hace todo para su propia diversión.

      Pero Sísifo todavía tenía más conejos en la galera. Antes de morir le pidió a su esposa que no le rindiera las honras mortuorias, cosa extraña para la época pero que la leal mujer respetó. Cuando Sísifo llegó al inframundo corrió a contarle a Hades la traición que le había realizado su esposa y le pidió que lo deje volver al mundo para castigarla, con la promesa de volver apenas lo hubiera hecho. Hades le concedió el deseo.

      Ya de regreso en Corinto, a Sísifo ni se le ocurrió cumplir con su palabra y volver al Hades. Le dio las gracias a su mujer por su complicidad y se quedó con ella fabricando hijos por muchos años hasta que finalmente murió de viejo. Fue recién entonces cuando los dioses le impusieron el famoso castigo de empujar la roca hasta la cima de la montaña, desde donde caería por su propio peso, tras lo cual debería volver a subirla eternamente.

      Si nos pusiéramos por un momento en los zapatos de los personajes estafados por Sísifo, es posible que aprobáramos el castigo que le impusieron los dioses. Después de todo, nuestro personaje se la pasó engañando y trampeando a todo aquel que se interpuso en su camino. Aun flexibilizando los argumentos, es difícil negar que su ética dejaba bastante que desear.

      Sin embargo, parecería que la posteridad juzga a Sísifo con llamativa liviandad y hasta diríamos que con simpatía. El mensaje implícito en el mito está claro: engañar, traicionar, trampear, estafar, mentir, mientras sea “a los poderosos”, está bueno. Una vez más, para la religión griega “la picardía paga”. Aunque tenga que pasarse una eternidad subiendo una piedra, a Sísifo ¿quién le quita lo bailado?


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