Soy mujer. Patricia Bennett

Soy mujer - Patricia Bennett


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baja para respirar profundamente.

      —¡Es ella! ¡Ella es la buscona que se acuesta con su jefe para conseguir proyectos!

      De repente mi boca se abrió y mis ojos no podían creer lo que estaban viendo, era Alex señalándome con el dedo y gritando cosas horribles sobre mi, mientras Paul le acompañaba a la puerta de salida a empujones.

      Fui corriendo hacia las escaleras para bajar y evitar que por defenderme, Paul pusiera en riesgo su empleo; pero mientras llegaba a la puerta vi a Lola corriendo hacia Alex y sin miramientos le asestó un puñetazo en toda la nariz por la que empezó a sangrar bastante.

      —Tenía muchas ganas de hacerlo desde hace días —dijo ella muy enfadada— a mi amiga no se le hacen estas cosas.

      8

      Lola se agarró la mano con fuerza, por lo que pude suponer que ese puñetazo le había causado alguna lesión en los nudillos. Mientras Paul, que seguía riéndose por la situación, se acercó a nosotras.

      —Vamos chicas, os acerco al hospital para que le vean esa mano a Lola, no tiene buena pinta.

      Me volví para avisar a Jack de lo sucedido, y le vi apoyado en la barandilla. Asintió con una sonrisa para que me fuera con mi amiga; la verdad que había tenido mucha suerte con mi jefe.

      Paul nos llevó en su coche a las urgencias del hospital, y cuando llegamos nos atendieron rápidamente debido al mal aspecto de la mano de Lola. Mientras le atendían, Paul y yo nos quedamos sentados en la sala de espera.

      —Muchas gracias por todo Paul, te has portado fenomenal.

      —No hay de qué —respondió pensativo.

      —Lo siento por lo que pasó ayer, supongo que no sabía cómo enfrentarme a la situación y no tuve demasiado tacto contigo

      —No, la verdad que no demasiado, pero yo tampoco fui muy delicado que digamos.

      En ese momento Lola salió de la consulta y se la llevaron a la sala de curas, el médico nos dijo que le iban a inmovilizar la mano y debería reposar durante unos días.

      Paul y yo nos miramos y los dos soltamos una pequeña carcajada que obviamente al médico le sorprendió bastante.

      —¿Me acompañas fuera mientras curan a Lola? —me propuso Paul.

      —Sí, claro —nunca me había gustado demasiado el olor a hospital, y me apetecía respirar un poco de aire fresco.

      Paul sacó dos refrescos de la máquina expendedora que había a la salida y me ofreció uno.

      —Parece que tu amiga tiene un buen gancho —comentó divertido.

      —La verdad es que no conocía esa faceta suya. Sabía que era una mujer fuerte, pero no hasta esos extremos.

      —No me gustaría hacerle enfadar nunca.

      —¿Sabes qué ha pasado con Alex?

      —Le han despedido.

      —Me lo podía imaginar, pero Jack no ha querido decirme nada concreto esta mañana.

      —Creo que la decisión es irrevocable, supongo que por el momento volverá a Nueva York.

      Me quedé pensativa mientras le daba un trago a mi refresco, no sabía cómo Alex podía haber llegado a ese punto, sabiendo que podía peligrar su futuro en la empresa. Decidí cambiar de conversación.

      —¿Todavía tenemos esa botella de champán? —Paul no se esperaba mi pregunta.

      —Pues…sí, la metí en la nevera cuando te fuiste.

      —Me alegro.

      —¿Ah sí? Yo me alegro de que te alegres. Cuando quieras ya sabes dónde está.

      —Lo tendré en cuenta —Afirmé sonriendo.

      Al fin Lola salió de urgencias con la mano escayolada casi hasta el codo. Nos dijo que tenía un par de huesos fisurados pero que no era nada grave.

      Paul nos acercó a casa y ya era tarde, así que le propuse cenar con nosotras.

      —Me encantaría —dijo sin pensárselo dos veces.

      Cuando subimos, ayudé a Lola a cambiarse de ropa y ponerse cómoda, mientras Paul echaba un vistazo dentro de los armarios para preparar algo rápido.

      —Chicos lo siento, pero los calmantes me están haciendo efecto. Creo que me voy directa a la cama —dijo Lola.

      —Vale, no te preocupes. Si necesitas algo estamos a tu entera disposición —le respondí mientras cerraba la puerta de su dormitorio

      —¿Qué le apetece degustar esta noche a la señorita? —me preguntó Paul.

      —Podemos preparar unos sándwiches, si le parece bien al caballero —continué su broma

      —Una gran elección.

      Paul y yo pusimos algo de música bajita para no molestar a Lola, aunque seguramente estaría dormida profundamente por los medicamentos, y comenzamos a preparar unos sándwiches vegetales con patatas fritas. Con los dos allí dentro la cocina se hacía cada vez más pequeña.

      —Pensaba que ibas a ser tú el que pegara a Alex esta mañana.

      —¿Yo? Pero qué te has creído, ¿que voy pegando a la gente así como así? En realidad nunca he pegado a nadie, aunque Alex se lo merecía.

      —La verdad es que sí, me preocupaba que pudieses meterte en problemas.

      —Así que estabas preocupada por mi —dijo con tono descarado mientras se acercaba peligrosamente a mi espalda.

      —Pues sí, que no quiera acostarme contigo no quiere decir que no me preocupes —solté una carcajada para quitarle hierro al comentario.

      —Ah, está bien saberlo —Respondió algo tenso alejándose despacio.

      Cenamos mientras veíamos un programa absurdo en el que varias mujeres se disputaban a un solo hombre, mientras él tenía citas con todas, y conseguía que el ambiente entre ellas se caldeara al máximo. No soportaba ese tipo de formatos, pero por los datos de audiencia parecía que vendían.

      —No me creo que esas chicas soporten que se rían de ellas de esa manera —afirmé indignada.

      —Yo creo que interpretan un papel, cuando te gusta una persona de verdad no creo que aguantes que esté besando a otras. Si yo fuera él y tú estuvieras entre ellas, lo tendría muy claro —me espetó.

      —No creo que nunca llegara a presentarme a ese tipo de programas ni muerta, denigran demasiado a las mujeres —dije obviando el comentario descarado de Paul.

      —No sabes interpretar un buen piropo ¿lo sabías?

      —¿Te apetece una copa de vino? —le pregunté como si no hubiese escuchado su pregunta.

      —Claro —respondió.

      Tras unas cuantas copas durante las que fui capeando como pude los cumplidos de Paul, al final me rendí.

      —Bueno, ¿entonces cuándo quieres venir a celebrar lo que tenemos pendiente? —preguntó Paul descarado

      —Cuando me vuelvas a invitar.

      —¿El viernes te parece buen día? —preguntó ilusionado.

      —Me parece estupendo.

      El resto de la semana me centré en mi trabajo evitando pensar demasiado en lo que iba a hacer cuando tuviera esa cita con Paul. Los rumores durante aquellos días se centraban en Alex y su nariz rota, y todo el mundo me preguntó por Lola, que obviamente se quedó en casa unos días para descansar esa mano.

      Por fin llegó el viernes y, cinco minutos antes de salir, yo estaba concentrada en la pantalla de mi ordenador cuando me taparon los ojos desde atrás.

      9

      Cuando


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