Las guerras de Yugoslavia (1991-2015). Eladi Romero García
el Parlamento; el resto cambió tras diversos manejos y maniobras políticas. Se sucedían las intrigas entre partidos, las disputas sobre el poder para favorecer a sus partidarios y los cambios de alianzas. Las dos primeras elecciones de la década de 1920 estuvieron amañadas, y las dos últimas, marcadas por las presiones de la policía. El control de la Administración y su capacidad para favorecer a los intereses de unos pocos quedaron casi todo el periodo en manos de los serbios del antiguo reino (los llamados srbijanci), los eslovenos y los musulmanes bosnios. Los srbijanci controlaban también el ejército y la banca. El funcionariado estaba mal pagado, era parcialmente corrupto y de una calidad inferior al del austro-húngaro. Además, los peores funcionarios solían enviarse a las zonas políticamente más complicadas (como Macedonia o Vojvodina), con efectos políticos claramente desastrosos.
No todos los territorios tenían la misma presión fiscal (más alta en los antiguos dominios austro-húngaros, menos devastados en la guerra mundial) ni las mismas leyes, que nunca llegaron a unificarse.
Los campesinos, más de tres cuartos de la población, no contaban políticamente. Incluso los partidos teóricamente agrarios estaban controlados por la burguesía, la burocracia o los intelectuales. Dado el poco peso del capital privado y la importancia económica del Estado, la lucha entre los diferentes partidos por controlarlo y usarlo para sus propios fines fue feroz, aparcándose a la vez las posibles reformas sociales y económicas.
Entre la proclamación del nuevo Estado y la aprobación de su constitución en 1921, el nuevo país se rigió por la antigua Constitución serbia y fue administrado por el funcionariado y el ejército serbios. Este último se apresuró a disolver las unidades austro-húngaras y a despedir a sus oficiales. Fueron años de relativo estancamiento. El gobierno, en manos de los partidos serbios, estaba teóricamente controlado por un Parlamento provisional no elegido, del que quedaron excluidos las minorías y los opositores macedonios y montenegrinos.
El campesinado, por su parte, había sufrido una gran transformación en la guerra: influido por los cambios de la contienda y las nuevas ideologías, exigía cambios que acabasen con su anterior sumisión a la burguesía y la burocracia estatal, que consideraba explotadora. En los territorios austro-húngaros, exigía una inmediata reforma agraria, mientras que en Serbia y Montenegro reclamaba crédito barato. A pesar de que a comienzos de 1919 el Estado tomó medidas que eliminaron el peligro político inmediato del malestar campesino, a estas no les siguieron durante el resto del periodo otras para mejorar su situación. En un país con alrededor de tres cuartas partes de la población dedicada al campo, el Ministerio de Agricultura no solía disponer de más de un 1% del presupuesto estatal. La reforma agraria aplicada significó el reparto de 1.175.000 hectáreas, en su mayoría pertenecientes a señores bosniacos, y que fueron repartidas entre unos 250.000 nuevos propietarios, en su mayoría serbios.
En estos años, el principal partido de la antigua Serbia, los Radicales, pudo contar con la alianza de su antigua escisión más progresista, los Demócratas, en este periodo más centralistas incluso que los primeros.
Las elecciones municipales de 1920 y las de la asamblea constituyente de noviembre de 1920 fueron tensas pero, en general, libres (aunque no pudieron participar los militares, las minorías alemana y húngara, y los resultados de Montenegro y Macedonia resultaron muy dudosos). Sin embargo, el censo electoral utilizado era el de 1910, que no reflejaba la población real en la década de 1920. En las regiones del sur del país nunca hubo libertad real de sufragio, y en Montenegro y Macedonia las listas estaban amañadas para favorecer a los Radicales. Asimismo, el Estado llevó a cabo una campaña de terror en estas regiones y parte de Bosnia. En cuanto a los resultados de los primeros comicios, el Partido Campesino Croata de Stjepan Radić obtuvo 50 escaños en las elecciones para dicha asamblea, siendo el cuarto partido con más parlamentarios, aunque se negaría a acudir a las sesiones. Su postura parecía poco clara y de simple oposición, pues se negaba a aceptar la inclusión de los territorios de población croata en el nuevo Estado y las condiciones en las que se produjo, a pesar de haber sido aprobada por el antiguo Parlamento austro-húngaro de Croacia-Eslavonia.
Por su parte, el radical Nikola Pašić, el principal político serbio, mantenía su ideología panserbia y parecía incapaz de comprender la idea yugoslava. La política de no participación de Radić, sin embargo, favoreció a Pašić, que lograba gracias a ella una mayoría suficiente para desarrollar su política. Este, tras tratar de lograr un acuerdo con los moderados croatas, acabó por pactar con los Demócratas serbios ante el boicot de los diputados croatas.
Los comunistas (partido fundado en 1920), la tercera fuerza en escaños, se negaron a jurar la constitución y poco después fueron disueltos por el gobierno, aprovechando el asesinato del ministro del Interior Milorad Drašković (21 de julio de 1921) y el intento fallido contra el príncipe Alejandro, en los que la jefatura comunista negó su participación. Víctima de una dura represión, siguió atrayendo no obstante a gran número de descontentos y brillantes miembros de la intelectualidad joven, aunque disipó sus fuerzas en disputas internas.
Stojan Protić, primer ministro en 1920, había presentado un borrador de constitución liberal, pero el regreso al gobierno del veterano Pašić supuso la derrota de esta propuesta y su sustitución por otra que encarnaba la tradicional administración centralista serbia, con escasas concesiones a los adversarios de esta estructura de Estado. Pašić, ocupando a la vez el cargo de ministro de Exteriores, resultó un maestro de la intriga política, rodeándose de personajes de carácter dudoso y rápido enriquecimiento a la sombra del gobierno.
La negativa de Radić a participar en la redacción de la nueva constitución y la progresiva ausencia de los grupos más disconformes con el borrador centralista de Pašić le permitieron a este lograr la aprobación de la llamada Constitución de Vidovdan, por ser aprobada el día dedicado a san Vito (28 de junio de 1921, jornada en la que, en 1389, se produjo la tan evocada batalla de Kosovo y la muerte del rey serbio Lazar). Lo hizo con el apoyo de sus rivales del partido Demócrata, especialmente de su dirigente Svetozar Pribićević. Obtuvo también el apoyo de la JMO bosnia (siglas eslavas de la Organización Musulmana Yugoslava, fundada en 1919) y de algunos diputados agrarios eslovenos. A cambio, los bosniacos musulmanes obtuvieron ciertas concesiones en materia de cultura y religión.
La constitución, muy centralista, exigía tres quintos de los diputados para poder ser reformada. Garantizaba los derechos civiles y el sistema democrático, instituyendo un Parlamento unicameral (Skupština), elegido cada cuatro años por los varones mayores de 21 años, con representación prácticamente proporcional. Las leyes debían ser aprobadas por el monarca, el cual sin embargo no tenía derecho a veto. Se aseguraban asimismo la igualdad de religión, expresión y otros derechos humanos.
La aplicación de la constitución fue, sin embargo, muy deficiente, debido a la extensión de la Administración serbia al resto del país, caracterizada a menudo por la brutalidad, corrupción y excesivo celo centralista de los funcionarios, mayoritariamente procedentes del antiguo reino de Serbia.
La organización del país, esbozada en la Constitución y expuesta en detalle en la ley de Administración del 18 de mayo de 1922, que dividía al reino en 33 unidades (oblasti) controladas desde la capital, fue objeto de grandes tensiones y marcó las elecciones nacionales de 1923. El Partido Campesino Croata no aceptaba la legitimidad de la Constitución, y organizó un bloque croata que no solo rechazó las propuestas de Radicales y Demócratas para formar una alianza política más amplia, sino que apeló, aunque infructuosamente, a las potencias extranjeras en 1922 para que defendiesen los derechos constitucionales croatas ante Belgrado.
En cuanto a Montenegro, su rey Nicolás I fallecería en su exilio de Antibes el 1 de marzo de 1921, a los ochenta años de edad. Su orgullo le había hecho rechazar una renta vitalicia votada por el Parlamento de Belgrado. Británicos y franceses aún mantendrían relaciones diplomáticas con la casa real montenegrina de Neuylli-sur-Seine hasta 1920. Italia, cada vez más enemiga del fortalecido reino eslavo, al final aguardaría a la muerte de Nicolás para dar por finalizada la monarquía de Montenegro. Nicolás I fue enterrado en San Remo, siendo su cadáver, el de su esposa Milena y los de dos de sus hijas, trasladados a su antiguo reino en 1989, justo cuando la Yugoslavia comunista estaba a punto de desintegrarse.