Reposo divino para la inquietud humana. Samuele Bacchiocchi
sin ninguna relación etimológica con el šabattu acadio. Todo da a entender que el mes lunar babilónico (con sus días nefastos y su šabattu) no ha ejercido ninguna influencia directa en el origen del calendario y del sábado hebraicos. También corrobora esta conclusión el hecho de que los nombres de los meses en hebreo no tengan ninguna similitud con los babilónicos.30 Cualquier semejanza etimológica o ideológica entre los šabattu, días nefastos de Babilonia, y el sábado de los hebreos debe ser explicada, por consiguiente, sobre la base de una herencia semítica común. El pueblo babilónico y el hebreo estuvieron relacionados entre sí lingüística y culturalmente, y ambos pudieron fácilmente haber derivado sus conceptos acerca del sábado a partir de una fuente común. Sin embargo, como ocurre con los relatos de la Creación (Enuma Elish) y del Diluvio (Epopeya de Gilgamesh), también el sábado de la Creación pudo haber sido deformado y convertido de un día sagrado en un día nefasto relacionado con las fases de la Luna. Pero, una evolución de este tipo sugiere no tanto una derivación como un deterioro del sábado original. Desde luego, en el šabattu, o día nefasto babilónico, no se encuentra ningún vestigio de los elevados propósitos y valores humanos expresados en el sábado bíblico.
Períodos de siete días. Varios documentos mesopotámicos antiguos mencionan acontecimientos o celebraciones que duraban un período de siete días. Por ejemplo, dos inscripciones atribuidas al rey Gudea de Lagash (cuidad-Estado de Mesopotamia), quien gobernó en el siglo XXI a.C., relatan unos actos de dedicación de un templo que duraron siete días y citan la instalación de unas estelas que también duró siete días.31 En las historias mesopotámicas del Diluvio, la duración de la tormenta fue de siete días y el primer pájaro fue enviado afuera siete días después de que el barco encallase en una montaña.32 Basándose en estas referencias y en otras similares,33 algunos historiadores han creído poder afirmar, “sin la menor sombra de duda”, que el sábado del Antiguo Testamento deriva de una antigua semana mesopotámica de siete días.34 Sin embargo, tan osada afirmación se funda más en suposiciones que en hechos. Los argumentos en favor de una primitiva semana babilónica, según el famoso arqueólogo Siegfried H. Horn, “son desde luego exiguos, especialmente si se tienen en cuenta los cientos de miles de documentos cuneiformes encontrados en el valle de Mesopotamia. Si los antiguos sumerios, babilonios o asirios hubiesen tenido una semana como la de los hebreos de los tiempos bíblicos, o si le hubiesen conferido al séptimo día de tal semana un valor sagrado, ciertamente habrían dejado constancia de ello”.35
La referencia a una fiesta de dedicación que duró siete días difícilmente puede tomarse como prueba de la existencia de una semana de siete días, sobre todo cuando “existen documentos de la dedicación de muchos otros templos en otras fechas y por otros reyes, con un período de celebración más corto o más largo”.36 Del mismo modo, los períodos de siete días mencionados en las historias mesopotámicas del Diluvio pueden representar una vaga reminiscencia de la existencia de una semana de siete días en tiempos del diluvio bíblico, pero no son necesariamente el reflejo de las costumbres seguidas en el tiempo de la composición de dichas historias. El relato bíblico del Diluvio contiene reiteradas referencias a períodos de siete días (Gén. 8:8-12), aludiendo, como reconocen generalmente los comentaristas, a la existencia de una semana de siete días. Las historias cuneiformes del Diluvio, a pesar de sus distorsiones y embellecimientos legendarios, se mantienen mucho más cerca del relato bíblico que todas las demás narraciones del Diluvio existentes en el mundo.37 Esta semejanza sugiere la perduración de la noción bíblica de la semana de siete días en textos literarios, aun cuando su uso civil hubiese caído en olvido siendo reemplazado por ciclos “semanales” más cortos.38 “La conclusión lógica –dice acertadamente Horn– es que hubo en un tiempo una semana de siete días que se perdió antes de que quedara constancia de ella en documentos históricos y de la que solo se conservaron imprecisos recuerdos”.39
2. Ocupación de Canaán
Institución social. El fracaso de las fuentes extrabíblicas en explicar el origen del sábado ha forzado a los especialistas a volverse de nuevo en sus investigaciones hacia los textos del Antiguo Testamento. Esta nueva orientación de estudios ha llevado a algunos a la conclusión de que el sábado fue instituido después de la ocupación de Canaán.40 Las principales razones alegadas para su introducción son esencialmente de orden social y económico. La necesidad de conceder un día de descanso a los esclavos y la conveniencia de tener un día de mercado para dedicar a la compraventa de productos habrían producido la introducción del sábado como un “día libre”.41 Con el tiempo, según esta hipótesis, el sábado sufrió una evolución, pasando de ser una institución social a una religiosa; es decir, de un día dedicado al reposo de los siervos y al mercado, a un día dedicado a Yahvéh. Este paso se debería especialmente al esfuerzo de los profetas y los sacerdotes, quienes durante el Exilio habrían desarrollado una teología del sábado para promover su observancia religiosa.42
En apoyo de esta teoría, se han señalado aquellos textos que presentan el sábado en términos sociales, particularmente Éxodo 23:12 y 34:21. El primero prescribe el descanso en el séptimo día “para que descanse tu buey y tu asno, y recobren sus fuerzas tus esclavos y el extranjero”. El segundo insiste en la necesidad de observar el séptimo día incluso en plena temporada de trabajo agrícola: “descansarás aun en tiempo de siembra o de cosecha”. La importancia concedida a estas declaraciones radica en el hecho de que no contienen motivos teológicos aparentes; por lo tanto, se las ha contemplado como “la más antigua versión de la ley del sábado”.43 Además, como esos textos se refieren a actividades agrícolas, difícilmente practicables durante el éxodo por el desierto, se ha supuesto que el sábado fue introducido después del asentamiento en Canaán, como respuesta a las nuevas necesidades sociales.
La lógica de esta argumentación no se puede negar, pero, en nuestra opinión, se basa en unas premisas injustificadas. Se da por sentado, por ejemplo, que las inquietudes humanitarias precedieron a las reflexiones y formulaciones teológicas, y por consiguiente, los textos del Pentateuco que hablan del séptimo día estrictamente en términos sociales deben reflejar la forma originaria de la observancia del sábado, mientras que los textos que contienen implicaciones religiosas o teológicas deben ser fechados en un período cronológicamente posterior.44 ¿Qué pudo motivar esas consideraciones y legislaciones humanitarias en una época en que la vida humana tenia tan poco valor? Las supersticiones y las concepciones religiosas de aquellos tiempos y pueblos difícilmente dan lugar a tales motivaciones, de las que, además, no queda ningún vestigio. Por otra parte, ¿desde cuándo las supersticiones han promovido la causa de los derechos humanos? Ese no es, por lo menos, el caso de los pueblos contemporáneos del antiguo Israel, que defendían la esclavitud y tenían un sistema legal para mantenerla.45 Sin embargo, entre los israelitas las instituciones sabáticas proveían un día de descanso para todos, incluidos los siervos, y unas disposiciones destinadas a la cancelación de las deudas (la causa principal de la esclavitud entre ellos) y la emancipación de los esclavos.46
Este sentido humanitario del sábado ¿no presupone razones y motivaciones religiosas? Los motivos teológicos, sin embargo, no siempre necesitan ser explícitamente expresados, especialmente cuando el sábado forma parte de una legislación a la vez civil y religiosa (ver Éxo. 23:12; 34:21). Los códigos civiles casi nunca explican racionalmente las leyes en ellos contenidas. Sin embargo, por ejemplo, en Éxodo 23 (un capítulo que contiene una gran variedad de leyes civiles y litúrgicas), la observancia del sábado es justificada teológicamente. En efecto, la llamada “primera versión del mandamiento del sábado” (Éxo. 23:12) está colocada en el contexto de una amonestación encaminada a tratar humanitariamente a los menos privilegiados: “No oprimirás al extranjero, pues extranjeros fuisteis vosotros mismos en Egipto” (Éxo. 23:9). Esta referencia a la dura esclavitud en Egipto de la que Dios libró a los israelitas ¿no es una importante razón teológica para amonestarlos a portarse humanitariamente con los demás?47 El sábado semanal tanto como el año sabático ¿no eran medios valiosos para expresar el aprecio por el favor recibido, manifestando compasión hacia otros? “Guardar el sábado por amor al hombre –escribe Abram Herbert Lewis– es guardarlo por amor a Dios”.48 Aun en nuestros días ¿no es cierto que el agradecimiento por