Salud del Anciano. José Fernando Gomez Montes
Es claro que las enfermedades son multifactoriales y resultan de la interacción de procesos de envejecimiento con factores específicos de enfermedad, que incluyen. genes que aumentan el riesgo para el desarrollo de la enfermedad; medioambiente, el cual afecta el individuo como resultado de inhalación, ingestión o exposición a toxinas y radiaciones; estilo de vida, dentro del cual se destacan dieta, ejercicio, hábitos y controles médicos, y factores psicosociales y de acceso a la educación, que influyen especialmente en la evolución de la enfermedad.
Envejecimiento exitoso, saludable y activo
La Organización Mundial de la Salud (OMS) en su informe sobre envejecimiento y Salud (2015) plantea la necesidad de un cambio de paradigma en la salud de los ancianos. Se insiste en que la presencia de enfermedades no dice nada sobre el impacto que pueden tener en la vida de un anciano y se propone salir del enfoque epidemiológico basado en la multimorbilidad y exclusivamente en diagnósticos médicos y pasar a un enfoque centrado en el funcionamiento de la persona en su entorno. Las influencias del entorno en la salud en la vejez pueden ser muy diferentes y abarcan, por ejemplo, la situación económica como factor clave al momento de tener acceso a servicios de salud y comunitarios, las redes sociales a las que se puede recurrir en caso de requerirse e, incluso, los sistemas de soporte de los que se dispone para ser utilizados en situaciones de crisis.
Este cambio de paradigma ha estado influenciado, entre otras cosas, por la preocupación por envejecer bien y por lograr un envejecimiento exitoso.
Es evidente ahora que a medida que se va generando un envejecimiento global, se ha fomentado el cambio hacia un discurso positivo sobre el envejecimiento, que incluye el envejecimiento saludable, exitoso o activo. Así, el envejecimiento ya no se presenta como un período inevitable de declive con enfermedades que requiere la retirada de la vida activa.
Esta visión positiva del envejecimiento ha adoptado numerosas denominaciones: envejecimiento exitoso, óptimo, saludable, positivo, productivo, entre otras. Es importante mencionar que algunos autores utilizan estos términos indistintamente en los artículos de revisión y otros intentan establecer diferencias entre ellos.
Aunque envejecimiento exitoso, saludable y activo, a menudo se utilizan de manera indiferenciada como si fueran sinónimos, dan cuenta de paradigmas y marcos de referencia muy distintos. A continuación, se presenta cada uno de forma explícita.
Este término surge de la teoría de la actividad (Havigurst y Albrecht, 1953; Maddox, 1963), la cual se inscribe en la visión platónica del envejecimiento y postula que la vejez es un periodo de crecimiento y de oportunidades sociales y personales para el anciano. Cuanto más activo se mantenga, su envejecimiento será más satisfactorio, además, esta teoría sitúa la actividad como base del envejecimiento saludable. Entre sus premisas se encuentran: 1) adultos y ancianos tienen las mismas necesidades psicosociales; 2) los individuos se resisten a dejar sus roles sociales para permanecer activos durante más tiempo; 3) hay un envejecimiento exitoso cuando el individuo reemplaza los roles perdidos por unos nuevos, y 4) siempre hay roles sociales significativos para el anciano que él es capaz de desempeñar.
Con base en estos postulados y en oposición a la visión negativa del envejecimiento, Havigurst en 1961 propuso el envejecimiento con éxito como un tema central de la gerontología y como una forma de vida socialmente deseable. De acuerdo con este autor, un envejecimiento exitoso (EE) es “Una declaración de las condiciones de vida individuales y sociales bajo las cuales el individuo obtiene un máximo de satisfacción y felicidad y la sociedad mantiene un equilibrio adecuado entre las satisfacciones de los distintos grupos que la componen: ancianos, personas de mediana edad y jóvenes, hombres y mujeres, etc. (p. 8). Desde esta perspectiva se ha operacionalizado el envejecimiento exitoso como 1) una forma de vida socialmente deseable para este grupo de edad, 2) el mantenimiento de la actividad en la edad adulta, 3) un sentimiento de satisfacción con el estado presente y las actividades, y 4) un sentimiento de felicidad y satisfacción con la propia vida.
Una década más tarde, Neugarten (1972) concluyó que el factor fundamental en la predicción de si los individuos envejecerán con éxito es la personalidad. El estilo de afrontamiento, la capacidad de adaptación previa y las expectativas de vida, así como los ingresos, la salud, las interacciones sociales, las libertades y las restricciones son parte de la personalidad y, por lo tanto, juegan un papel importante en la enorme complejidad de un envejecimiento exitoso.
Posteriormente, Rowe y Kahn (1987) propusieron una distinción conceptual del envejecimiento normal con el envejecimiento exitoso. Según ellos, la declinación de las capacidades físicas no es forzosamente ineluctable: algunas personas mejoran su estado de salud funcional al envejecer, las facultades cognoscitivas pueden permanecer intactas a pesar del avance de la edad o pueden “activarse”, la capacidad de aprender cosas nuevas permanece viva aún en situación de incertidumbre y la aptitud para ajustarse a los cambios de la vida parece aumentar.
Rowe y Kahn (1987) buscaron superar el concepto de que el envejecimiento es un proceso que aumenta el riesgo de mortalidad en función del tiempo. Diferencian entre envejecimiento usual, (aquel exento de enfermedades específicas pero acompañado de diversos deterioros asociados a la edad y en el cual los factores extrínsecos aumentan los efectos de la edad) y el patológico (los cambios en el organismo con la edad son similares a los inducidos por ciertas enfermedades y se caracteriza por la existencia de diversas y variadas enfermedades o discapacidades) del envejecimiento exitoso, en el cual los factores intrínsecos juegan un rol positivo o neutro.
El mejor indicador del envejecimiento exitoso es la autonomía, puesto que esta determina qué tipo de envejecimiento se tiene. Una persona que experimenta un gran control de su vida y toma decisiones importantes es una persona con un envejecimiento exitoso, a diferencia de quien acepta las decisiones de otros, por ejemplo, los hijos. Con ello pretendían contrarrestar la tendencia creciente en gerontología de marcar una distinción entre lo patológico y lo no patológico, es decir, entre la población anciana con enfermedades o algún tipo de discapacidad y la que no padece ninguna de ellas.
El envejecimiento exitoso es algo deseado, planificado, que implica trabajo y no es producto del azar, puesto que su obtención implica un esfuerzo (responsabilidad personal). Así, el éxito depende tanto de las elecciones como de las capacidades individuales. Además, no implica prosperidad ni salud, pero la pobreza y la enfermedad lo hacen más difícil de alcanzar.
El envejecimiento exitoso combina tres componentes interdependientes y jerárquicos: salud, funcionamiento mental y físico y compromiso con la vida activa. Los autores lo definen como la habilidad para mantenerse con bajo riesgo de enfermar, con un alto nivel de actividad física y mental, y decididamente comprometido con la vida por medio del mantenimiento de relaciones interpersonales y de la participación en actividades significativas. En este modelo ciertas exigencias parecen independientes de la buena voluntad de los individuos, otras están, en gran medida, bajo su responsabilidad, es decir, ciertos problemas de salud pueden evitarse adoptando conscientemente medidas preventivas.
Así, para alcanzar un envejecimiento exitoso deben estar reunidas tres condiciones independientes:
1. Una reducida probabilidad de desarrollar enfermedades y discapacidades; Rowe y Kahn plantean que la gran mayoría de las enfermedades relacionadas con la edad se pueden prevenir mediante estilos de vida saludables.
2. El mantenimiento de un alto nivel de funcionamiento cognoscitivo y físico; la meta más importante entre los ancianos es ser autónomos e independientes. Se insiste en que los temores a las pérdidas son exagerados y se envejece como se ha vivido; además, las pérdidas funcionales pueden ser prevenidas