Humanos, sencillamente humanos. Felicísimo Martínez Díez
aporta intuición, sentimiento, pasión y compasión... todo aquello que alguien ha llamado «los hábitos del corazón». Las fuentes clásicas de la sabiduría son, sobre todo, la experiencia humana, el pensamiento filosófico, las tradiciones religiosas, el derecho, las costumbres... A la ciencia y a la técnica, para humanizarse y contribuir a la mejora humana, les viene bien escuchar los consejos o las advertencias de la sabiduría.
Cuando una persona está interesada por el bien de la humanidad es conveniente prestar atención a sus opiniones. Puede estar equivocada, pero no se debe achacar su error a mala voluntad, a mala intención, a perversos propósitos. Es preciso escuchar sus argumentos, valorar sus razones. Conviene no despreciar de entrada la posible sabiduría que contienen sus puntos de vista. En la historia de la humanidad han sido importantes los especialistas de todos los campos del saber. Pero sobre todo han sido importantes los sabios, los maestros. Los científicos y técnicos ayudan a conocer mejor la realidad y a resolver mejor los problemas prácticos. Los sabios y los maestros ayudan a encontrar el verdadero sentido de la vida y a vivir la vida con sentido y sabor. Unos y otros son necesarios.
Por eso resulta hoy tan urgente el diálogo de la ciencia con la sabiduría. Es importante escuchar a los defensores de las propuestas transhumanistas y escuchar también a quienes cuestionan algunas propuestas del transhumanismo. Hoy es más importante que nunca el diálogo interdisciplinar entre los representantes de los distintos campos del saber. Defensores y críticos del transhumanismo están interesados en la mejora de la humanidad. Eso justifica sus posturas. Unos y otros tienen algo que decir para conseguir esa mejora.
Quizá este diálogo interdisciplinar nunca había sido tan necesario como lo es hoy en día. Por un motivo obvio: nunca el progreso científico había sido tan intenso y acelerado y nunca las posibilidades tecnológicas habían sido tan enormes. El progreso científico y las posibilidades tecnológicas son hoy de tal calibre que han permitido hablar del transhumanismo como camino hacia un posthumanismo. Se trata de un verdadero giro copernicano, de un punto de inflexión en la historia de la humanidad.
La humanidad tiene hoy en sus manos la posibilidad científica y técnica de acelerar su evolución hasta convertirla en una verdadera transmutación de la especie humana. Por eso, cuando las posibilidades técnicas son tan enormes, se requiere un especial concurso de la ética. La gran preocupación de muchos pensadores es formulada de la siguiente manera: ¿Tenemos ética suficiente para tanta técnica? Cuando las posibilidades del progreso tocan tan de lleno el centro de la especie humana, se requiere un especial concurso de la sabiduría. La gran preocupación de muchos pensadores es formulada hoy también de esta manera: ¿Tenemos mística suficiente para tanta política? ¿Tenemos suficiente sabiduría para gestionar tanto progreso? ¿Sabemos verdaderamente en qué consiste el progreso de la humanidad? ¿Estamos seguros de conocer en qué consiste verdaderamente la mejora humana o debemos seguir reflexionando sobre esta cuestión tan capital?
Para contestar a preguntas de esta envergadura necesitamos el concurso de científicos, técnicos, filósofos, teólogos... Es necesario y conveniente el concurso de cualquier persona que se haya hecho con algún fragmento de verdad.
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