Reposo divino para la inquietud humana. Samuele Bacchiocchi
como una prueba de no observancia del día de reposo, ya que la primera referencia que rompe este silencio (2 Rey. 4:23) lo hace considerándolo como una festividad comúnmente celebrada. Segunda: El libro de Génesis no contiene leyes, como el libro de Éxodo, sino solo un esquemático relato acerca de los orígenes. Al no mencionar ninguno de los otros mandamientos, su silencio en cuanto al sábado no es nada excepcional.71 Tercera: A lo largo del libro del Génesis y en los primeros capítulos del Éxodo,72 hay varias referencias a la semana de siete días, que implican, por consiguiente, la existencia del sábado. El período semanal de siete días se menciona cuatro veces en el relato del Diluvio (Gén. 7:4, 10; 8:10, 12). El término “semana” se usa también para describir la duración de los festejos nupciales de Jacob (Gén. 29:27), así como para la duración del duelo por su muerte (Gén. 50:10). Un idéntico período de tiempo dedicaron los amigos de Job para expresar su condolencia al patriarca enfermo (Job 2:12). Probablemente los ceremoniales referidos terminen con la llegada del sábado.
Un argumento más: El sábado es presentado en Éxodo 16 y 20 como una institución ya existente. Las instrucciones para recoger doble porción de maná en el sexto día presuponen el conocimiento del significado del sábado. “En el sexto día prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día” (Éxo. 16:5). La falta de explicación sobre la necesidad de recoger doble cantidad el sexto día sería incomprensible si los israelitas no hubiesen tenido ya un conocimiento previo del sábado. Del mismo modo, en Éxodo 20, el sábado aparece como algo familiar. El mandamiento no dice “desde ahora guardarás el sábado” sino “acuérdate del sábado” (Éxo. 20:8), lo que implica que ya era conocido. Más aún, el mandamiento presenta el sábado como originado en la Creación (Éxo. 20:11) y, por lo tanto, no deja opción a la idea de una festividad introducida tardíamente.73
Especular sobre el modo en que los patriarcas guardaron el sábado es un esfuerzo estéril, pues se basaría más en la imaginación que en los datos. Considerando, sin embargo, que la esencia del sábado no es un lugar donde ir para cumplir con unos ritos, sino un tiempo para dedicar a Dios, a los demás y a sí mismo,74 es perfectamente verosímil que los patriarcas ocupasen ese tiempo sagrado junto con los suyos en actos religiosos tales como la oración (Gén. 12:8; 25), los sacrificios (Gén. 12:8; 13:18; 26:25; 33:20) y la enseñanza (Gén. 18:19).
Tendencias legalistas. Las anteriores objeciones contra un sábado procedente de la Creación han sido planteadas por algunos cristianos en reacción contra la manera excesivamente legalista en que el sábado ha sido guardado por la mayoría de los defensores de esa procedencia.75 Su reacción es, desde luego, justificada. Lo que no se puede justificar es el rechazo de un precepto por el hecho de que alguien lo haya pervertido. Desgraciadamente, los legalistas tienden a olvidar que Cristo, por su enseñanza y ejemplo, hizo del sábado un día de “gracia” y no de “sacrificio” (Mat. 12:8); un tiempo destinado a amar a Dios y al prójimo, y no a exhibir la piedad personal cumpliendo ciertos ritos. Una comprensión correcta de la experiencia del sábado puede ser un buen antídoto contra el legalismo. Porque el sábado no nos enseña a trabajar en favor de nuestra salvación (legalismo) sino a descansar de todos nuestros trabajos, para que, como muy bien dijo Calvino, “Dios pueda trabajar en nosotros”.76
Conflicto con la ciencia moderna. Para terminar este vistazo a las objeciones contra el sábado creacionista, debemos mencionar también a aquellos que rechazan esta enseñanza bíblica porque no pueden conciliarla con las teorías actuales acerca de los orígenes. La teoría más generalmente extendida propone que al final de un largo proceso que duró millones de años la vida apareció “espontáneamente” en la superficie de la Tierra, y fue evolucionando a partir de su forma unicelular más simple hasta las formas actuales. Para conciliar esta idea con el relato de la Creación, algunos bienintencionados teólogos han interpretado la semana de la Creación, no como un período de seis días literales, sino como seis eras geológicas.77 Otros prefieren ver la semana de la Creación como un tiempo durante el cual Dios fue revelando al hombre sus actividades creadoras y sus extraordinarios atributos. Es obvio que ambas interpretaciones rechazan el sentido del sábado, puesto que presuponen que Dios no santificó realmente ni el séptimo día ni ningún otro.
El problema que encontramos en la lógica científica es, como muy bien lo plantea Herold Weiss, que esta “se niega a dejarse informar por la teología”.78 Cuando alguien se limita a creer solo lo que puede demostrarse en los laboratorios, ha optado por seguir la pista de sus raíces descendiendo hasta el más bajo espécimen biológico, en vez de seguirla ascendiendo hasta la imagen de Dios. En última instancia, esta actitud conduce al ser humano a no creer más que en sí mismo. La trágica consecuencia de tal filosofía es que acaba por vaciar la vida y la historia humana de todo sentido, despojando a ambas de su origen y su destino divinos. La vida se reduce a un mero ciclo biológico cuyos principio y fin solo se explican por el azar. Y así, la realidad última no es Dios sino la materia, considerada históricamente como eterna o mala. El registro de la Creación, con el sábado como memorial, es un reto a este nihilismo. Es un desafío a cada generación (esté alienada por las supersticiones o por la técnica) a reconocer que el mundo es una creación y un don de Dios al hombre, y que la vida humana tiene sentido porque está enraizada en Dios.
¿Es realmente necesario poder explicar la semana de la Creación a la luz de las teorías actuales para poder aceptar el sábado como un precepto divino? ¿Tiene la ciencia contemporánea los conocimientos y el instrumental necesarios para determinar cuánto tiempo se necesita para “crear” un sistema solar como el nuestro con todas sus multiformes manifestaciones de vida? Algunos parecen olvidar que la ciencia solo puede observar y medir los procesos de conservación y desintegración en curso. De hecho, la ciencia moderna, al suponer que los procesos actuales han funcionado siempre en el pasado como en el presente (uniformismo), está excluyendo la posibilidad del proceso creador del fíat divino (Dios llamando a los seres a la existencia). De modo que el problema, en última instancia, no es cómo conciliar la semana de la Creación con las teorías modernas acerca del origen, sino cómo conciliar la doctrina bíblica de la Creación divina con los supuestos “científicos” de la generación espontánea. ¿Es posible armonizar ambas posiciones? Evidentemente, no, puesto que las dos parten de premisas que se excluyen mutuamente. Una solo acepta causas naturales, mientras que la otra reconoce a Dios como Causa sobrenatural: “Por la fe entendemos que el universo fue creado por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Heb. 11:3).
Si aceptamos por fe que Dios creó este mundo, ¿por qué rechazar entonces lo que él nos ha revelado acerca del tiempo que utilizó para crearlo? Alguien podría objetar que la noción de un Dios que crea y descansa dentro de los límites de una semana literal va en contra de su naturaleza eterna y omnipotente. Es evidente que el Dios todopoderoso no necesita ni días literales ni eras geológicas para crear nuestro mundo: su deseo basta para traerlo a la existencia (Sal. 33:6). Pero, el hecho de que en su Revelación Dios nos diga que prefirió usar un esquema temporal a escala humana en vez de uno a escala divina para crear nuestro mundo, ¿no pone de relieve otro atributo igualmente importante de su naturaleza divina, a saber, el amor? La intención divina al situar la Creación en el marco limitado del tiempo humano ¿no sería la de dar al hombre un ejemplo del equilibrio semanal ideal entre trabajo y descanso? ¿No sería ya un indicio de su divina voluntad de entrar incluso en los límites de la naturaleza humana para llegar a ser “Emanuel”, “Dios con nosotros”? Pero, esta dimensión del sábado la estudiaremos más adelante. De momento, concluimos que el poner en duda el origen divino del sábado a fin de armonizar la semana de la Creación con ciertas teorías evolucionistas lleva consigo el rechazo no solo del mensaje de Génesis 1:1 a 2:3, sino también del cuarto Mandamiento, que habla de seis días literales de Creación y un día literal de descanso santificado por Dios cuando acabó de crear el mundo (Éxo. 20:11).
2. El sábado de la creación en las Escrituras
En este rápido vistazo a las principales objeciones contra el sábado de la Creación, se han manejado principalmente textos procedentes de Génesis y Éxodo, los dos primeros libros de la