Todo lo que necesitas está en ti. Lorena Farré Gutiérrez

Todo lo que necesitas está en ti - Lorena Farré Gutiérrez


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      Decidí volver con él y poco tiempo después estábamos viviendo juntos. Al mes de estar en España, eché solamente un currículum y conseguí una entrevista que se convirtió en un puesto de secretaria en un laboratorio farmacéutico.

      Tengo que admitir que la vida con él no fue nada fácil, pero gracias a él decidí matricularme en la universidad.

      Con él recuperé las ganas de estudiar, de ser alguien en la vida, aquello que mi madre había tratado de inculcarme desde mi infancia.

      Durante esa relación, que duró seis años, no me di cuenta de que me iba haciendo más y más pequeña. Había idealizado a esa persona, pero en realidad no la conocía, es más, lo que veía no me gustaba para nada.

      Eso sí, fue un gran apoyo y siempre le estaré agradecida por haberme animado a retomar mis estudios. Mi camino al éxito seguía su trayectoria.

      Conseguí sacarme la carrera de Empresariales y después me licencié en Administración y Dirección de Empresas. Ambos programas los cursé a distancia mientras seguía trabajando en Uriach, el laboratorio farmacéutico que me contrató.

      Empecé como secretaria y acabé siendo business development manager. En los dieciséis años que estuve, mi carrera laboral escalaba posiciones a medida que iba adquiriendo más estudios.

      Fue duro, no nos engañemos, porque además realicé un máster en Comercio Exterior, otro en Marketing Farmacéutico y por último en Negociación.

      Así que entre los viajes y los estudios la relación fue cada vez peor, hasta convertirnos en desconocidos. Lo que había visto en él ya no existía, no había nada que me uniese a él.

      Después del divorcio fui de relación en relación. Pero porque así lo elegí, quería ser yo la que decidiera en cada momento lo que quería hacer.

      Vendimos el piso donde vivíamos y las ganancias fueron muy sustanciales. Sin embargo, en mi mente no había ningún archivo de ahorro, así que ya te puedes imaginar qué pasó con el tiempo. Pero esta creencia limitante que tenía la comentaré más adelante.

      Después de que mi padre llevara meses de dolor en un hombro, un día me llamó mi madre diciéndome que acaban de salir del médico de familia, que mi padre tenía cáncer de pulmón y que iban de camino a urgencias del hospital.

      Mi primera imagen después de esa llamada es estar en urgencias de la Cruz Roja de Barcelona.

      Cuando llegué y nos llamó la doctora tuve como una intuición, les dije a mis padres que se quedaran fuera, que ya entraba yo sola.

      Tengo que decir que los médicos a veces no tienen nada de tacto y así fue, la doctora me dijo claramente que me llevase a mi padre, que no podían hacer nada por él, que le quedaba un día de vida.

      No sé de dónde saqué las fuerzas, pero salí de allí y le dije a mi padre: «Está bien, ya sabes que tienes cáncer, pero con la quimioterapia te vas a curar, ten fe en el tratamiento. Al igual que con un ibuprofeno te curas la gripe, con la quimio curarás el cáncer».

      El primer año prácticamente lo pasó ingresado en el hospital, en una habitación doble.

      Cada persona que le acompañó durante ese año nos aportó algo, eran como ángeles, o así lo creímos nosotros, porque nos daban lo que justo necesitábamos: esperanza.

      Recuerdo que mi padre decía durante las sesiones: «Bueno, de esto salgo, es como una gripe muy fuerte y saldré».

      Y así fue, mi padre siguió con nosotros cinco años más, hasta que decidió dejar de luchar. Vivimos momentos increíbles. Fue varias veces a Londres a visitar a mi hermana, que entonces vivía allí. Viajó con mi madre. Hizo de DJ cuando cumplí treinta años. En fin, muchísimos grandes momentos que me enseñaron una y otra vez el poder de crear tu realidad.

      Murió porque dejó de creer. Se dio cuenta de que su brazo no sanaba, el hueso que se había roto no hacía callo y eso le demostraba cada día que no saldría del cáncer. Empezó a comprender que no había esperanza para él.

      Pasó su último año lleno de dolor. Fue un año muy duro, sobre todo para mi madre, que recibía la ira que mi padre sentía.

      Cuando murió dejó un vacío indescriptible. Mi madre cayó en una depresión profunda.

      Decidí mudarme con ella para ayudarla y no dejarla sola.

      No era consciente de que nosotras chocábamos mucho y eso llevó a que mi madre tomase una decisión: «Mejor me voy, porque aquí no hago nada».

      Un día, para ser concretos el Día de los Enamorados, estaba comiendo con un chico con el que salía ―en el siguiente libro, El control de tu mente está en ti, os explicaré cómo pude salir de esa relación tóxica―. Mi hermana me llamó, sentí en ese momento que algo había ocurrido con mi madre, lo supe, así que salí corriendo y cuando llegué a casa pude comprobar que el peor de mis pensamientos se había cumplido.

      Estuvo varios días en coma, pero, como mi madre siempre ha sido una luchadora, con tiempo y muchísimo esfuerzo logró superarlo.

      Todo eso no ocurrió de la noche a la mañana, tuvo que combatir contra la depresión durante años.

      Ella siempre ha sido un ejemplo de superación para mí, todo lo que le ha ocurrido, de dónde venía, sus raíces…, simplemente no pudo con más. Ahora lo comprendo.

      Su fuerza es uno de los motivos por los cuales he conseguido muchas cosas en la vida. Como a ella, a mí también me ha tocado superar mis batallas y salir más fuerte, porque tengo un gran ejemplo en ella.

      Durante su depresión yo intentaba tirar de todo, traté de hacerlo lo mejor que pude, sin darme cuenta de que yo también estaba mal.

      Tampoco era consciente en aquel momento de que estaba enfadada, no era capaz de conectar con el dolor tan grande que tuvo que sentir para tomar esa decisión. En el próximo libro podrás ver qué hice para sanar ese dolor, esa culpa tan grande que cada día crecía más y más dentro de mí.

      No fue hasta que conocí a mi marido, el padre de mi hijo, cuando empecé a ver comportamientos en mí que detestaba.

      Encontrarle fue una bendición, es la persona más buena que jamás podré conocer y desde el primer momento me enamoré de él. A pesar de todas las diferencias que teníamos entre nosotros, conseguimos formar una familia.

      Hoy en día, en muchas ocasiones, no hace falta ni que le diga las cosas, solamente con mirarnos sabe lo que pienso.

      Al año nos casamos, me quedé embarazada y perdí al bebé.

      Al tiempo lo volvimos a intentar y nació nuestro deseado hijo. Ahí me di cuenta de lo mal que estaba por dentro.

      Tenía ataques de ira, insomnio, apatía, arremetía con frustración justamente contra las personas que más me ayudaban. Estaba tan cansada que no disfrutaba del mejor momento de mi vida: la maternidad.

      En mis siguientes libros, El control de tu mente está en ti y Ser feliz está en ti, podrás comprobar cómo pude superar cada uno de esos obstáculos. He decido partir en tres mi vida con el fin de poder ayudarte más profundamente.

      Pero por ahora puedo decirte que mi mente se volvió oscura, todo era negativo, no podía dormir por las noches.

      El cansancio se apoderó de mí hasta que un día dije: «BASTA YA, ya me ha dolido lo suficiente». Y empecé a trabajar en mí.

      Un gran amigo me recomendó una psicóloga hipnoterapeuta: Ana. Gracias a sus sesiones, empecé a encontrarme mejor, a trabajar mi mente, a vaciarla de todos los momentos negativos y a instaurar nuevas creencias potenciadoras.

      Ese fue el inicio de mi reprogramación. Como a mi madre, tampoco me ha resultado fácil, he tardado seis años en lograrlo.

      En uno de los eventos de crecimiento personal a los que asistí conecté con mi propósito de vida, y desde entonces puedo decir que me he dedicado a hacer


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