Entre la filantropía y la práctica política. Sofía Crespo Reyes

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hacer énfasis en que las organizaciones femeninas, por ejemplo la “Asociación de las Madres Católicas”, enfatizaban como eje de su discurso y de sus prácticas asociativas el lugar de la mujer en el espacio doméstico. El papel de la mujer como buena madre y esposa, encargada de resguardar de los valores católicos en el hogar.

      A diferencia de las organizaciones piadosas y filantrópicas, las gremiales o de corte laboral fueron exclusivamente masculinas, surgieron como una alternativa católica a las corrientes socialistas dirigidas a proteger a los trabajadores y mejorar sus condiciones laborales. Mediante este tipo de vida asociativa, se promovió la conciliación entre trabajadores y patrones a fin de evitar conflictos laborales que desencadenaran problemas mayores. Asimismo, se organizaron de manera paralela organizaciones de ayuda mutua y cajas de ahorro que otorgaban auxilio material y apoyo social a las familias de los trabajadores.

      Un ejemplo es la Liga Católica (1891-1894), fundada tres meses después de que se diera a conocer la encíclica Rerum Novarum en México, asociación que pretendió “revivir a los antiguos gremios”, dividiendo sus secciones en distintos grupos según las profesiones.60 Dentro de la construcción de un asociacionismo católico llama la atención el uso discursivo de la palabra “gremio” por parte de la militancia católica, misma que recurre a elementos tradicionales a fin de hacer accesibles prácticas asociativas modernas.61

      La Liga tenía su propio código normativo que la ratificaba como una organización con prácticas asociativas modernas. Se trataba de una serie de concepciones preestablecidas desde la Santa Sede con relación al orden social cristiano que conformaba su programa, el cual marcaba paso a paso las actividades de la agrupación. Atendía a todas las clases obreras sin distinción, promovía el “espíritu de asociación” bajo el objetivo de “atraer a los verdaderos cristianos, a fin de que todos unidos procurasen su moralización recíproca; y al mismo tiempo, como cosa secundaria, la creación de fondos pecuniarios, para beneficio de los asociados”.62 Mientras las mujeres se ocupaban de fomentar el nuevo sistema devocional y el pastoral, la Liga desarrolló sus actividades programáticas a partir de tres comisiones: enseñanza, casino y literatura; la primera se dedicó al adoctrinamiento religioso y las otras dos atendieron las celebraciones y reuniones de la organización. Hacia 1894, la Liga registraba once agrupaciones gremiales: de abogados, sacerdotes, médicos, médicos homeópatas, farmacéuticos, profesores, ingenieros, comerciantes, empleados, dependientes, estudiantes y artesanos.63 Este es tan sólo un ejemplo de cómo se dividieron las actividades del catolicismo social por género.

      Esta asociación también publicó su propio órgano propagandístico titulado El Cruzado. Por este medio se promovió la postura del catolicismo social en la opinión pública. Al mismo tiempo, el diario es un reflejo de la “concientización laica” de la Liga. Cabe señalar que no fue el único periódico impulsado por la militancia católica, entre 1870 y 1910 se publicaron alrededor de 28 periódicos y boletines. Otro ejemplo es el diario El País (1899-1914) que permitió a los católicos sociales enfrentarse al régimen porfirista de manera soterrada debatiendo en torno al problema “obrero”, la “descatolización” y la “lucha social”. El Cruzado expresa el pensamiento secular del asociacionismo católico, distinguía entre el mensaje religioso y los derechos ciudadanos que, como católicos defenderían y actuarían políticamente:

      Mas como quiere que la religión consagra nuestros más nobles interés y santifica nuestros más legítimos amores y que al llamarnos a la ciudadanía del cielo no nos quita nuestros derechos de ciudadanos en la tierra, “El Cruzado” no será un periódico exclusivamente religioso, sino que tratará todas las cuestiones sociales y políticas que le parezcan de más actualidad y que de cuya solución penda el bien de nuestra patria.

      “El Cruzado”, sin embargo no será órgano de partido alguno político, no obrará por espíritu de bandería, jamás combatirá contra las personas sino contra los principios, siendo su lema el mismo que ha agrupado a algunos centenares de mexicanos en la Liga Católica: Dios, Patria y Unión.64

      Este periódico se dedicó también a divulgar el pensamiento social católico, enaltecer las obras católicas como las principales soluciones a la cuestión social, defender los derechos de los trabajadores y promover la organización de asociaciones obreras de corte católico sin atacar abiertamente a ninguna figura política.65 La intención central era dar sentido a las diferencias de la vida cotidiana con la interpretación de la historia nacional, también acompañó la pluralización sociopolítica, la diversificación y la descentralización de la opinión pública.

      Aunque la Liga Católica no contó con una sección femenina, los editores de El Cruzado sí dedicaron una columna especial dirigida a la mujer. Para ellos, era indispensable exaltar la cosmovisión católica del “deber ser” de la mujer y, por ende, delinearon aquellos elementos que marcaban la identidad femenina del modelo católico impulsado a lo largo del siglo XIX. Para los editores era indispensable reafirmar el papel doméstico de la mujer católica y su importancia frente a los cambios, producto del laicismo y de la sociedad moderna, como por ejemplo el aumento del trabajo femenino, el incremento de madres solteras y la disminución de los matrimonios.66 El discurso que produjo este semanario católico recogía la construcción cultural de una feminidad católica basada en el “celo y la abnegación” de la mujer como valores otorgados directamente por Dios para así reafirmar su papel como “el encanto del hogar”. Por ende, la Sección Carta a las Damas se dedicó a pregonar aquellos elementos que conformaban el ideal de la buena mujer católica.67

      Para los editores de El Cruzado, la mujer era “el ser creado expresamente por Dios, para servir al hombre de compañía […] y formada la primera mujer, quedó constituida la sociedad en su más sencilla forma: la familia”.68 Los miembros de la Liga indicaban a la mujer católica que su papel en la tierra era de suma importancia para las sociedades, eran ellas las encargadas de sostener el núcleo central de las sociedades: el hogar donde la mujer debía de ser virtuosa, piadosa, respetable, y sobre todo, debían “con poco trabajo ganar almas para Dios, ya aconsejando, ya solamente dando ejemplo; y eso último en todas partes, pero principalmente en el templo”.69 La revista se preocupó por reproducir el papel maternal de la mujer como el deber femenino se encontraba exclusivamente en el espacio doméstico donde la mujer era quien daba vida a la familia. Bajo esta concepción católica, la maternidad se convertía en la principal función que debían desempeñar las mujeres. Pero ahora esa función tenía reflectores. Era visible y pública.

      La Liga desapareció tres años después de su fundación y con ella el periódico El Cruzado; sin embargo, los esfuerzos de la militancia católica y de la jerarquía eclesiástica no fueron en vano. Entre 1899 y 1902 Ceballos registra otras diecisiete agrupaciones sociales entre escuelas de artes y oficios, congregaciones marianas, círculos católicos y asociaciones laborales. También se fundaron cajas de auxilios mutuos, con fines asistenciales, mutualistas y laborales, en donde aportaban cuotas de manera conjunta los dueños de los talleres y sus trabajadores. Cada trabajador podía disponer de su aportación en caso de enfermedad o defunción,70 cabe señalar que se desconoce si existió participación femenina al interior de estas organizaciones.

      Entre 1903 y 1909 comenzó una nueva etapa para el asociacionismo católico laboral. La cual estuvo marcada por la consolidación de la primera generación de sacerdotes exestudiantes del Colegio Pio Latino que regresaban a México con nuevas herramientas educativas, cuyo propósito fue impulsar una militancia católica centralizada, homogénea y unificada frente a la atomización de esfuerzos que existían hasta este momento. Este periodo está marcado por la celebración del Primer Congreso Católico Mexicano organizado en Puebla, que permitió diferenciar la formación, el surgimiento y la definición de diversas corrientes sociopolíticas entre los católicos mexicanos.71

      A lo largo de siete años, se llevaron a cabo tres congresos, además del de Puebla (1903). En Morelia (1904), Guadalajara (1906) y Oaxaca (1909), todos ellos buscaban centralizar el pensamiento político de la militancia en torno al sindicalismo católico y al problema obrero. Además se organizaron tres Congresos Agrícolas, dos en Tulancingo (1904 y


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