El pequeño doctor. Alfred Vogel

El pequeño doctor - Alfred Vogel


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rápidamente a los nuevos venenos. En estos últimos años, un amigo residente en Guatemala nos informó de que una industria próxima a sus colmenas había empleado unos potentes insecticidas que habían provocado indirectamente una terrible mortandad de sus abejas. Estas intromisiones o ataques al equilibrio biológico de la naturaleza suelen traer consigo desastres irreparables, sin que los perjudicados tengan la menor posibilidad de ser compensados por las pérdidas sufridas.

      Según la mencionada regulación de las leyes biológicas, hay que suponer que en cincuenta años los indígenas de la Amazonia ya no morirán de sarampión, pues su capacidad de resistencia a esta enfermedad será entonces tan potente como es ahora la nuestra. Mientras que los indígenas puedan mantenerse alejados de las desventajas de la civilización, la incidencia de sus enfermedades típicas será mínima. La mortalidad por gota, diabetes, obesidad, cáncer y la temida esclerosis múltiple será insignificante en el seno de dichas comunidades, mientras que entre nosotros va aumentando sin cesar.

      Cada vez hay más médicos y biólogos perspicaces que, hoy en día, nos muestran la manera de protegernos contra tales males mediante un estilo de vida natural y tomando alimentos no desnaturalizados.

       La toma necesaria de antibióticos naturales

       Creación de defensas

      Es bien sabido que el organismo, especialmente cuando está afectado el hígado, posee una menor capacidad defensiva de lo normal. Por ello, es estrictamente necesario recurrir a antibióticos naturales para dotar al cuerpo de la posibilidad de hacer frente a las infecciones, aun a pesar de la debilidad causada por un deficiente funcionamiento del hígado. No podemos impedir que nos afecten algunas infecciones al tomar ciertos alimentos o al respirar aire contaminado por gérmenes patógenos, especialmente en las ciudades. En un solo centímetro cúbico de aire se pueden encontrar miles de gérmenes infecciosos. También los insectos pueden ser portadores de gérmenes patógenos, entre los que destacan moscas y mosquitos; ni tomando las mayores precauciones podemos estar seguros de vernos libres de estos peligros, pero sí que podemos mejorar la capacidad defensiva de nuestro organismo para resistir y protegernos convenientemente de la acción de los gérmenes nocivos. Diversas plantas, en especial las que contienen aceites esenciales, así como algunas plantas utilizadas como condimentos, pueden mejorar nuestras defensas frente a una gran variedad de bacterias.

       Efectividad de diversos antibióticos

      El descubrimiento de los antibióticos (penicilina, estreptomicina, auromicina y otros preparados similares presentes en el mercado farmacéutico) ha significado el hallazgo de sustancias especialmente efectivas en la lucha contra las infecciones bacterianas. Estos productos han servido para salvar vidas en numerosas ocasiones, sobre todo en caso de enfermedades infecciosas tropicales. Sin embargo, empleamos estos fármacos ante cualquier pequeñez, como faringitis e infecciones sin importancia que podrían combatirse fácilmente con otro tipo de sustancias. Esta situación puede llegar a ser peligrosa para nuestra salud: en primer lugar, porque nuestro cuerpo se habitúa a estos productos, a la vez que las bacterias se vuelven resistentes a su acción, por lo que ya no podremos obtener resultados satisfactorios cuando se presente una infección grave; y, en segundo lugar, porque el uso de antibióticos deteriora la flora intestinal, que puede llegar a ser destruida.

      Del mismo modo que la asimilación de las sustancias nutritivas necesita la presencia de determinadas bacterias en el intestino, también las plantas necesitan de una flora bacteriana concreta para la absorción de sus nutrientes y para poder desarrollarse correctamente. Así, por ejemplo, no conseguiremos una buena cosecha de soja si al sembrar sus semillas no introducimos en el suelo determinadas bacterias que permitan un buen desarrollo de las plantas. Los bosques de abetos no prosperarían sin la presencia en el suelo de las bacterias necesarias. Con nuestro intestino sucede lo mismo: también necesita diversos tipos de bacterias. Por este motivo, el yogur resulta recomendable en los cuidados del intestino, en especial si contiene el lactobacilo acidófilo que protege y fomenta el desarrollo de la flora bacteriana intestinal y, al mismo tiempo, destruye las bacterias perjudiciales presentes. Las bacterias ácido-lácticas nos son provechosas, pues colaboran fraternalmente con las bacterias intestinales. Pero si tomamos antibióticos, como los antes mencionados (penicilina, estreptomicina, auromicina o como se llamen), tendremos que contar con el inconveniente de que también atacan a nuestra flora bacteriana intestinal. A menudo sucede que las bacterias más útiles e importantes para nuestra salud resultan ser precisamente las más sensibles a los antibióticos, mientras que otros gérmenes menos favorables, pero más resistentes, se desarrollan más fácilmente en nuestro intestino, y pueden producir una inflamación intestinal crónica. Al afectarse la flora intestinal, las bacterias recién llegadas pueden actuar de forma intensa y hacerse más peligrosas, con lo que la persona afectada se encontrará más desprotegida.

      Al administrar nuevamente estos potentes antibióticos puede suceder que el cuerpo no reaccione más a ellos, lo que nos deja indefensos ante enfermedades más graves porque incluso reducen la eficacia de otros métodos conservativos.

       Antibióticos naturales

      Puesto que los enfermos del hígado, a modo de ejemplo, deben estar especialmente protegidos, es necesario ayudar a su organismo mediante el uso de sustancias naturales de efecto antibiótico. De este modo podremos defender el organismo debilitado.

      Esto no solo es de vital importancia en los enfermos de hígado, sino también para los que corren riesgo de contraer tuberculosis, los pacientes de cáncer y de otras muchas enfermedades.

      Hace ya varios decenios realicé interesantes experimentos con el rábano rusticano, los berros de agua27, los mastuerzos e incluso con la capuchina28. Pude observar que, con la toma regular de estas plantas, el organismo se hace más resistente y padece menos catarros y otras enfermedades infecciosas. Por cierto, el hecho de que la capuchina puede ser útil también en el ámbito alimentario resultó gracioso para algunas personas. En aquella época todavía no conocíamos los fundamentos científicos de la benéfica acción de estas plantas, lo que sigue sucediendo con otros procedimientos terapéuticos naturales. Uno observa los buenos resultados conseguidos en los pacientes y los aplica en beneficio de estos, aunque no dispongamos aún de los fundamentos científicos que nos lo aclaren. Con no poca satisfacción he encontrado, en la moderna literatura especializada, la confirmación de que observaciones que hice en otros tiempos no eran incorrectas. Aquellas burlas, a propósito de las ensaladas con adición de capuchina, han ido desapareciendo a partir del momento en que la investigación científica ha demostrado taxativamente las virtudes de esta planta, especialmente los trabajos del profesor Winter29, de Colonia (Alemania).

      Uno de los fenómenos que observé por aquellos años fue el hecho de que la capuchina destruye también los parásitos animales. Los experimentos realizados con extracto crudo de capuchina en fumigaciones contra pulgones y otros parásitos animales dieron excelentes resultados. Estas observaciones me mostraron que la capuchina contiene una sustancia especialmente activa, confirmada en nuestros días por investigaciones científicas. Además, creo que tanto la capuchina como el berro de agua contienen otras sustancias de efectos aún más intensos que el de los antibióticos que acabamos de mencionar. Quizá sus efectos sobre los parásitos animales se deban a la presencia de estos principios activos más potentes y que todavía no han sido objeto de estudios científicos. Por su parte, el berro de agua produce efectos similares a los de la capuchina; me lo han confirmado muchos años de investigaciones acerca del berro de agua alpino que crece junto a los arroyos de montaña de la región de Engadina. El consumo de berro de agua crudo nos hace prácticamente más inmunes ante catarros y enfermedades infecciosas en general.

      Aún más satisfactorias resultaron las experiencias que realicé con una planta no investigada hasta ahora. Se trata de una especie de liquen denominada Usnea. Acostumbraba a comer esta planta con regularidad cuando practicaba esquí, y pude observar que también hacían uso de ella ciervos, corzos y gamuzas; cuando había mucha nieve


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