100 Clásicos de la Literatura. Луиза Мэй Олкотт

100 Clásicos de la Literatura - Луиза Мэй Олкотт


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inspirándole valor, nobleza y lealtad y ayudándole a llevar a cabo grandes hazañas en el campo de batalla. Por ella aprende a hacer sacrificios en favor de los amados y triunfo, de sí mismo mediante el resplandor de aquel cabello de oro, que de día y de noche brilla ante él. Hasta que después de muerto, el caballero encuentra al adorable espíritu para recibirle y recompensarle.

      De todos los cuentos del libro, éste era el menos apropiado para Dan. Incluso Jo quedó sorprendida de que lo hubiera preferido e incluso hubiese captado el sutil significado.

      Sin embargo, ya Dan había demostrado en otras ocasiones una rara virtud para apreciar la belleza en lugares inéditos para otros. En el perfil de las montañas, en las nubes, en el color de las flores o el galope de un caballo. Lo que pasaba es que no acertaba a describir lo que su alma sensible percibía. Era como una gran roca por cuyo interior corriera una veta de oro oculta a todos.

      Ahora que el sufrimiento de alma y cuerpo domó sus fuertes pasiones, había taladrado también la firmeza de su carácter, aquella roca de que estaba constituido, y quedaba a la vista algo muy distinto de él. Algo interior, sensible y muy valioso.

      Aquella paz, aquella belleza espiritual y física que él buscaba, aquella cultura y sensibilidad estaban representadas para Dan por la tierna Bess. Esto estaba ahora muy claro para Jo.

      Y con toda la vehemencia de que era capaz se sentía atraído hacia la chiquilla, pero estaba obligado a contener sus impulsos, porque en su pasado había algo que ocultar.

      Jo sintió oprimírsele el corazón. Aquello era irrealizable. La luz y las tinieblas no estaban más separados entre sí que lo estaban Bess con su inmaculada blancura y Dan, manchado de grave pecado.

      La tranquila actitud de Bess demostraba que no tenía ni la más remota idea de todo aquello. Pero ¿podrían contenerse durante mucho tiempo los expresivos ojos de Dan?

      Y cuando se denunciasen, que tarde o temprano ocurriría, ¡qué tragedia para él! ¡Qué violencia para ella!

      ―¿Qué es lo que puedo hacer? ¿Tendré suficiente valor para hacerlo? ―se decía Jo―. Este muchacho necesita ayuda y, sin embargo, debe intervenirse a tiempo para matarle una ilusión, tal vez la única que tiene, porque es irrealizable.

      Bess acabó de leer el cuento. Dan le preguntó:

      ―¿Te ha gustado también?

      ―Mucho. Tiene un bello significado. Sin embargo, siempre me gustó más Undine.

      ―Es muy natural. Parece escrito expresamente para ti. Lirios, perlas, almas y agua pura. A mí me gustaba Sintram. Pero una temporada que estuve…, que estuve un poco triste me aficioné a éste. Me hizo mucho bien. Había como un mensaje que era un aliento espiritual.

      Dan hablaba a la muchacha con dulzura, pero se revolvía inquieto en los almohadones. Pensando Bess que deseaba otra clase de distracción cogió el periódico.

      ―Las noticias de Bolsa no te interesan. Las pasaremos, pues. Las informaciones musicales te dejan frío. Aquí hay algo que antes solía apasionarte.

      ―¿De qué se trata?

      ―De un suceso. ¿Lo leo?

      ―Tú misma, si te parece.

      ―Dice: «Un hombre mata a otro…»

      ―¡No! ¡No! No lo leas, por favor…

      Aquel ruego salió de lo más hondo del atormentado muchacho y sorprendió a la «Princesita». Jo se impresionó por el dolor que representaba para Dan, que se tapó la cara con un brazo como huyendo de la luz.

      Bess se acercó a su tía.

      ―Me parece que debe querer dormir.

      ―Sí, déjale. Ya le cuidaré yo ahora.

      Cuando la señora Bhaer se decidió a acercarse a Dan, éste dormía realmente. Como si el sueño quisiera liberarle de malos recuerdos.

      Más compadecida de él que nunca, Jo se sentó a su lado, en una sillita baja. Deseaba pensar la forma de resolver aquel conflicto, y deseando estuviera en su mano conseguirlo.

      El sueño de Dan era inquieto. Tenía, no obstante, una mano cerrada sobre su pecho con un ademán firme y resuelto.

      En uno de los bruscos movimientos, causados por alguna pesadilla, la mano que tenía sobre el pecho se escurrió hasta llegar al suelo. Luego abrió la mano. Jo vio con sorpresa que de aquellos crispados dedos se desprendía un pequeño estuche de confección india. Quedó asombrada.

      ―Debe ser un amuleto indio ―se dijo, recogiéndolo y examinándolo con curiosidad―. Tiene el cordón roto. Se lo repararé y se lo pondré mientras sigue durmiendo.

      Pero al moverlo, del estuchito cayó una fotografía, recortada para que ajustase.

      Jo la recogió con presteza.

      Era un retrato de Bess. Debajo de su bello rostro había dos palabras escritas: Mi Aslaugha.

      Ya no cabía duda alguna. Lo que podían haber sido suposiciones suyas, ahora quedaba confirmado por desgracia.

      Con un suspiro, Jo se dispuso a restituir aquella fotografía a su estuche, devolvérselo a Dan y fingir que ignoraba su secreto. Cuando se lo iba a poner vio con sobresalto que él la estaba observando.

      ―¡Oh, creí que dormías!…

      ―¿Vio usted el retrato?

      ―Lo vi, Dan.

      ―Así, ya sabe usted lo loco que soy.

      ―Dan, siento en el alma que…

      ―¡Bah!, no se preocupe por mí. No pensaba confiárselo nunca, pero me alegra que lo sepa. Comprendo perfectamente que se trata de un sueño absurdo. Ese ángel no podría ser nunca para mí más que una ilusión de todo lo dulce, bueno y bello que hay en la vida.

      A Jo le apesadumbró aquella resignación sin esperanza.

      ―Por duro que sea, hijo mío, esa es la única manera de ver el problema. Tú eres fuerte y razonable. Así comprenderás que el secreto debe quedar entre los dos, y tendrás la suficiente fuerza para conseguirlo.

      ―No se preocupe, mamá Bhaer. Ni una palabra ni una mirada mía me delatarán. Nadie podrá imaginar nunca lo que yo siento. Y si mi sentir queda oculto, ¿hay algún mal en que conserve esta ilusión?

      ―Debes esforzarte en combatirla ahora. Esta ilusión irrealizable te atormentará si la alimentas.

      Dan denegó con la cabeza, con firmeza pero tristemente.

      ―No me atormentará más de lo que me atormenta el remordimiento. Antes al contrario, al pensar en ese ángel de bondad que es Bess hallaré la fuerza necesaria para vivir y para ser bueno, pese a todo lo que la vida quiera reservarme.

      Dan quedó un momento pensativo, luego, ~como si hubiera estado recordando días difíciles, habló nuevamente, con voz enronquecida por la emoción.

      ―En el penal, cuando la desesperación me aconsejaba barbaridades, cuando sólo proyectaba huir para correr una vida de aventuras, el recuerdo de Bess fue la barrera que me contuvo.

      Jo le animó a que hablara con el fin de que encontrase alivio en relatar aquello que durante tanto tiempo le había quemado en su interior.

      ―Cuéntamelo todo, Dan.

      ―Usted sabe que nunca fui aficionado a los libros. Sin embargo, por consejo del sacerdote, procuré leer para distraer y alejar los malos pensamientos.

      Hizo una pausa, y siguió.

      ―Tenía la Biblia, que poco a poco fui comprendiendo. Pero tenía también este otro libro de cuentos y leyendas, que me entretuvo mucho. Al principio la narración preferida era Sintram, después, poco a poco, fue este de Aslaugha que me hacía recordar la feliz época del verano último que pasé con ustedes.

      Conmovía


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