Todo lo que necesitas está en ti. Lorena Farré Gutiérrez

Todo lo que necesitas está en ti - Lorena Farré Gutiérrez


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por la tenacidad de mi madre, pero las salidas y las fiestas cada vez me importaban más.

      A mis dieciocho años, la Ruta del Bakalao eclosionó en España. Para los que sois muy jóvenes, o bien no habéis vivido en España, podéis ver que hasta Wikipedia cuenta con un artículo al respecto.

      La llamada Ruta Destroy (o Ruta del Bakalao, como se la conoció más mediáticamente) fue heredera directa de la movida valenciana y consistió en el mayor movimiento clubbing de España. Inició en ciertos aspectos el movimiento clubbing en el país, y tuvo consecuencias a largo plazo sobre la forma de ocio nocturno en España.

      Consistía en una forma de ocio nocturno de miles de jóvenes en las discotecas del área metropolitana de Valencia, sobre todo en la carretera de El Saler (CV-500), de entre las cuales destacaron salas como Barraca, Spook Factory, Chocolate, Espiral, NOD, Puzzle y ACTV, cada fin de semana, y sin apenas descanso, durante la década de los ochenta y la primera mitad de los años noventa.

      Básicamente lo que hacíamos en esa ruta era drogarnos y bailar, estar todo el día, mañana y noche, de un local a otro. Apenas dormíamos ni comíamos, ¡llegué a pesar cuarenta y ocho kilos!, cuando mi peso normal es de sesenta kilos.

      Me iba a Valencia el viernes y volvía el lunes para trabajar. Me pasaba el fin de semana de discoteca en discoteca. Como te puedes imaginar, no fue nada fácil para mis padres, sobre todo para mi madre: un alcohólico en casa y una hija perdida que no atendía a nada y que se perdía sin dar señales de vida durante un largo fin de semana.

      La verdad es que solamente hoy entiendo por qué pasé por las drogas. Y es por lo que estoy haciendo aquí y ahora, para poder compartir, porque puedo decir que he visto como muchos de mis amigos se han perdido.

      Yo tuve el valor de romper con todo eso el día que vi morir a uno de mis amigos. En el funeral pensé que yo también podía morir, que mi amigo cuya muerte lloraba podía ser yo, y decidí en aquel momento cambiar drásticamente mi forma de divertirme. Yo no había venido al mundo para esto.

      Por aquel entonces trabajaba en una perfumería, donde cobraba muy bien para la edad que tenía, pero todo lo que ganaba lo gastaba en salir. Como os podéis imaginar, si salía el viernes y volvía el domingo, el lunes no tenía una cara para estar atendiendo al público. Así que decidieron pasarme al almacén, preparaba los pedidos para las tiendas y allí estuve un tiempo hasta que no me renovaron el contrato.

      Este hecho junto con la muerte de mi amigo fueron puntos decisivos en mi vida para comenzar a definirme y cambiar completamente de rumbo.

      Me dolió tanto verme metida en ese mundo, fue como abrir los ojos de repente, y me dije: «¡Basta ya!».

      Recuerdo que lo primero que hice fue ir a casa de mi madre, llorando, pidiéndole ayuda porque quería ser mejor persona. Yo no quería esa vida.

      Pedir ayuda es algo que no solía hacer, solía creerme autosuficiente y que yo podía con todo, pero en ese momento me di cuenta de que no.

      Mi madre me animó a que volviera a estudiar y así lo hice. Empecé un curso de Secretariado Bilingüe y ahí conocí al que fue mi primer marido. Pero sigamos por orden, más adelante os explicaré a dónde me llevó esa decisión.

      Un día estando en casa me llamó un vecino y me dijo:

      —Lorena, baja, que tu padre se ha caído.

      Bajé a la portería y hallé a mi padre en el suelo con las gafas rotas. Subimos a casa y mi madre vio el estado de mi padre. Le dije que cogiera el bolso y que nos íbamos a urgencias. Ya en urgencias le dije al doctor:

      —Mire, no sé qué tiene que hacer, pero no, mi padre no va a volver a casa. No pienso llevármelo. Es un borracho.

      El doctor me contestó:

      —Hoy es mi cumpleaños, ¿me harías el regalo de ayudar a tu padre si admite que es un alcohólico y que hará lo que sea necesario para dejar de beber?

      Yo le contesté:

      —Dile lo que te acabo de decir. O se compromete, o no entra en casa.

      Ahí estaba el universo de nuevo, o Dios o como tú prefieras llamarle, mostrándome que se puede cambiar, mostrando el camino a seguir.

      Esa fue la última vez que mi padre bebió. Nos enseñó que con mucho esfuerzo y apoyo se puede conseguir.

      Por supuesto, tenía a mi madre, que le apoyó y acompañó en todo el largo y duro proceso.

      Él se comprometió y lo logró.

      Como comentaba, volví a estudiar, y decidí empezar a crear mi camino al éxito.

      Como no podía ese año acceder a la universidad, como he comentado anteriormente, opté por realizar un curso de un año de Secretariado Bilingüe.

      Allí conocí a mi exmarido. Era el profesor. Viniendo del mundo del que venía y siendo él alguien totalmente opuesto a las personas con las que yo estaba acostumbrada a relacionarme, me enamoré de él.

      Al finalizar el curso empezamos a salir y trabajamos juntos en su empresa. La situación en la empresa no era buena, parecía que su socio no acababa de cumplir con lo pactado y, antes de que quebrara, decidimos ir a vivir a Irlanda.

      Pero no te pienses que como pareja, no, para nada, cada uno vivíamos en una habitación de una familia diferente. Fuimos allí con el objetivo claro y comprometido de dominar el inglés, y el hecho de vivir cada uno en un sitio nos daba más oportunidades, a pesar de que era más difícil. Me obligué a mi misma a salir de la zona de confort.

      Después del verano él volvió para España y yo decidí quedarme. En aquel momento no sabía por cuánto tiempo, lo que tenía claro era que cuando volviera tenía que dominar el inglés a la perfección porque sabía que era fundamental para conseguir uno de mis objetivos: ser ejecutiva.

      En Irlanda empecé limpiando mesas porque no hablaba nada de inglés. Fue muy duro, no entendía nada el idioma porque en España, en mi época de colegio, se priorizaba el francés al inglés, y además no teníamos, como en otros países, la posibilidad de ver, por ejemplo, series, noticias o dibujos animados en versión original. Sabía que el inglés me abriría muchas puertas y por eso aguanté. Mi única opción era aprender el idioma costase lo que costase. Decidí no hacer amistad con ningún español y los fines de semana salía con gente local.

      Recuerdo que al principio era cómica la situación, pero un día empecé a entenderlo todo. El clic fue pasar caminando de la cocina a mi habitación y al escuchar la televisión, me di cuenta de que entendía todo lo que estaban comentando en las noticias. Ahí comprendí que ya estaba preparada y decidí empezar a buscar un trabajo mejor.

      Comencé a entregar currículums y en poco tiempo conseguí trabajo en una de las multinacionales más importantes de sistemas informáticos, donde hice grandes amigos. Por supuesto, mi inglés se fue perfeccionando, y con ello llegó una nueva oportunidad laboral en un prestigioso bufete de abogados, la cual no dudé en aceptar. Suponía un reto difícil para mí: aprender materias legales y habilidades de atención al cliente. Sin embargo, esa formación me ayudaría a alcanzar mi meta y objetivos.

      Cuando llevaba más de un año cogiendo autobuses y trenes para llegar a mi lugar de trabajo, pasando un frío


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