Ética. Miguel Ángel Polo Santillán

Ética - Miguel Ángel Polo Santillán


Скачать книгу
la libertad, la igualdad, la dignidad, la intimidad, la vida privada, etcétera, todo esto afirmando el yo subjetivo. Así, los nuevos fundamentos de la moral —que no sean ni religiosos ni políticos—9 se buscarán en la subjetividad y en la racionalidad. Hume pondrá los fundamentos en los sentimientos, especialmente en la simpatía, aunque sustentada en la costumbre. Locke quiere una moral semejante a la matemática, es decir, con carácter científico.10 Los ingleses también incluirán el placer; es decir, una fundamentación hedonista. Otros lo harán en los derechos naturales de los individuos, lo que será puente entre la moral y la política. Todo este panorama será ordenado por Kant al distinguir entre razón especulativa y razón práctica, para luego sacar de la razón práctica, la conciencia racional, los fundamentos de la moralidad. Kant suele usar el término “moral” para referirse a la moral de los individuos racionales.

      De modo general, podemos decir que la modernidad empieza poniendo en cuestión los fundamentos tradicionales de la ética, que estaban en la religión (ética medieval) y en la política (ética griega). La búsqueda de nuevos fundamentos tomará dos caminos: por un lado, encontrará los fundamentos en el sujeto mismo, intentando una fundamentación autónoma de la moral (esa será la pretensión kantiana).11 Por otro lado, pretenderá sustentar la ética en una ciencia o tecnociencia, para de esa manera controlar las acciones humanas. Así, la ética sigue dependiendo de otra actividad y no puede plantearse su autonomía. Estos caminos todavía llegan hasta nuestros días.

      El siglo XIX estuvo preparado para producir una crítica al subjetivismo moderno. Una forma de salir del encierro moderno del yo subjetivo y de su moral subjetivista será el planteamiento hegeliano de distinguir eticidad y moralidad. Es decir, frente a las tendencias morales que centraban la reflexión en el sujeto, Hegel revaloró la forma griega de la ética, en la que se incluye el carácter relacional de la vida humana. Así, trazó la diferencia entre moralidad (Moralität) y eticidad (Sitt lichkeit). Dice Hegel: “Moralidad y Ética, que comúnmente valen como sinónimos, son tomados aquí con un sentido esencialmente distinto” (1968: 6612). Esta indicación es interesante, porque supone que hasta ese entonces (siglo XIX) no había una distinción entre ética y moral, por lo que Hegel es consciente de estar produciendo una distinción valiosa. Y seguidamente añade que el kantismo hace suya la moralidad, hasta el punto de hacer imposible la ética, “más bien, hasta la aniquilan y la desdeñan, expresamente” (1968: 66). Además, sostiene que a pesar de que etimológicamente fueran sinónimas, eso no impide distinguirlas.

      Hegel consideró la ética como el reino de la “voluntad objetiva” cuya sustancia abarca la familia, la sociedad civil y el Estado (1968: 65). Es el ámbito de la “exigencia” que surge de la “relación y del deber-ser” (1968: 115). En tanto que la moralidad es el ámbito del derecho de la “voluntad subjetiva” (1968: 65 y 115), lo que Kant consideraba la parte más importante: la conciencia del deber, abstracto y formal. Si bien es cierto que Hegel hizo la distinción para luego realizar una conexión, sin embargo culturalmente se marcó más la diferencia que la superación dialéctica de ambos.13 Estas huellas hegelianas se dejan ver todavía en los intentos contemporáneos de distinguir y relacionar las éticas teleológicas y las éticas deontológicas, las éticas de máximos y las éticas de mínimos.

      1.2.4 La forma contemporánea de definir la ética

      En el mundo académi co del siglo XX, la ética se fue diferenciando como la disciplina filosófica que estudia la moral, la realidad moral o simplemente la moralidad. Por lo que la ética se vuelve una actividad de segundo orden, el primer orden estaría dado por las vivencias morales de las personas y sobre esa moralidad reflexiona la ética. Creo que esto es una influencia de la especialización que sufre el saber humano a través del siglo XX, lo que tiene sus efectos en una nueva distinción entre ética y moral. Leamos dos definiciones en el mismo sentido: “La filosofía moral es una investigación filosófica acerca de normas o valores, acerca de ideas de justo e injusto, de bien y de mal, de lo que debe hacer y lo que no se debe hacer” (Raphael 1986: 25); “La ética es una rama de la Filosofía; es la filosofía moral o la manera filosófica de pensar en materia de moralidad, de los problemas morales y de los juicios morales” (Frankena 1965: 5).

      Esto ha ido parejo a la aparición de la “metaética” cuyo objeto de estudio es el lenguaje moral, la cual se distancia de la ética normativa, que había sido el modo tradicional de hacer ética. Este modo de entender la ética ha hecho que esta se convierta en una actividad exclusivamente intelectual y académica con poca relevancia en la vida real de los pueblos. En una época en la que muchos filósofos académicos han renunciado al papel constructivo y orientador que tenía antes la filosofía, se han contentado con realizar un análisis del lenguaje moral abriendo más la separación entre filosofía y vida humana. De ese modo el profesor de filosofía se excusó del compromiso que como ser humano tiene ante la vida humana y ante su propia vida.

      Entre los autores que han realizado claramente la separación entre la moral y la ética, y con ello trazado el rumbo de las reflexiones posteriores, se encuentra George E. Moore, uno de los iniciadores de la filosofía analítica. Como muestra su definición, el filósofo de la ética no tiene que ser un moralista, no debe proponer normas ni señalar lo que es bueno o malo, sino que su asunto trata de “cuestiones más generales”. Veamos su definición:

      […] los filósofos, no los moralistas, se ocupan no en establecer reglas para distinguir aquellos modos de obrar que las más, o todas las veces, son justos, o aquellos otros que son injustos, ni siquiera en dar listas de las cosas que son buenas o malas, sino que se esfuerzan en contestar a cuestiones mucho más generales y fundamentales, como las siguientes: ¿Qué es lo que queremos decir de una acción cuando la calificamos de justa o injusta? Y ¿qué es lo que significa decir de un estado de cosas que es bueno o malo? ¿Podremos, acaso, descubrir una característica general que pertenezca en común a todas las acciones justas, prescindiendo de sus diferencias en otros aspectos? ¿Podremos, de un modo análogo, descubrir alguna característica que pertenezca en común a todas las cosas absolutamente “buenas”, y que no pertenezca a ninguna otra cosa, a no ser a aquello que sea un bien? (Moore 1958: 8).

      Por su parte, Richard M. Hare, siguiendo la tradición analítica, sigue trazando la distinción entre ética y moral:

      […] la mayoría de nosotros somos moralistas; algunos, más sabios que otros. El filósofo moral es diferente, porque enfoca esos problemas con una habilidad especial… Esta es la habilidad de entender cabal y claramente las palabras que se usan para formular cuestiones morales; saber así, precisamente, qué estamos preguntando y, por tanto, qué argumentos tenemos a nuestra disposición para responder, y cuáles argumentos serán pertinentes (en Magee 1993: 160).

      Sin embargo, la versión analítica de la ética ha sufrido cambios, especialmente después de la segunda mitad del siglo XX. Eso es claro en Hare, quien utilizando el análisis del lenguaje aborda problemas morales como los bioéticos. De todas maneras, lo que debe hacer el filósofo de la moral es analizar los conceptos y argumentos morales, no enfrentar los problemas morales de manera directa. La ética del corte analítico es como un instrumento que nos puede servir para enfrentar problemas morales:

      B. M.: Hoy día, ¿no están muchos filósofos más jóvenes, como los marxistas y los utilitaristas de ayer, alejándose de la “mera” elucidación de conceptos, y dirigiéndose a una consideración directa de las disyuntivas morales?

      R. H.: Me parece que el contraste es falso. El filósofo que cree que puede alejarse de la elucidación de conceptos, y enfrentarse a los problemas morales actuales en la vida real, es como el fontanero que precipitadamente sale a trabajar dejando sus herramientas, y olvidando todo lo que sabía de fontanería. Así, no está mejor equipado que el cliente, que repara los desperfectos.

      B. M.: En otras palabras, está usted diciendo que las herramientas profesionales del filósofo son el análisis conceptual y el análisis lógico, y que si no hace un uso mayor de éstas que las demás personas, no está aportando aquello para lo que está especialmente preparado.

      R.


Скачать книгу