A mis padres no les importo. Rosa María Boal Herranz

A mis padres no les importo - Rosa María Boal Herranz


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está recibiendo quejas del colegio por su mala conducta. Interrumpe la clase cuando el profesor está explicando con alguna cosa que nada tiene que ver, pone la zancadilla a los niños para que se caigan y siempre se está haciendo el gracioso; estos comportamientos los tiene en casa también.

      Es retraído donde no se encuentra a gusto, la relación con la madre ha sido siempre de poca comunicación. La explicación del niño a este comportamiento la refiere así: «Yo creo que si soy el gracioso, la gente me tiene más afecto; si no fuera chistoso a lo mejor me harían menos caso. Soy tímido a la hora de conocer gente nueva porque a lo mejor no les caigo bien y no me van a hacer caso». En cuanto a ser poco comunicativo explica: «De pequeño he sido poco comunicativo con mi familia, no les cuento mis problemas por miedo a que tomen represalias conmigo, castigarme de alguna forma sin dejarme ver la tele o la consola, tengo miedo a las reacciones de mi madre, si llevo malas notas me va a llevar a un internado. De pequeño no contaba nada a mis hermanos por si se les escapaba y se lo contaban a mi madre y me castigaba. De pequeñito me daban miedo los castigos. Por ejemplo me castigaban en mi cuarto encerrado y no salía por miedo a que me pusieran un castigo mayor, otro castigo era que me dejaban en casa y se iban los otros». Sobre los amigos añade: «Con los amigos me llevo bien, solo que quiero ser gracioso para tener más amigos».

      Caso 7: Jorge tiene 15 años, es hijo adoptado, la pareja que le adoptó se separó, el niño se quedó con el padre; durante unos años fue cuidado por alguna niñera y su abuela paterna. El padre ha tenido varias parejas, ahora Jorge vive con el padre y su actual mujer. También ha estado en diferentes colegios, en el que está ahora lleva dos años. Los padres cuentan que es un niño muy difícil, no habla, no dialoga ni razona, es muy agresivo y por nada se encoleriza, poco a poco va destrozando las cosas hasta que las destruye, no tiene amigos ni sale de casa, en cuanto a las notas comentan que son normales tirando a bajas.

      La explicación que da Jorge cuando le pregunto por qué es poco comunicativo es: «Con mis padres sí, tengo miedo a que se enfaden conmigo; mi padre me pega, no todos los días pero sí; mi madre no, aunque me regaña». Me dice que su madre no es su madre biológica y que a veces piensa que su padre no le quiere, que es como si no tuviera padre.

      Caso 8: María tiene 12 años, es la segunda de los hermanos, ha repetido varios cursos de Educación Primaria. La madre dice que tiene un carácter difícil, de pronto está cariñosa y, de pronto, está nerviosa, y que siempre ha sido así, pero que con el paso de los años les cuesta más llevarse bien y comprenderse. Comenta, también, que la hija protesta por todo, que nunca le ha gustado ir al colegio ni salir de casa fuera del colegio, no tiene amigas.

      Al preguntar a María sobre su comportamiento, me dice que la madre le chilla mucho y le pega y que su padre se enfada sobre todo a la hora de comer y que nada más que llega a casa (el padre) les hace reproches. Para ella sus hermanos son los mimados, unos de la madre y otros del padre, y ella no es mimada. Dice que sus padres no la quieren y continúa: «Sí me querrán, pero no tanto como a ellos» (como a los hermanos). También cuenta que sus padres discuten mucho, que se llevan mal.

      Caso 9: Pablo, adolescente de 14 años. Viene a consulta porque ha bajado sensiblemente su rendimiento en los estudios. Cuenta que tiene una hermana pequeña de 9 años con la que discute mucho, él piensa que está más considerada en la familia que él, que sus padres la miman más y la consienten más. Cuando los hermanos piden una misma cosa, dice que se lo dan a ella porque es más pequeña. Desde que nació ha sentido que ella ha ocupado el centro de la familia y se lleva más atenciones que él. Al preguntarle qué siente cuando observa esto, contesta que se siente triste. Esta vivencia le ha distanciado de los padres, especialmente de la madre, y le ha llevado a querer estar más en la calle y pasar más tiempo en casa de su abuelo, que es el familiar con el que más acogido y mejor se siente.

      Hay que sumar a estas experiencias con la hermana que sus padres se han separado hace unos años. Me dice: «Me siento triste, un poco deprimido, porque ya no vamos a estar juntos, ya no podemos ser una familia junta». Además de este sentimiento de tristeza, muestra una conducta rebelde; los padres dicen que no pueden con él, que se les va de las manos. Manifiesta un comportamiento de desobediencia, de negatividad y se enfrenta con agresividad a la madre si le pide algo o le corrige alguna conducta.

      Estos son algunos ejemplos de adolescentes que han sentido desde su infancia que no son importantes para sus padres o para alguno de ellos. Situaciones parecidas han tenido de niños personas adultas que con 50, 60 años o más, están viviendo una depresión que recuerdan haberla vivido ya de adolescentes y que llevan padeciendo desde entonces con momentos de menos o más recuperación, relatando en el presente sentimientos similares a los que vivieron en su infancia y adolescencia. Estas personas adultas en el curso de la psicoterapia están descubriendo cómo antes de la adolescencia, desde los primeros años, ya comenzó a gestarse la depresión, en la convivencia y en la interrelación familiar.

      2. Variables o características comunes que observamos en este grupo de adolescentes

      Lo primero que se percibe en estos adolescentes al hablar con ellos es que no se sienten lo suficientemente queridos por sus padres, ni ven que sean tan importantes para ellos como les gustaría y, en la mayoría de los casos, también piensan que son injustos con ellos. Es la interpretación que han venido haciendo desde niños sobre la base de sus vivencias y de las interacciones con ellos. Estas ideas y opiniones vienen creándolas desde los primeros años de la infancia. Es la conclusión a la que han llegado basándose en lo que para ellos es sentirse queridos e importantes para sus padres.

      Quiero señalar que no es que a los padres no les importen sus hijos, sí les importan y mucho, y la mejor razón es que quieren ayudarles pero, probablemente, no lo están transmitiendo de manera que los hijos lo perciban así, o también, que los hijos no estén sabiendo entender el cariño que les dan. Cuando se informa a los padres de lo que piensan sus hijos de ellos manifiestan desconocimiento, sorpresa, tristeza, enfado, se emocionan... y, al contrario, lo que dicen es que buscan y quieren lo mejor para sus hijos. Lo que se recoge de este comportamiento entre estos padres y sus hijos es que hay un desajuste entre lo que los padres quieren, hacen y dan a sus hijos, y lo que los hijos entienden, reciben e interpretan de sus padres. Esto es lo que me ha llevado a reflexionar sobre este fenómeno y es el fundamento de este libro.

      Quiero, en primer lugar, extraer los aspectos comunes encontrados en el comportamiento de estos adolescentes y, también, los elementos de la relación que comparten estos padres y sus hijos, para que nos ayuden a visualizar y entender los puntos en común que presentan. Las variables compartidas son:

       La edad, todos son adolescentes.

       El fracaso en los estudios.

       Su comportamiento agresivo y rebelde en casa con discusiones frecuentes con los padres, sobre todo con la madre. En algunos casos, el comportamiento agresivo también se da fuera de casa.

       Sentimiento de estar tristes.

       No se sienten bien integrados ni considerados en la familia, ni con sus padres ni con sus hermanos. Piensan que reciben peor trato que los otros.

       Conductas desordenadas y desadaptativas (salir muy poco de casa, escaparse, actos delictivos...).

       En sus primeros años de vida han sido cuidados por personas diferentes de sus padres (abuelas, niñeras).

       Ausencia de comunicación con los padres, en algunos casos con uno y en otros casos con los dos.

       Tienen el sentimiento de que sus padres son injustos con ellos y que no les quieren lo suficiente. No sienten haber sido, ni ser, lo más importante para sus padres.

       Sentimientos de ser inferior, de ser poco valorado y reconocido.

       Hay falta de correspondencia entre lo que los padres piensan que han hecho y hacen por sus hijos, y lo que estos sienten que han recibido.

       Miedo a que les peguen o los castiguen, parece que las reprimendas son frecuentes en estos niños.

       No informan enfermedades físicas reseñables, ni episodios de trastornos


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