Soy mujer. Patricia Bennett

Soy mujer - Patricia Bennett


Скачать книгу
merece la pena —afirmó sonriendo.

      Por una parte, me encantaba lo que había hecho, pero por otra me sentía fatal por tener que dejarla sola en casa después de lo que había pasado con Alex.

      —No te preocupes por mi, necesito distraerme.

      Bajé en el ascensor mirándome al espejo y pensando en si de verdad merecía la pena ese chico. No sabía qué hacer. Por un momento pensé en volver a subir a casa y dejar el plan de lado, pero por otro me apetecía verle.

      Cuando me encontré con Paul apareció una sonrisa instantánea en mi rostro. Acostumbrada a verle en plan informal en la empresa, me sorprendió encontrarle con camisa, vaqueros, botas y una cazadora de cuero marrón que le sentaba estupenda.

      —Buenas noches preciosa.

      —Buenas noches Paul, estás muy elegante.

      —Ya me explicarás qué ha pasado, ¿no te atrevías a llamarme tú? —preguntó.

      —Son cosas de Lola, es genial.

      —¿Dónde quieres que vayamos?

      —Donde quieras, pero hoy hay que celebrar lo que tenemos pendiente —dije mostrándole la botella y asombrada de mí misma.

      —Si quieres vamos a mi casa a tomar ese champán, creo que es ilegal beberlo en la calle —afirmó sonriendo

      —Me parece bien, no queremos que nos detengan esta noche.

      Paul vivía a unas cuantas manzanas de mi casa, en un edificio bastante alto de la zona. Cuando me abrió la puerta de su piso, pude comprobar que no era el típico piso de soltero; Paul era bastante bueno en cuanto a decoración y tenía sus cosas muy bien organizadas.

      Me invitó a entrar educadamente, cogió mi chaqueta y la colgó en un perchero de la entrada. Pasó por delante de mi hacia el salón y encendió el equipo de música.

      —¿Te apetece que pida la cena? —preguntó-

      La verdad que con los nervios del momento no me había percatado del hambre que tenía, así que respondí asintiendo. Paul llamó a un restaurante y pidió varios platos para picar. En un rato lo traerían.

      —¿Me enseñas tu piso? —le pregunté para romper el hielo.

      —Por supuesto, no es demasiado grande, pero tiene su encanto.

      Paul me enseñó el piso describiéndome cada una de las estancias, como si fuera un agente inmobiliario y yo una posible compradora, pero toda esa verborrea se evaporó de golpe cuando llegamos a su dormitorio.

      7

      Se hizo un silencio sepulcral de lo más incómodo, y durante ese instante pude fijarme en su espacio personal, donde había una cama con apariencia confortable de matrimonio, que cubría la típica funda nórdica colorida de cuadros de Ikea. Además descubrí que las paredes estaban recubiertas de fotografías que rodeaban un mapamundi, por lo que supuse que le gustaba viajar a todas partes del planeta.

      No había ni ropa tirada por el suelo, ni aspecto de suciedad por ningún rincón; estaba claro que era un chico ordenado y responsable.

      —Me gustas, Sam —así se rompió ese silencio que duró un segundo, pero que dio la sensación de haber durado mucho más.

      —¿Cómo?

      —Eso, que me gustas desde el primer día que llegaste tambaleándote a la empresa sobre tus tacones. Me pareciste muy interesante y ahora creo que estoy empezando a sentir algo más fuerte por ti.

      —Lo siento Paul, ya sabes que ahora mismo no...

      —Lo sé, lo sé. No lo repitas más veces por favor, Sam, pero creo que si no estuvieras sintiendo algo parecido no habrías venido hoy hasta aquí.

      —Que haya venido hoy no quiere decir que quiera acostarme contigo Paul, estás muy equivocado.

      Me di la vuelta, cogí mi cazadora del perchero y me fui bastante mosqueada por la conversación. Notaba que la cabeza me daba vueltas y se me hizo un nudo en el estómago que no me dejaba respirar, pero al cerrar la puerta detrás de mí, al instante noté una sensación de arrepentimiento que me ardía por dentro.

      Al día siguiente llegué a la puerta de la empresa pensando en hablar con Paul, porque creía que ninguno de los dos habíamos estado demasiado acertados la noche anterior, y también para disculparme por haberle dejado colgado con la cena.

      Cuando entré al edificio noté cómo la gran mayoría de la gente clavaba sus ojos en mi. ¿Tan cabreado estaba como para ponerme a parir con toda la plantilla? No me lo podía creer, así que corrí a buscarle a su puesto.

      De camino me encontré con Jack, que me dio la enhorabuena efusivamente.

      —Buenos días Sam, tengo grandes noticias. Tu diseño será el que decore el logotipo de la marca en el día internacional de la mujer —me felicitó con un apretón de manos— ya se lo he comentado a Alex y al resto del equipo ayer, pero a ti te lo quería decir en persona.

      —Muchas gracias Jack de verdad, no te imaginas la ilusión que me hace.

      En el momento que me despedí de Jack noté que varias personas susurraban a mi alrededor, y no sé por qué, pero me daba la sensación de que estaban hablando de mí.

      No le di demasiada importancia a lo ocurrido y fui a buscar a Paul a su mesa, pero no estaba. Me quedé esperando un rato y cuando llegó no me dejó siquiera articular palabra.

      —Ven conmigo —me ordenó cogiéndome del brazo y llevándome al rincón de la máquina de café— tengo que contarte algo que no va a gustarte nada.

      —¿Qué pasa Paul? Yo quería hablar contigo por lo de ayer…

      —Eso no importa, tienes que saber que Alex está difundiendo por todas partes rumores bastante desagradables sobre ti.

      —¿Qué dices? ¿Qué tipo de rumores?

      —Por el momento, solo me he enterado de que ha estado difundiendo que has conseguido que tu diseño sea el elegido ya sabes… Haciéndole algún que otro favor a Jack

      —No me lo puedo creer, ¿cómo ha sido capaz de hacerme eso?

      —No lo sé, supongo que le ha herido demasiado el orgullo que le haya ganado una mujer.

      No quise contarle nada de lo que ocurrió el día anterior con Alex y su novia en el restaurante, y lo que nos dijo más tarde, así que simplemente asentí.

      Fui a buscar rápidamente a Lola para contarle lo que estaba pasando, y cuando se enteró se puso hecha una furia.

      —¿Pero qué se ha creído ese imbécil? Encima de engañar a su novia, ahora intenta hacernos la vida imposible, yo alucino.

      Decidí ir a hablar con Jack acerca del tema, antes de que se enterara por otras fuentes, para pedirle que hiciera algo al respecto; no podía trabajar a gusto con ese ambiente. Más tarde ya me ocuparía de decirle cuatro cosas a Alex.

      Jack estaba sentado en su mesa hablando por teléfono cuando llegué a su despacho, y me hizo un gesto con la mano para que pasase y me sentara.

      —Al director de marketing le ha entusiasmado tu idea, y piensa que a los consumidores les encantará—dijo sonriendo— por cierto, quiero que sepas que tengo ojos y oídos por todo el edificio, y no tienes que preocuparte por nada; ya me he encargado del tema.

      Me quedé estupefacta sin saber qué responder, ¿iban a despedir a Alex? No quería imaginarme cuáles serían las consecuencias del lío que había formado, pero la verdad es que Jack me había quitado un enorme peso de encima.

      Asentí sonriendo y él prosiguió.

      —No es la primera vez que me encuentro con algún rumor de este tipo en el trabajo, algunas personas son capaces de hacer cualquier cosa por trepar sin importarles las consecuencias de sus actos. Tú tranquila, tienes mucho futuro aquí.


Скачать книгу