Problemática jurídica posdoctoral: Debates iusfilosóficos, iusteóricos y iusdogmáticos. Óscar Mejía Quintana
del mundo circundante y de las nuevas perspectivas que se abordan en materia de educación.
El pensamiento complejo es un modo de pensar que intenta asumir el desafío, proponiendo la incertidumbre y la contradicción. Es un desafío que involucra un cambio de paradigma por uno que relativiza y cuestiona los principios de conocimiento en que se funda el pensamiento clásico. Es decir, el pensamiento complejo debe complementar y confrontar el modo de pensar que separa con el modo de pensar que se apoya en unos principios de conocimiento tales que devienen en capacidad de concebir la organización, que religan, contextualizan y globalizan40.
El desarrollo del pensamiento complejo debe interpretarse como la necesidad y la herramienta para transformar la realidad social y humana; debe asumirse como un reto para abordar la realidad. Así, plantea descubrir y tratar de comprender el mundo (se hace referencia a “tratar” por cuanto no habrá jamás un punto final sobre el conocimiento, sino que siempre se presentarán bucles y realidades emergentes de este); desde el paradigma de la complejidad, es permitirse descubrir aquello que siempre estuvo allí, pero que una mirada lineal y reduccionista no permitió evidenciar, siendo nulo a la observación y al pensamiento.
Morin define la complejidad como “un fenómeno cuantitativo, una cantidad extrema de interacciones e interferencias entre un número muy grande de unidades”41, como puede suceder en un sistema autoorganizador que combina un gran número de unidades (por ejemplo, las moléculas presentes en una célula, o las células que conforman un organismo). Sin embargo, la complejidad va mucho más allá de estas numerosas interacciones: se expande a las incertidumbres, a las indeterminaciones o a fenómenos aleatorios, fenómenos relacionados con el azar, una composición de orden y desorden, pero diferente, por supuesto, a la del orden y el desorden de carácter eminentemente estadístico.
El paradigma de la complejidad se establece, entonces, como un marco integrador de las perspectivas ética y cognitiva; constituye una opción filosófica e ideológica que promueve diferentes caminos capaces de revolucionar el mundo, que se ubica en valores de la acción y de la ética42 y que impacta en la formación de los educandos.
El problema de la complejidad se ha centrado en el problema de la vida y el vivir, en el utópico desarrollo del futuro y en la búsqueda de soluciones a los problemas actuales. Como sostiene Edgar Morin, se trata de enfrentar la dificultad de pensar y de vivir.
Aplicación de las ciencias de la
complejidad al sistema educativo
En el marco de la educación, la complejidad nace en las revoluciones científicas sobre los aspectos del caos y la microfísica y se dedica a cuestionar el orden de las cosas, la separación del conocimiento y el reduccionismo, junto a la lógica clásica desarrollada como “deductiva-inductiva-identitaria” que otorga valor absoluto a la inducción y a la deducción43 y que elimina la contradicción en los términos ya descritos. Además, se propone determinar que la formación no se puede concebir como simple adiestramiento técnico, independientemente de la condición humana y su naturaleza, pues es muy importante el reconocimiento de la autonomía de las personas.44
Por razón de la simplificación del pensamiento y del conocimiento, que ha repercutido en la división de las ciencias, la complejidad también ha abordado la necesidad de unir estas últimas, ahondando en el tema de la transdisciplinariedad.
Ahora bien, en este contexto de completitud en la formación de seres humanos capaces de fomentar su ciudadanía se halla la transdisciplinariedad, la cual se fundamenta, según lo acordado en 1994 en el Convenio de Arrábida, en Portugal, en los siguientes aspectos, desde los cuales se puede desarrollar:
No se reduce al ser humano a estructuras formales; plantea diversas realidades y diferentes clases de lógica; no tiene el propósito de reemplazar o eliminar las disciplinas tradicionales, sino el de buscar su complementariedad; proporciona una visión integradora de la naturaleza; busca una relación dialógica entre las ciencias sociales y las humanísticas; se plantea diferente y en un nivel más alto que la interdisciplina y la multidisciplina, por ser multidimensional; abre su comprensión a mitos y religiones; sitúa la dignidad del ser humano en virtud de su calidad de habitante del planeta, no en razón de su ubicación geográfica; es transcultural; recupera el valor de la intuición, la imaginación, la sensibilidad y lo corporal; reclama que el desarrollo de la economía debe servir al ser humano y no al contrario; es tolerante, y propugna por el diálogo y la discusión, rechazando todo aquello que los contraríe.
La construcción de la realidad compleja implica necesariamente un pensamiento abierto a la complejidad, que no se adquiere espontáneamente, sino que es producto de la formación, de la inculcación escolar y del proceso de observación e investigación como proceso de aprendizaje.45
La complejidad de lo educativo rebasa ampliamente cualquier visión disciplinaria; no es solo psicología o sociología, economía, lingüística, etc. lo que nos puede acercar a la construcción del conocimiento de lo educativo, sino la posibilidad de ver lo esencial de las relaciones en juego y el tipo y nivel de conocimientos que involucra,46 ya que, lo que posibilita construir una ciencia de la educación, es realmente la creación de relaciones entre las disciplinas del saber.
Igualmente, involucra pensar el conocimiento no desde una relación causal y en una explicación de la realidad que asume que esta es inmutable y con leyes que pueden conocerse. Genera pensar el conocimiento basado en otro conocimiento, uno que no entiende el cambio como disrupción del orden sino como innovación prometedora. Uno en el que la ciencia no es solo descripción de las ‘leyes naturales’ y explicación de los fenómenos, sino que conlleva la creación, la modificación de la naturaleza, y por lo tanto da un nuevo lugar al protagonismo humano. Uno en el cual la producción de conocimiento no es una cosa y la ética otra.47
Ahora bien, sobre las dinámicas que le incumben a la educación desde la perspectiva de la complejidad enfocada en la educación ciudadana, la cual es objeto de investigación, esta tiene la responsabilidad de abordar el desorden como ente activador e impulsor de las potencialidades creadoras del sistema, más aún si se trata de la disipación de adaptaciones y conocimientos sociales, ya que, como afirma Martínez, “es indispensable su funcionamiento al borde del caos o al borde de las crisis, como estados generadores de las iniciativas creadoras, de la invención e innovación para encontrar soluciones más efectivas y duraderas a los problemas”48.
Conviene propiciar discusiones, conflictos y situaciones de crisis, y no deben estos tomarse como eventos que distorsionan las pacificadas aulas de clase, sino como eventos que generan desarrollo y potencialidades en el ser humano, inclusive más que la armonía, la estabilidad y la concordia. Pero ¿cuál es el propósito de dichos eventos indeseados?; pues bien, estos no son más que oportunidades azarosas, no lineales y riesgosas que propician el desarrollo de la creatividad, la imaginación y las soluciones efectivas y duraderas de los problemas, ya que, como es sabido, de las grandes crisis –como las revoluciones, que son radicales y traumáticas– emergen grandes soluciones, y la historia del arte, de la literatura y de la ciencia está repleta de ejemplos que recrean la idea. Pero no puede olvidarse que, para que se cumpla este objetivo, ha de darse orientación y hacerse un seguimiento del proceso descrito.
Por supuesto, esto no significa que se deba vivir permanentemente en guerra, destruyendo el entorno y destruyéndonos mutuamente, sino que, como aduce Martínez,
se necesita cierta