Rukeli. Jud Nirenberg

Rukeli - Jud Nirenberg


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era intolerable. Devoto nazi y presidente de la Asociación Nacional de Boxeo, Georg Radamm corrió al ring y susurró algo al árbitro, pero este no podía hallar motivo alguno que justificara detener la pelea o influir en el resultado.

       Solo los boxeadores podían decidir el ganador.

      La campana sonó al final del decimosegundo y último asalto. El público esperaba. «Combate nulo», anunció el árbitro. El título permanecía vacante. Durante lo que pareció una eternidad no se produjo ningún sonido o movimiento.

      Y entonces el público despertó, se volvió loco, gritando y saltando en sus asientos. El mánager de Trollmann se contagió de aquella atmósfera. Maldecía. Corría alrededor del ring profiriendo amenazas. Cogió las tarjetas de puntuación de los jueces y se las mostró a cualquiera que quisiera mirarlas.

       Trollmann había ganado con claridad según las puntuaciones de todos los jueces. En las gradas, estallaron más peleas.

      Radamm y los promotores se plantaron ante el público y llamaron al orden. Echarían un vistazo a las puntuaciones. Examinaron con ostentación las tarjetas. Sí, había habido un error.

      Trollmann fue declarado ganador y el nuevo campeón semipesado. Un hombre cuya raza de piel oscura la política gubernamental había declarado sucia y un peligro para la sociedad aria había alcanzado el olimpo atlético de Alemania en un deporte que Hitler y el nazismo habían considerado la mejor demostración del coraje y el espíritu guerrero. El público lo ovacionó.

      El lunes, los líderes de la Asociación de Boxeo se reunieron y anularon con prontitud el resultado. La pelea se registraría como nula como consecuencia del «esfuerzo insuficiente de ambos luchadores». Alegaron también que Trollmann no merecía el título porque su comportamiento no había sido deportivo y había llorado (tras el anuncio del combate nulo).

      Cuando Trollmann volvió a pelear un mes después, había descendido a una categoría inferior de peso para combatir contra el púgil de Dortmund Gustav «Eisener» (Hierro) Eder.

      Eder era más bajo y ligero, incluso después de la rápida pérdida de peso de Trollmann. ¿Importaba en qué categoría por peso estuviera, o cómo peleara? ¿No había quedado demostrado que el hombre blanco, el hombre alemán siempre ganaría? Tenía que hacerlo.

      Con el público pidiendo a voces que el espectáculo comenzara, Trollmann recorrió el pasillo hasta el ring. Estaba irreconocible. Su pelo estaba teñido de un rubio casi blanco. Brillante y húmedo, estaba cubierto desde la cabeza a las pantorrillas de una especie de polvo blanco. ¿Era esto lo que querían? ¿Tendría que cambiar de color para ser un auténtico alemán?

      Hizo algo más que cambiar su aspecto aquella noche. Ya no se trataba de ganar. Peleó como los comentaristas habían dicho que debía hacerlo un ario. Desde el primer asalto, mantuvo los pies fijos en la lona. Retaba a Eder a que se acercara hasta estar frente a frente, sin retroceder. Desafiaba al público y a la prensa de boxeo a enfrentarse a su obsesión racial.

      Trollmann continuó peleando. Mientras el régimen fascista reunía a roma y sinti para su deportación a los campos de concentración, él peleaba por su país —luchaba por el nazismo— en los frentes de Francia y la Unión Soviética. Mientras él luchaba por Alemania, muchos otros roma y sinti luchaban contra ella, en los ejércitos de sus países y en grupos de resistencia clandestinos. En la Rumanía fascista, donde las autoridades simultáneamente deportaban a roma para que murieran en las nieves de Transnistria y los llamaban a filas, roma de uniforme obligaban al régimen a dar marcha atrás en su limpieza étnica.

      Lo que sigue es la historia de cómo Trollmann y muchos otros roma y sinti lucharon, resistieron, murieron y sobrevivieron al Holocausto, de cómo la sociedad y los gobiernos convirtieron a atletas individuales, seres humanos complejos, en símbolos simplistas de sus políticas raciales y de cómo la lucha por la memoria de los roma y los sinti en los años de la guerra aún continúa.

      1 Los cutmen son los especialistas en detener hemorragias, que acompañan al equipo técnico en la esquina del boxeador o la boxeadora (N. del T.).

      2 El homburg es un tipo de sombrero de fieltro de estilo tirolés (N. del T.).

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      Roma, sinti, gitanos y el Holocausto: qué cabe en una palabra

      Sus sinagogas deben ser reducidas a cenizas, por el honor de Dios y la Cristiandad.

       Los cristianos deben destruir las casas de los judíos, y conducirlos a todos bajo un único techo, o a un establo como a los gitanos.

      Martín Lutero, Sobre los judíos y sus mentiras (1543)

      La palabra roma se refiere a los miembros de un grupo étnico específico. Es la minoría étnica más grande de Europa en la actualidad y según muchos baremos la más excluida socioeconómicamente. Los sinti son un grupo estrechamente relacionado pero distinto étnicamente. Ambos son denominados gitanos por quienes no pertenecen a ellos.

      Genocidio es la eliminación sistemática de un grupo étnico, racial, nacional o religioso y no cabe duda de que esto es lo que los nazis y sus colaboradores intentaron hacer con los roma y los sinti.

      Holocausto se define a menudo como el genocidio alemán de aproximadamente seis millones de judíos. En este libro, la palabra Holocausto se utiliza con frecuencia para describir el genocidio nazi tanto de judíos como de gitanos, aunque muchos estudiosos se oponen al uso de la palabra para referirse a las víctimas gentiles. En la actualidad algunos activistas romaníes y estudiosos promueven el uso de un término distintivo para el genocidio romaní, porrajmos. Esta palabra, sin embargo, tiene sus propias y desafortunadas connotaciones, ya que proviene del verbo que significa «abrir por la fuerza» o «violar». Otros romaníes prefieren samudaripe, que literalmente significa el «asesinato de todos». Para la gente romaní y sinti común, no hay término más reconocido o entendido que el de Holocausto.

      3 Roma y sinti se usan en el presente libro como nombres colectivos y por lo tanto en minúsculas y singular. En el caso del grupo sinti, hay formas masculina y femenina en singular: sinto para masculino y sintisa para el femenino. En algunos lugares del libro, el autor se refiere a los roma también como romaníes. En cada caso se utiliza la denominación elegida por el autor (N. del T.).

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      La perdurable relevancia de Trollmann

      En cierto modo, Johann «Rukeli» Trollmann es el Holocausto romaní y sinti. La nieta de su hermano, Diana, dice: «En Alemania, para los sinti, Rukeli es nuestra Ana Frank». Como las muertes sinti en el Holocausto, él es un símbolo permanente del pasado y una advertencia de lo posible entre su propia gente, pese a lo cual aún es enormemente desconocido para la mayoría del mundo.


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