Las luchas del deseo. Felix Guattari
con nuevas formas de unificación, los flujos y las jerarquías de los poderes estatales tradicionales. Engendra funciones estatales suplementarias que se expresan a través de una red de organizaciones internacionales, una estrategia planetaria de los medios de comunicación de masas, una rigurosa toma de control del mercado, de las tecnologías, etc.”.
En ese escenario, en un Chile todavía completamente sensibilizado por las heridas dictatoriales, no parece extraño que uno de los textos reunidos en Cartografías, precisamente el más extenso y quizá el que más apelaba a un registro estratégico, “Las nuevas alianzas” (coescrito junto a Toni Negri, por ese entonces exiliado en Francia y todavía acusado en Italia de ser el autor ser el autor intelectual del asesinato del primer ministro italiano Aldo Moro a manos de las Brigadas Rojas), haya omitido el subtítulo de su primer capítulo. La borradura sobre “Nous appellons communisme…” (“Llamamos comunismo…”) podría haber sido una toma de resguardo, pero no únicamente frente a los poderes, que todavía mantenían hacia finales de los años 1980 al nombre “comunismo” bajo un veto y una interdicción. También podrían haber buscado separar —puesto que hacían falta nombres en el Chile de fines de los ’80 para indicar eso que con “comunismo” se quería decir en los textos de Guattari— ese significante de sí mismo, y se haya buscado con eso preparar una circulación y recepción de sus ideas, a distancia tanto del régimen militar como del tejido de los Partidos.22
Ya en 1991, Guattari hablaba a sus interlocutores sobre la necesidad, en este escenario de fomentar el disconsenso, como modo de producir y liberar la alteridad, dado que las luchas en curso puestas en el CMI son luchas de subjetividades. Ese disconsenso sería “no sólo aceptar la diferencia del otro, sino que además desearle, trabajar para que esa diferencia se acentúe”.23 Eso sería parte de una política a la vez coherente y deseosa de la diferencia, de la singularización de las posiciones del otro”.24 El deseo de consenso habría sido, a sus ojos, una clara señal de un riesgo totalitario patente. Dado que “la subjetividad capitalista lo homogeneiza todo” se requiere “una revolución molecular [que] implica una heterogénesis de los valores”25 y de un análisis de los procesos de producción de la subjetividad que aspiren a construir “territorios existenciales”. Estos territorios existenciales no serían otra cosa que el objeto de una ecología que, ahora política, tendría que darse las condiciones de inventar su propia ecología social y mental, atenta a las microprácticas de todo tipo. Una ecología que no pasa únicamente por marcar el trazado de las relaciones entre especies y entornos, sino que también requiere la integración de una dimensión virtual e incorporal, de los acontecimientos que difícilmente se dejan captar en entramados relacionales entre individuos constituidos.
Algo similar a lo que podía observar en su conferencia “La producción de subjetividad del capitalismo mundial integrado”, cuando se refería a la visita que realizó a la “Casa de todos”, “centro ecológico de personas de la tercera edad, ubicado en Santiago”: “La gente describía el momento en que, a fuerza de verse, reunirse, tomar juntos iniciativas, se sentían perteneciendo a algo que trascendía su propio yo. Pero este ir más allá del yo, que implica un trabajo de años en una institución psiquiátrica, no es solo una subjetividad que nace entre individuos como fenómeno microsocial de grupo; es algo que compromete todo tipo de dispositivos: dispositivos de intercambio económico, dispositivos de diseño plástico en el espacio, aquello que yo denomino “ritornelos”, pequeños ritmos sociales”.26
Precisamente en ese sentido se dirigían los intereses de Guattari. Si en la misma conferencia podía preguntarse por el sentido que podría tener hoy seguir haciendo política, y constataba con ello las dificultades para discernir las diferencias entre los programas de los distintos sectores políticos y el profundo desinterés por la política partidos, que advertía tanto en su Francia natal como en Chile. “Es como si los poderes políticos tradicionales estuvieran completamente fuera de las mutaciones sociales fundamentales que están ocurriendo y que en definitiva le hubieran delegado al CMI la tarea de administrar las ciudades, la subjetividad, las universidades, etc.”.27 “El partido tradicional sólo se preocupa de las relaciones de poder. Es incapaz de pensar la multiplicidad de los territorios existenciales en el seno de los cuales hay circulación del deseo. Todo el problema consiste en encontrar un estatuto de coexistencia entre las instancias analísticas institucionales que trabajan la textura molecular de la subjetividad sin jamás centralizarla, jerarquizarla, y máquinas de afirmación social vinculadas a las relaciones de fuerzas molares. Me parece que éste es uno de los desafíos mayores de las próximas décadas”.28
Frente a ello, ya no bastaría con confiarse a los políticos, a los posibles intelectuales, o las guías que programen las relaciones entre la política y el socius. El interés de Guattari por Chile, recordémoslo, estribaba en que parecía ser un lugar excepcional para el desarrollo de dispositivos intelectuales colectivos. Como le respondía a Nelly Richard, a propósito de la imagen de un intelectual capaz de conmover los entramados institucionales: “La intelectualidad y la sensibilidad se desarrollan siempre más en el cuerpo social. Están llamados a tener un lugar cada vez más importante. […] Ahora vendrá el tiempo de la intelectualidad experimentadora, creadora, que tiene influencia por su eficacia real. […] Lo alternativo, lo menor, lo disidente se reencuentran constantemente en el interior de los procesos creativos. Los poderes recuperaron mucho el deseo, pero el deseo está en condición de fugarse siempre cuando agenciamientos maquínicos le permitan desplegar sus dimensiones ontológicas propias”.29
Días antes de regresar a Francia, y de volver a La Borde, Guattari le confiaba lo siguiente a Nelly Richard, en la entrevista que ya mencionamos:
Lo poco que conozco de América Latina me hace pensar que existen fuertes capacidades de resistencia a lo que llamo el laminado capitalístico de las subjetividades. Por tradición de lucha, por sobrevivencia étnica, por la enormidad de los problemas ecológicos, demográficos, urbanísticos, etc. Me he interesado, por ejemplo, en seguir la experimentación de una nueva forma de organización en Brasil con el Partido de los Trabajadores. No es algo perfecto, pero marca una voluntad de repensar las relaciones entre la acción política global y los problemas locales; las relaciones entre religión y laicidad entre hombre y mujer, blanco y negro, etc. Demasiado a menudo, los modelos ideológicos y de organización provinieron de Europa. Quizás ahora deba invertirse la dirección. No entiendo la fascinación de muchos intelectuales latinoamericanos por la cultura del ‘Norte’. Me parece que el laboratorio del futuro está en América Latina y que es aquí donde se debe tratar de pensar y experimentar.30
Los lectores y lectoras tendrán que evaluar y juzgar, en cada caso, en qué textos aquí contenidos coexisten o más bien en qué encuentros se pueden producir “territorios existenciales” que desafíen la integralidad del capitalismo y su modo de producir subjetividades. Encuentros que permitan cartografíar otros y diversos modos de existir. En un hoy lleno de estratos, pero también de líneas de fuga, muchas quizá todavía inadvertidas, esta tarea es urgente, a más de medio año de una sublevación sistemática y sin precedentes, en un Chile que pide con insistencia dignidad y justicia.
1 Francisco Zegers, “Nota del Editor”, en Félix Guattari, Cartografías del deseo (Santiago: Francisco Zegers Editor, 1989), 11.
2 Norambuena