Problemática jurídica posdoctoral: Debates iusfilosóficos, iusteóricos y iusdogmáticos. Óscar Mejía Quintana
de derecho
Con el propósito de reconocer la complejidad y necesidad de la cultura ciudadana en el Estado social de derecho, contextualizado en las condiciones actuales que vive Colombia, en la búsqueda de la reafirmación y posicionamiento de la condición humana en un contexto de paz, a partir de la Ley 115 de 1994 y el plan decenal de educación, se hace necesario integrar realmente la formación en ciudadanía, de manera que se pueda dar cumplimiento a los postulados constitucionales desde la educación. Debe revisarse la religación dialógica entre la pedagogía crítica y el enfoque de la complejidad para la reflexión y refuerzo de la inmersión del currículo en lo ciudadano, en la gobernabilidad social y la ética global, permitiendo al enfoque otorgado preguntarse por el papel que desarrollan la educación y las instituciones educativas en la formación de una ciudadanía sustentada en la ética global –como lo afirma Correa55– y de derechos humanos.
Se inicia argumentando que los modelos pedagógicos en educación existentes preservan la distancia entre maestros y estudiantes y la reflexión crítica de la realidad circundante, lo cual es un gran error, ya que, como lo sostiene Correa56, la pedagogía debe asumirse desde una postura crítica de autoinvestigación que no se centre en una relación lineal sujetoobjeto, sino en un diálogo transformador persona-persona, conscientes del reconocimiento de la subjetividad del otro, con la posibilidad de influir en la transformación individual y colectiva para recrear ambientes que realmente den cuenta de capacidades íntegras para la convivencia y la ciudadanía.
Siguiendo esta idea, tiene el docente la obligación de ser un guía en el acto pedagógico y, sobre todo, un guía que conduzca el proceso educativo de forma crítica y social, creando espacios de convivencia y construcción democrática de la ciudadanía y creando un buen ciudadano, lo que en palabras de Freire es “buen hombre o la buena mujer, y solo si son buenos hombres y buenas mujeres, podrán ser luego buenos médicos, buenos ingenieros o buenos artesanos”57.
Volviendo al sistema educativo, este ha de caracterizarse por desarrollar y contener interacciones que tengan que ver con la transformación de las realidades socioeducativas.
Al respecto, Arroyave enumera algunos componentes del sistema educativo complejo y sus interacciones, los cuales deben tenerse en cuenta para el caso colombiano: “educación, escuela, sociedad, política, ciencia, tecnología, cultura, sujetos-actores, acciones, instituciones, proyectos educativos, pedagogía, didáctica, currículo, investigación, administración, conocimiento, evaluación y comunicación, entre otros”58.
Dichas interacciones son importantes en razón a que la interacción es, en esencia, una noción necesaria en la dinámica de los sistemas o subsistemas educativos, por cuanto posibilita las reorganizaciones y transformaciones ajustadas a cada realidad.
Entre las interacciones descritas, son relevantes para la propuesta, primero, aquella que se da entre educación y sociedad, que pone de manifiesto la necesidad que existe, desde hace muchas décadas, de integrar los procesos de la escuela a la sociedad, pues tal relación logra una renovación progresiva del sistema escolar, visto que dicho encuentro puede ofrecer una forma diferente de dinámica para que se realicen con mayor eficiencia los propósitos sociales, a partir de sus necesidades y con la participación de todos los sectores.
Así, la escuela en el marco de creación de competencias y valores ciudadanos es parte de la sociedad y desempeña un papel fundamental y complementario en la transformación de sus problemas, intereses y necesidades; sin embargo, lo que sucede es que, a veces, las instituciones educativas no son conscientes de ello, lo que trae como consecuencia que el propósito y la calidad de los procesos desmejoren, y entonces no se contribuye a una formación cultural de la misma sociedad.
Y es que la relación entre escuela y sociedad es hologramática y recursiva, pues una produce a la otra con intervenciones que transforman y modifican, como afirma Morin.59
La segunda interacción es aquella que se da entre la educación y la política. En el ámbito de la política, la educación es un requisito para la construcción de una democracia que sustente un Estado social de derecho, una educación en y para la democracia, los derechos humanos, la paz y la tolerancia. Es decir, una educación con un verdadero sentido político. De igual manera, la democracia implica, para todos, la producción y el acceso real a la educación, al saber científico, artístico y político. La construcción de una democracia se genera educando a los ciudadanos.60
De acuerdo con la Ley 115 de 1994, la educación debe contribuir a la autoformación de la persona y debe permitirle aprender y asumir la condición humana, así como aprender a vivir y a convertirse en un ciudadano, lo que en una democracia se define en un contexto democrático por su solidaridad y su responsabilidad.61
Es necesario introducir una nueva política multidimensional: la antropológica. Es antropológica porque pone en el centro de la reflexión al ser humano como fin y como medio, a la vez que promueve la importancia del “bienvivir” en lugar del bienestar, humanizando las ciudades y volviendo a considerar y proteger el campo. La antropolítica es también, como aduce Morin62, una política que despierta la conciencia colectiva de la propia realidad humana y del planeta, así como de la naturaleza hipercompleja del hombre y de la mujer en lo referente a lo cultural, lo biológico, lo físico y lo emotivo.
Obliga la transformación del pensamiento a trabajar a favor de todo lo asociativo, a luchar por un nacionalismo con sentido de mundialidad, a eliminar los sentimientos de exclusión y a fortalecer la solidaridad.63
Se suma a lo anterior la eliminación de procesos de uniformidad y la promoción de contextos interculturales. Como lo fundamenta Aneas64, la educación intercultural puede materializarse en la incorporación de un lenguaje incluyente y no fundamentado en el sexismo, el reconocimiento de la existencia de diferentes formas de familia, la igualdad entre hombres y mujeres, el aumento de participación, el desarrollo de competencias básicas en valores democráticos y la ejecución de políticas públicas integrales y poblacionales.65
Es importante que la formación de los sujetos se realice en condiciones de igualdad en el terreno de la esfera pública, con la aplicación de criterios de inclusión que generen impactos en la distribución de poder y la ejecución de justicia. Construcción de una identidad común que acepta las diferencias en los grupos sociales, la construcción de relaciones interpersonales basada en la participación racional y afectiva, la creación de espacios de reconocimiento de derechos y el fortalecimiento de la pluralidad, la diversidad y la autonomía.66
Al ampliar el tema de la educación inclusiva, vemos que no se trata solo de la integración de un grupo determinado de estudiantes: consiste en la reforma de todo el sistema educativo generando una educación, y con ello, centros educativos organizados que respondan a las necesidades de los que allí asisten, lo que se considera un gran reto en la mayoría de los continentes.
La educación inclusiva es uno de los pilares fundamentales de la Declaración de Salamanca de Principios, Política y Práctica para las Necesidades Educativas Especiales, aprobada por aclamación por representantes de 92 gobiernos y 25 organizaciones internacionales en junio de 1994.67