Problemática jurídica posdoctoral: Debates iusfilosóficos, iusteóricos y iusdogmáticos. Óscar Mejía Quintana

Problemática jurídica posdoctoral: Debates iusfilosóficos, iusteóricos y iusdogmáticos - Óscar Mejía Quintana


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del mundo circundante y de las nuevas perspectivas que se abordan en materia de educación.

      El desarrollo del pensamiento complejo debe interpretarse como la necesidad y la herramienta para transformar la realidad social y humana; debe asumirse como un reto para abordar la realidad. Así, plantea descubrir y tratar de comprender el mundo (se hace referencia a “tratar” por cuanto no habrá jamás un punto final sobre el conocimiento, sino que siempre se presentarán bucles y realidades emergentes de este); desde el paradigma de la complejidad, es permitirse descubrir aquello que siempre estuvo allí, pero que una mirada lineal y reduccionista no permitió evidenciar, siendo nulo a la observación y al pensamiento.

      El problema de la complejidad se ha centrado en el problema de la vida y el vivir, en el utópico desarrollo del futuro y en la búsqueda de soluciones a los problemas actuales. Como sostiene Edgar Morin, se trata de enfrentar la dificultad de pensar y de vivir.

      Aplicación de las ciencias de la

      complejidad al sistema educativo

      Por razón de la simplificación del pensamiento y del conocimiento, que ha repercutido en la división de las ciencias, la complejidad también ha abordado la necesidad de unir estas últimas, ahondando en el tema de la transdisciplinariedad.

      Ahora bien, en este contexto de completitud en la formación de seres humanos capaces de fomentar su ciudadanía se halla la transdisciplinariedad, la cual se fundamenta, según lo acordado en 1994 en el Convenio de Arrábida, en Portugal, en los siguientes aspectos, desde los cuales se puede desarrollar:

      No se reduce al ser humano a estructuras formales; plantea diversas realidades y diferentes clases de lógica; no tiene el propósito de reemplazar o eliminar las disciplinas tradicionales, sino el de buscar su complementariedad; proporciona una visión integradora de la naturaleza; busca una relación dialógica entre las ciencias sociales y las humanísticas; se plantea diferente y en un nivel más alto que la interdisciplina y la multidisciplina, por ser multidimensional; abre su comprensión a mitos y religiones; sitúa la dignidad del ser humano en virtud de su calidad de habitante del planeta, no en razón de su ubicación geográfica; es transcultural; recupera el valor de la intuición, la imaginación, la sensibilidad y lo corporal; reclama que el desarrollo de la economía debe servir al ser humano y no al contrario; es tolerante, y propugna por el diálogo y la discusión, rechazando todo aquello que los contraríe.

      Conviene propiciar discusiones, conflictos y situaciones de crisis, y no deben estos tomarse como eventos que distorsionan las pacificadas aulas de clase, sino como eventos que generan desarrollo y potencialidades en el ser humano, inclusive más que la armonía, la estabilidad y la concordia. Pero ¿cuál es el propósito de dichos eventos indeseados?; pues bien, estos no son más que oportunidades azarosas, no lineales y riesgosas que propician el desarrollo de la creatividad, la imaginación y las soluciones efectivas y duraderas de los problemas, ya que, como es sabido, de las grandes crisis –como las revoluciones, que son radicales y traumáticas– emergen grandes soluciones, y la historia del arte, de la literatura y de la ciencia está repleta de ejemplos que recrean la idea. Pero no puede olvidarse que, para que se cumpla este objetivo, ha de darse orientación y hacerse un seguimiento del proceso descrito.

      Por supuesto, esto no significa que se deba vivir permanentemente en guerra, destruyendo el entorno y destruyéndonos mutuamente, sino que, como aduce Martínez,


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