La invención del sí mismo. Nikolas Rose
en general, no han emergido en el campo de la reflexión sobre el individuo normal, el carácter normal, la personalidad normal o la inteligencia normal, sino que la misma noción de normalidad ha emergido de una preocupación por los tipos de conducta, de pensamiento y de expresión consideradas problemáticas o peligrosas (cf. Rose, 1985a). Este es un punto tanto metodológico como epistemológico: en la genealogía de la subjetivación, el lugar privilegiado no es ocupado por los filósofos que reflexionan sobre la naturaleza de la persona, la voluntad, la consciencia, la moralidad, y temáticas afines, sino por las prácticas cotidianas donde la conducta se ha vuelto problemática para otros o para uno mismo, y en los textos y programas mundanos —en la administración del asilo, en el tratamiento médico de las mujeres, en los regímenes recomendados de crianza, en las nuevas ideas para la administración del lugar de trabajo, en el mejoramiento de la autoestima— que buscan volver estos problemas inteligibles y, al mismo tiempo, administrables.8
Tecnologías
¿Qué medios han sido inventados para gobernar al ser humano, para modelar conductas en las direcciones deseadas, y cómo los programas asociados han buscado encarnar estos medios en ciertas formas técnicas? La noción de tecnología puede parecer antitética en relación con el campo de lo humano, al punto que la afirmación sobre la inadecuada tecnologización de la humanidad es la base de muchas críticas. Sin embargo, la propia experiencia de nosotros mismos en tanto cierto tipo de personas —criaturas de la libertad, de los poderes personales, de la autorrealización— es el resultado de una serie de tecnologías humanas que toman los modos de ser humano como su objeto.9 Aquí, tecnología se refiere a cualquier ensamblaje estructurado por una racionalidad práctica gobernada por un objetivo más o menos consciente. Las tecnologías humanas son ensamblajes híbridos de conocimientos, instrumentos, personas, sistemas de juicio, edificios y espacios, sostenidos en un nivel programático por ciertas suposiciones y objetivos acerca del ser humano. Se puede considerar la escuela, la prisión, el asilo, como ejemplos de tales tecnologías humanas, aquellas que Foucault denominó disciplinarias, y que operan en términos de una estructuración detallada del espacio, el tiempo y las relaciones entre individuos; a través de procedimientos de observación jerárquica y juicios normalizadores; a través del intento de incluir estos juicios en los procedimientos y en los juicios que el propio individuo utiliza para conducir su conducta (Foucault, 1977; cf. Markus, 1993, para una examinación de la forma espacial de tales ensamblajes). Un segundo ejemplo de tecnología móvil y multivalente es la de la relación pastoral, una relación de guía espiritual entre una figura de autoridad y cada miembro de su rebaño, que incorpora técnicas como la confesión, la autorrevelación, la ejemplaridad y el discipulado, introducidos en la persona a través de una variedad de esquemas de autoinspección, autosospecha, autorrevelación, autodesciframiento y autoenriquecimiento. Como la disciplina, esta tecnología pastoral es capaz de articularse en una serie de formas diferentes: en la relación entre el padre y los parroquianos, el terapeuta y el paciente, el trabajador social y el cliente, y en la relación del sujeto “educado” consigo mismo. No debemos ver las relaciones pastorales y disciplinares de subjetivación como opuestos histórica o éticamente; los regímenes establecidos en escuelas, asilos y prisiones encarnan a ambos. Quizás la insistencia en una analítica de las tecnologías humanas es una de las características más distintivas de la aproximación que defiendo. Tal análisis no comienza desde la perspectiva de la tecnologización de la conducta humana como algo maligno. Las tecnologías humanas producen y enmarcan ciertos tipos de seres cuya existencia es simultáneamente posibilitada y gobernada por su organización dentro de un campo tecnológico.
Autoridades
¿A quién se le concede, o quiénes reclaman, la capacidad de hablar con la verdad acerca de los humanos, de su naturaleza y de sus problemas, y qué caracteriza a las verdades de las personas a las que es concedida esta autoridad? ¿A través de qué dispositivos son autorizadas estas autoridades? ¿De las universidades, del dispositivo legal, de las iglesias, de la política? ¿En qué grado la autoridad de las autoridades depende de la afirmación de un conocimiento positivo, de la sabiduría y la virtud, de la experiencia y el juicio práctico, de la capacidad para resolver conflictos? ¿Cómo se gobierna a las mismas autoridades? ¿A través de códigos legales, del mercado, de protocolos burocráticos, de la ética profesional? Y, ¿cuál es entonces la relación entre las autoridades y quienes están sujetos a dicha autoridad: cura y feligrés, doctor y paciente, gerente y empleado, terapeuta y cliente? Este enfoque centrado en la heterogeneidad de la autoridad, en lugar de la singularidad del “poder”, es una característica distintiva de este tipo de genealogías. Ellas buscan diferenciar las diversas personas, cosas, dispositivos, asociaciones, modos de pensar y tipos de juicios que buscan, afirman, adquieren o son concedidas a la autoridad. Ellas trazan las diferentes configuraciones de la autoridad y la subjetividad, y los variados vectores de fuerza y de contrafuerza instalados y posibilitados, para así explorar la variedad de formas en que la autoridad ha sido autorizada, sin reducirla a la intervención encubierta del Estado o de los procesos de emprendimiento moral, sino examinando particularmente las relaciones entre las capacidades de las autoridades y los regímenes de verdad.
Teleologías
¿Qué formas de vida son los objetivos, ideales o ejemplares para estas diferentes prácticas de trabajo sobre las personas? ¿El profesional ejerciendo su vocación sabia y desapasionadamente, los guerreros viriles buscando una vida honorable a través de un riesgo calculado del cuerpo, el padre responsable viviendo una vida prudente y moderada, el trabajador aceptando su suerte con una docilidad fundada en la creencia de la inviolabilidad de la autoridad o de una recompensa en una vida venidera, la buena esposa cumpliendo sus deberes domésticos con eficiencia silenciosa y de manera humilde, el individuo emprendedor luchando por mejoras seculares en su calidad de vida, el amante apasionado diestro en las artes el placer? ¿Qué códigos de saber sostienen tales ideales, y a qué valoración ética están vinculados? En contraposición a aquellos que sugieren que en cualquier cultura sólo llega a ser preeminente un único modelo de persona, es importante enfatizar la heterogeneidad y la especificidad de los ideales o modelos de persona desplegados en diferentes prácticas, así como las formas en que éstas son articuladas en relación a problemas y soluciones específicas concernientes a la conducta humana. Pienso que es sólo desde esta perspectiva que se puede identificar la peculiaridad de aquellos intentos programáticos de instalar un modelo singular del individuo como ideal ético, a través de una serie de lugares y prácticas diferentes. Por ejemplo, las sectas puritanas examinadas por Weber fueron excepcionales en sus intentos de asegurar un modo de comportamiento individual en términos de sobriedad, deber, modestia, sí mismo, etc., aplicados a prácticas tan diversas como el disfrute de los entretenimientos populares y las labores domésticas (cf. Weber, 1976). En nuestros tiempos, la economía, en la forma de un modelo de racionalidad económica y elección racional, y la psicología, en la forma de un modelo de individuo psicológico, han suministrado las bases para intentos similares de unificación de la conducta de vida en torno a un único modelo de subjetividad apropiada. Pero la unificación de la subjetivación debe ser vista como un objetivo de programas particulares o como la presuposición de estilos particulares de pensamiento, no como una característica de las culturas humanas.
Estrategias
¿Cómo se relacionan estos procedimientos para regular las capacidades de las personas a objetivos morales, sociales o políticos más amplios que conciernen a las características deseables e indeseables de las poblaciones, de la fuerza de trabajo, de la familia, de la sociedad? Aquí, son particularmente significativas las divisiones y relaciones establecidas entre las modalidades de gobierno de la conducta a las que se les ha otorgado el estatus de lo político, y aquellas operadas a través de formas de autoridad y dispositivos considerados no-políticos, como el saber técnico de los expertos, el saber judicial de los tribunales, la organización del saber de los gerentes, o el saber “natural” de la familia y de la madre. Es típica de aquellas racionalidades de gobierno que se consideran a sí mismas como “liberales” la simultanea delimitación de la esfera