La leyenda negra en los personajes de la historia de España. Javier Leralta
servir de ambientación para conocer mejor a los personajes a través de sus mundos, de aquellos lugares que frecuentaron, objetos que manejaron, villas donde residieron e hicieron justicia, dependencias que utilizaron, tierras donde lucharon y murieron y sepulturas que les cobijaron. En algunas rutas se ofrece la posibilidad de mirar a los protagonistas a los ojos, cara a cara, a través de los retratos y pinturas historicistas que nos han dejado los artistas; obras que también le ayudarán a conocer mejor al personaje e incluso a entender su leyenda negra en el lugar de los hechos.
Cada lugar de referencia viene acompañado de varias direcciones web para preparar la ruta con acierto y buena información. Pistas para seguir profundizando en el apasionante mundo de la historia. Me gustaría indicar que en la mayoría de los casos las rutas y recorridos propuestos son solamente un resumen orientativo de los lugares que conservan algún recuerdo de los protagonistas del libro, a partir de los cuales cada lector puede añadir a su gusto otros escenarios a medida que vaya recopilando más información. Aunque el libro tiene una estructura cronológica –del siglo XI al XVII– por razones de orden temporal, la obra se puede abrir por cualquier capítulo y leerse a la carta, a capricho, a trozos, a gusto de lector.
Quiero terminar este preámbulo con una sugerencia para completar la ambientación de la vida de cada personaje. En todas las cortes citadas la música formaba parte del arte de vivir de los nobles y, afortunadamente, tenemos muy buenos testimonios sonoros gracias al espléndido trabajo de grandes especialistas en música antigua y popular como Jordi Savall (www.jordisavall.es), Luis Delgado (www.luisdelgado.net), Joaquín Díaz (www.funjdiaz.net) y Eduardo Paniagua (www.pneumapaniagua.es) entre otros artistas. En la discografía de todos ellos podemos encontrar una maravillosa ambientación musical para acompañar la lectura de cada capítulo.
De todos los maestros citados he elegido al madrileño Eduardo Paniagua para completar el ciclo emocional del libro. Se trata de uno de los grandes especialistas en música medieval, arábigo-andaluza y de las tres culturas, laureado con múltiples premios gracias a su trabajo de investigación y hermanamiento a través de la música. Recomiendo leer cualquier capítulo acompañado de la excelente música recopilada en su vasta discografía que abarca desde la España del Cid hasta la Conquista de Granada en lo que se refiere al ámbito del libro. Para la España de Juana la Loca, Felipe II y Carlos II existen muy buenas obras de música renacentista (ver música borgoñona y de la Capilla Real) y barroca que pueden utilizarse para acompañar la lectura de los últimos capítulos como las de Juan de la Encina, Cristóbal de Morales y sobre todo el ciego Antonio de Cabezón, músico favorito de Felipe II al que acompañó toda su vida.
Termino con dos apuntes que conviene anotar: las páginas web de Radio Clásica (www.rtve.es) y www.musicaantigua.com pueden ayudar para completar el apartado de documentación, y el programa musical Spotify puede ser una buena herramienta informática para tener la oportunidad de escuchar todas las propuestas musicales sugeridas.
Sugerencias musicales
El capítulo primero se puede abrir escuchando de fondo los Romances del Cid de Joaquín Díaz, completados con la recopilación España del Cid. Para la lectura del capítulo de Ramiro II se pueden elegir varios álbumes como Tres Culturas y Octoechos Latino. El capítulo de Alfonso X es el más complejo por el minucioso trabajo realizado con las Cantigas, desmenuzadas por territorios. De todas ellas propongo escuchar las de Toledo, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Madrid, Jerez, Santa María del Puerto más una obra de tiempos de su abuelo Alfonso VIII, Trovadores en Castilla. De todas formas, cualquier elección siempre será un acierto. Para el capítulo de Fernando IV el Emplazado puede ayudar la audición del disco Al Ála Al Andalusiyya por la fuerte vinculación que tuvo el monarca castellano con el viejo Al Andalus.
La misma vinculación con el sur peninsular tuvo Pedro el Cruel y por ello se sugieren los trabajos La felicidad cumplida, Alcázar de Sevilla y Poemas de la Alhambra. Este último álbum también es recomendable para seguir las vidas de Juan II y sobre todo la de Enrique IV, fanático de la cultura nazarí. Los temas de La conquista de Granada, El oficio de la toma de Granada, Zambra de moriscos y Tesoros de Al Andalus completan las recomendaciones de los capítulos sexto, séptimo y octavo pertenecientes al siglo XV. Quisiera añadir algunas sugerencias para el capítulo de Juana la Loca: Juana I de Castilla, Misteris de Dolor y Si no os hubiera mirado. La lectura de la vida del príncipe Carlos puede estar acompañada por la ópera Don Carlo de Verdi y para cerrar la primera parte del libro (capítulo de Carlos el Hechizado) me recomiendan la música de Cristóbal Galán, responsable de la capilla de las Descalzas Reales y de la Capilla Real del monarca, más los álbumes La Rosa de la Alhambra y Canciones de amor y de guerra.
Javier Leralta
Alfonso VI, rey de Castilla y León, y Rodrigo Díaz, el Cid, hidalgo castellano. La leyenda de la Jura de Santa Gadea
“Dios, qué buen vasallo, si tuviese un buen señor”.
Comentario de las gentes de Burgos al pasar Rodrigo por la ciudad de camino al destierro según el Poema de Mío Cid.
Alfonso VI (?1040-Toledo, 1109), rey de León, Castilla y Galicia; hijo segundo de Fernando I de León y doña Sancha. Conquistó la taifa de Toledo en 1085 extendiendo la frontera cristiana del Duero al Tajo. Su leyenda negra está relacionada con la posible participación en la muerte de su hermano Sancho II, rey de Castilla, ocurrida junto a la muralla de Zamora. Este episodio sangriento obligó al Cid a tomarle juramento en la iglesia burgalesa de Santa Gadea para que negase tal acusación. Según la tradición aquel acto, ofensivo para la dignidad real, fue castigado con el destierro de Rodrigo Díaz. Los restos de Alfonso VI descansan en el monasterio de benedictinas de Sahagún de Campos, en León, al pie del Camino de Santiago, cuya seguridad impulsó.
Rodrigo Díaz (Vivar del Cid?, Burgos, hacia 1045?-Valencia, 1099), hijo de Diego Laínez y de María? Rodríguez; se casó con Jimena Díaz con la que tuvo tres hijos: Diego, María y Cristina. Noble castellano apodado Campeador (posiblemente del vocablo latino campi doctor [luchador]) y el Cid (del árabe sidi [señor]). Descendiente por vía paterna de Laín Calvo, uno de los primeros jueces de Castilla, entró al servicio de Fernando I de León como doncel del infante Sancho, donde aprendió las artes de las armas y las letras. Luego fue caballero de confianza de Alfonso VI que le encargó el cobro de las parias de los reinos de taifas. Desterrado dos veces por desavenencias con el monarca, también estuvo al servicio del emir de Zaragoza.
Su apodo de Campeador se hizo patente al conquistar Valencia, en junio de 1094, en cuya ciudad murió y recibió sepultura. Posteriormente su cuerpo fue trasladado al monasterio de San Pedro de Cardeña de donde salió en 1921 para ser enterrado en la catedral de Burgos junto a su mujer.
De la relación entre Alfonso VI y el Cid sabemos lo que la leyenda ha querido que supiéramos. Durante años la idea de un castigo de destierro por obligar a su señor a jurar que no había participado en la muerte de su hermano Sancho fue un hecho asumido por la historia popular, sin más consideraciones historiográficas. El mito del héroe castellano estaba por encina del rigor histórico. Las alabanzas y elogios recogidos en los textos medievales y épicos como el Carmen Campidoctoris, la Crónica Najerense, la Historia Roderici o el Poema de Mío Cid fueron suficientes argumentos para dar crédito a todos los episodios. Pero llega un momento en que la ficción histórica se desvanece con el discurrir de las investigaciones y los hechos probados. Ahora, después de muchas reflexiones y de un conocimiento más profundo de la figura de Rodrigo Díaz, podemos afirmar que la leyenda del destierro y otras tantas vinculadas al Campeador son solo eso, leyendas que han servido para magnificarle como uno de los personajes más relevantes de nuestra historia, un héroe útil e imprescindible para una España necesitada de personajes épicos más allá de reyes y papas.
Y lo mismo se puede decir de su amo y señor, del rey Alfonso VI. Seguramente nada tuvo que ver con la muerte de su hermano Sancho