Limited Inc. Jacques Derrida

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o la vacuidad del sentido matemático no limita al progreso técnico (la intervención de la escritura es aquí decisiva, como el propio Husserl lo destaca en El origen de la geometría).

      B) Ciertos enunciados pueden tener un sentido mientras están privados de significación objetiva. “El círculo es cuadrado” es una proposición provista de sentido. Tiene suficiente sentido para que pueda juzgarla falsa o contradictoria (widersinnig y no sinnlos, dice Husserl). Sitúo este ejemplo bajo la categoría de ausencia de significado, aunque aquí la tripartición significante/significado/referente no sea pertinente para rendir cuentas del análisis de Husserl. “Círculo cuadrado” marca la ausencia de un referente, ciertamente, también la ausencia de un cierto significado pero no la ausencia de sentido. En estos dos casos, la crisis del sentido (no-presencia en general, ausencia como ausencia del referente –de la percepción– o del sentido –de la intención de significación actual) está siempre ligada a la posibilidad esencial de la escritura; y esta crisis no es un accidente, una anomalía factual y empírica del lenguaje hablado, también es la posibilidad positiva y la estructura “interna”, bajo un cierto afuera.

      C) Hay, por último, lo que Husserl llama Sinnlosigkeit o agramaticalidad. Por ejemplo, “el verde es o” o “abracadabra”. En estos últimos casos, Husserl considera, por su parte, que no hay más lenguaje, al menos no hay más lenguaje “lógico”, no hay más lenguaje de conocimiento, tal como Husserl lo comprende de manera teleológica, no hay más lenguaje acorde a la posibilidad de la intuición de objetos dados en persona y significados en verdad. Estamos aquí ante una dificultad decisiva. Antes de detenerme, señalo, como un punto que toca a nuestro debate sobre la comunicación, que el primer interés del análisis husserliano al cual me refiero Waquí (precisamente extrayéndolo, hasta cierto punto, de su contexto o de su horizonte teleológico y metafísico, operación respecto de la cual debemos preguntar cómo y por qué es siempre posible), es el de pretender y, me parece, el de conseguir, de cierta manera, disociar rigurosamente el análisis del signo o de la expresión (Ausdruck) como signo significante, que quiere decir (bedeutsame Zeichen), de todo fenómeno de comunicación.3

      Retomemos el caso de la Sinnlosigkeit agramatical. Lo que interesa a Husserl en las Investigaciones lógicas, es el sistema de reglas de una gramática universal, no desde un punto de vista lingüístico sino desde un punto de vista lógico y epistemológico. En una importante nota de la segunda edición4, precisa que, a sus ojos, se trata aquí de gramática pura lógica, es decir, de las condiciones universales de posibilidad para una morfología de las significaciones en su relación de conocimiento con un objeto posible, no de una gramática pura en general, considerada desde un punto de vista psicológico o lingüístico. Es, por lo tanto, sólo en un contexto determinado por una voluntad de saber, por una intención epistémica, por una relación consciente con el objeto como objeto de conocimiento en un horizonte de verdad, esto es, en este campo contextual orientado que “el verde es o” es inadmisible. Pero como “el verde es o” o “abracadabra” no constituyen su contexto en sí mismos, nada prohíbe que funcionen en otro contexto a título de marca significante (o de índice, diría Husserl). No sólo en el caso contingente, por la traducción del alemán al francés “el verde es o” [“le vert est ou”] podría cargarse de gramaticalidad, en que o (oder) en la audición deviene donde [] (marca de lugar): “Dónde [] está el verde (del césped: el verde está dónde?”), “¿Dónde [] está el vaso en el cual quería darles a beber?”. Pero incluso “el verde es o” (The green is either) significa aún ejemplo de agramaticalidad. Es sobre esta posibilidad que querría insistir: posibilidad de extracción e injerto citacional que pertenece a la estructura de toda marca, hablada o escrita, y que constituye toda marca en escritura, incluso antes y fuera de todo horizonte de comunicación semio-lingüística; en escritura, es decir, en posibilidad de funcionamiento separado [coupé], en un cierto punto, de su querer-decir “original” y de su pertenencia a un contexto saturable y restrictivo. Todo signo, lingüístico o no lingüístico, hablado o escrito (en el sentido corriente de esta oposición), en una pequeña o gran unidad, puede ser citado, puesto entre comillas; por ende puede romper con todo contexto dado, engendrar al infinito nuevos contextos, de manera absolutamente no saturable. Esto no supone que la marca valga fuera de contexto, sino, al contrario, que no hay más que contextos sin ningún centro de anclaje absoluto. Esta citacionalidad, esta duplicación o duplicidad, esta iterabilidad de la marca no es un accidente o una anomalía, es aquello (normal/anormal) sin lo cual una marca ni siquiera podría ya tener un funcionamiento llamado “normal”. ¿Qué sería una marca que no se pudiera citar? ¿Y cuyo origen no pudiera estar perdido en el camino?

      Los parásitos. Iter, de la escritura: que quizá no existe

      Propongo ahora elaborar un poco más esta cuestión basándome –también, sin embargo, para atravesarla– en la problemática de lo performativo. Ésta nos interesa aquí por varios motivos.

      1) En primer lugar, Austin, por la insistencia que pone al análisis de la perlocución y sobre todo de la ilocución, parece no considerar los actos de habla sino en tanto actos de comunicación. Esto es lo que anota su presentador francés al citar a Austin: “Es comparando la enunciación constatativa (es decir, la ‘afirmación’ clásica, concebida la mayor parte del tiempo como una ‘descripción’ verdadera o falsa de los hechos) con la enunciación performativa (del inglés: permormative)* (es decir, aquella que nos permite hacer alguna cosa a través de la palabra misma), que Austin se ha conducido a considerar todo enunciado digno de este nombre (es decir, destinado a comunicar - lo que excluiría, por ejemplo, el juramento reflejo) como siendo principalmente y ante todo un acto de habla producido en la situación total donde se encuentran los interlocutores (How to do Things with Words, p. 147)” (G. Lane, Introducción a la traducción francesa, a la que me referiré ahora, Seuil, 1970, p. 19).

      2) Esta categoría de comunicación es relativamente original. Las nociones austinianas de ilocución y de perlocución no designan el transporte o el paso [passage] de un contenido de sentido, sino, de alguna manera, la comunicación de un movimiento original (por definir en una teoría general de la acción), una operación y la producción de un efecto. Comunicar, en el caso del performativo, si algo como eso existe con todo rigor y con toda pureza (me pongo por el momento en esta hipótesis y en esta etapa del análisis), sería comunicar una fuerza por el impulso de una marca.

      3) A diferencia de la afirmación clásica, del enunciado constatativo, el performativo no tiene su referente (pero aquí esta palabra, sin duda, no conviene, y es el interés del descubrimiento) fuera de él o en todo caso ante él y de cara a él. No describe alguna cosa que existe fuera del lenguaje y ante él. Produce o transforma una situación, opera; y si se puede decir que un enunciado constatativo efectúa también alguna cosa y siempre transforma una situación, no se puede decir que esto constituya su estructura interna, su función o su destinación manifiestas, como en el caso del performativo.

      4) Austin tuvo que sustraer el análisis del performativo a la autoridad del valor de verdad, a la oposición verdadero/falso,5 al menos bajo su forma clásica, y a veces substituirlo por el valor de fuerza, de diferencia de fuerza (illocutionary o perlocutionary force). (Esto es lo que, en este pensamiento que es nada menos que nietzscheano, me parece hace señas hacia Nietzsche; éste, a menudo, ha reconocido una cierta afinidad con una vena del pensamiento inglés).

      Por estas cuatro razones, al menos, podría parecer que Austin ha hecho eclosionar el concepto de comunicación como concepto puramente semiótico, lingüístico o simbólico. El performativo es una “comunicación” que no se limita esencialmente a transportar un contenido semántico ya constituido y vigilado por un visado de verdad (de develamiento de lo que está en su ser, o de adecuación entre un enunciado judicativo y la cosa misma).

      Y no obstante –esto es al menos lo que ahora querría intentar de indicar–, todas las dificultades encontradas por Austin en su análisis paciente, abierto, aporético, en constante transformación, a menudo más fecundo en el reconocimiento


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